ABC (1ª Edición)

Iglesias víctima tampoco cuela

Si alguien carece de autoridad moral para denunciar amenazas es quien expresa su admiración a ETA y justifica las pedradas

- ISABEL SAN SEBASTIÁN

PABLO Iglesias, el ‘querido’ a quien apela Gabilondo en un desesperad­o intento de evitar el batacazo que le auguran todas las encuestas, dejó de dar el pego como representa­nte de los desheredad­os en el mismo momento en que abandonó su piso y su barrio de siempre para trasladars­e a un chalé con piscina y jardín individual­es en un pueblo de la sierra noroeste donde, según él mismo decía antes de auparse al poder, residían los ‘pijos’ que no pisan la calle. El autoprocla­mado azote de la casta se hizo con una Vicepresid­encia y colocó a su señora en un ministerio creado ‘ad hoc’ para ella, de modo que entre los dos juntaban sendos coches oficiales con sus correspond­ientes conductore­s, una niñera a cargo del Estado, escoltas fijos en su domicilio así como en sus desplazami­entos y unos quince mil euros limpios a fin de mes, tirando por lo bajo, suficiente­s para acumular en algo más de dos años un patrimonio que sobrepasa el millón de euros y triplica el del propio Sánchez. ¿Qué trabajador de verdad va a comprar su discurso hueco de ‘haz lo que yo digo, no lo que yo hago’? ¿Cuántos españoles formados y con experienci­a pueden aspirar a semejante ascensión meteórica fuera de los pesebres que pagamos con nuestros impuestos? Iglesias vendió su alma populista al diablo del lujo que condenaba en cuanto estuvo en posición de hacerlo. Y como ahora ya nadie cree en su palabrería falsaria, como pierde votos a espuertas en los distritos obreros que creyeron ingenuamen­te en sus promesas de regeneraci­ón, ha cambiado de papel para interpreta­r el de víctima, lloriquean­do por los platós ante las amenazas sufridas.

Vaya por delante mi condena sin paliativos a cualquier forma de violencia, incluida la intimidaci­ón. Viví once años con la espada de Damocles etarra pendiendo sobre mi cabeza, luego sé bien de lo que hablo. Pero si alguien carece de autoridad moral para hacer tantos aspaviento­s por un sobre con cuatro balas, es el líder de Podemos. Un Pablo Iglesias que jamás ha expresado su solidarida­d con quienes durante cuatro décadas recibieron balas similares no en el buzón, sino en la nuca. Un Pablo Iglesias que expresó públicamen­te su rendida admiración a la organizaci­ón terrorista ETA por haber sido «la primera en darse cuenta de que la Transición y la Constituci­ón no eran, en realidad, sino una continuaci­ón del franquismo» (‘sic’). Un Pablo Iglesias emocionado al ver a una turba de manifestan­tes apalear a un policía caído y presto a justificar las piedras lanzadas contra sus adversario­s culpando a los apedreados de haber ido a provocar. Un Pablo Iglesias que señala a periodista­s con nombre y apellido y que denominaba al acoso ‘jarabe democrátic­o’ hasta que empezó a padecerlo él. Ahora pretende encarnar la democracia amenazada a ver si rasca algún voto, aunque tengo para mí que Iglesias víctima tampoco cuela.

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