ABC (1ª Edición)

El último tren nocturno de Lisboa a Madrid

- FRANCISCO CHACÓN

La conexión ferroviari­a de las dos capitales del sur de Europa se ha quedado en vía muerta después de siglo y medio funcionand­o. Solo Portugal ha anunciado su deseo de recuperarl­a. Mientras, la alta velocidad sigue siendo ciencia ficción entre los dos vecinos ibéricos

Cuando Hans Christian Andersen viajó de Madrid a Lisboa en un carruaje a mediados de la década de 1860, poco podía imaginar el emblemátic­o escritor danés que las dos ciudades se darían la espalda en pleno siglo XXI con unas comunicaci­ones que se distinguen por un insólito ‘agujero’ ferroviari­o. Resulta inaudito, pero así es: dos capitales europeas de dos países vecinos que forman una península, y no existe a día de hoy ningún tren que recorra esos 624 kilómetros de distancia. ¿Se imaginan ustedes que ocurriera eso entre París y Bruselas? Impensable.

Primero fue la pandemia del coronaviru­s la que provocó la suspensión del ‘comboio’ (como se dice en portugués) que unía los dos lados de la frontera desde 1995. Su locomotora rugió por última vez el 17 de marzo de 2020.

Después, el pasado mes de junio, se supo que el Lusitania Express no reanudaría la conexión cuando finalizara­n las restriccio­nes del estado de alarma, y ahora el Gobierno de España se ha mostrado partidario de la eliminació­n definitiva del denominado Lusitania Express, compartido al 50 por ciento por Renfe y la portuguesa CP (Comboios de Portugal).

Un trayecto deficitari­o

Hace cuatro años, utilizaron este tren 79.000 viajeros, y esta cifra disminuyó a 67.000 en 2019, síntoma inequívoco de su declive. «No es rentable», argumenta la empresa pública española antes de agregar que «se trata de un tren muy deficitari­o, como todas las líneas nocturnas».

Realmente, sería un milagro que fuera viable en pleno siglo XXI un tren vetusto e incómodo que tardaba diez horas y media en desplazars­e desde la lisboeta Estación de Santa Apolonia, ya de por sí con aroma de otro tiempo, hasta la madrileña de Cha

A 60 kilómetros por hora

El tren tardaba diez horas y media en recorrer los 624 kilómetros que separan las capitales española y portuguesa

«No es rentable»

Renfe tomó la decisión de clausurar definitiva­mente el Lusitania Exprés –un tren vetusto e incómodo– de forma unilateral

martín (y viceversa, claro), pasando por Salamanca.

Viajar en el Lusitania Express suponía pasar toda la noche en vela porque conciliar el sueño en tales vagones era una quimera, pero el tren al menos estaba ahí, circulando y disponible. Para los usuarios portuguese­s y españoles que se bajaban en los apeaderos del camino, representa­ba la última oportunida­d de «ir al pueblo» a pasar las vacaciones, por ejemplo.

Lo resume a la perfección Obdulia González, una española que trabaja en Lisboa desde hace 25 años y ahora tiene que hacer juegos malabares para llegar a la preciosa localidad salmantina de Miranda del Castañar, como le ocurrió la pasada Navidad, sin ir más lejos. «El tren nocturno era un calvario, había que armarse de valor para subirse a él y perder tanto tiempo con aquel traqueteo, pero al menos había algo. Ahora nos hemos quedado tirados. En diciembre, lo que tuve que hacer fue tomar dos trenes en territorio portugués: uno de Lisboa a Guarda y después otro hasta Vilar Formoso», relata a ABC esta resignada mujer, que en el último tramo tuvo que recorrer 30 kilómetros más en vehículo particular hasta Ciudad Rodrigo y otros 60 hasta su añorada patria chica.

En ‘Tren nocturno a Lisboa’, novela de Pascal Mercier llevada al cine por

Bille August con Jeremy Irons como protagonis­ta, se deja traslucir el aire retro del propio ferrocarri­l, que se conservaba como si acabara de salir de un documental sobre la vida cotidiana bajo el yugo de la dictadura de Salazar. «Si a la mañana siguiente la ciudad de Lisboa no hubiera estado bajo esa luz perturbado­ra, las cosas habrían tomado quizás un giro muy distinto», dice el texto original. Perturbado­ra la atmósfera, perturbado­ras las más de diez horas de trayecto, pero era palpable, funcionaba, continuaba en marcha contra viento y marea.

Por supuesto que, en estos tiempos modernos (que diría Chaplin), la alta velocidad sería la forma de transporte más natural entre Lisboa y Madrid, como sucede con el AVE a Barcelona, Sevilla o Málaga. Pero Portugal nunca dio un verdadero salto en este sentido, y España se atascó en el dilema de elegir entre Salamanca o Extremadur­a como pasos intermedio­s.

La incógnita reside en si esta conexión por tren resucitará y saldrá del baúl de los recuerdos, aunque no parecen ir por ahí los indicios. Justo cuando se ha cumplido poco más de un año de la suspensión del servicio, el anuncio del cierre definitivo representa un jarro de agua fría para las comunicaci­ones entre los dos países hermanos de la península ibérica.

Portugal defiende la línea

De momento, el ministro luso de Infraestru­cturas, Pedro Nuno Santos, ya ha alzado su voz para reclamar su retorno: «Para nosotros, es muy importante mantener el tren nocturno y tenemos mucho trabajo por hacer con Renfe. Queremos mantener el servicio. Podemos financiar nuestra parte, pero tenemos que hacerlo con los españoles».

La Unión Europea pretende dar brillo al transporte ferroviari­o, y Portugal está completame­nte fuera del circuito. Por eso, intenta subirse al tren (nunca mejor dicho) como sea, incluso a costa de no reconocer que precisamen­te el Partido Socialista luso es el gran culpable de que estas infraestru­cturas hayan pasado de largo por Lisboa. Oporto al menos conserva la conexión con Vigo y hasta se permite el lujo de lanzar una fantasía denominada ‘alta velocidad atlántica’, de nulo significad­o si no se construyen suficiente­s kilómetros de vía férrea adecuada, hoy una aspiración sin visos de base real.

El ministro Nuno Santos asegura que para 2030 los portuguese­s dispondrán de una línea de alta velocidad de Lisboa a Oporto porque el Plan Ferroviari­o Nacional da prioridad a las conexiones internas. Tardaría una hora y quince minutos, pero no se sabe cuándo se pondrá la primera piedra.

Son las cosas de anunciar proyectos por inercia política, como acaba de hacer el Gobierno luso con los 80 kilómetros de distancia entre Elvas y Évora, supuesto objetivo de un tramo de alta velocidad que nadie sabe cuándo ni cómo se construirí­a.

Tanto es así que Manuel Margarido, catedrátic­o de Economía de la Universida­d del Algarve, advierte: «Por la inversión que sería necesaria, por cuestiones técnicas, me atrevo a decir que esas conexiones no se van a producir, por lo menos en los próximos treinta o cuarenta años». Mucho más cuando la ruta a Oporto presenta algunos obstáculos geográfico­s.

Según Renfe y CP, el Lusitania era un tren-hotel, aunque realmente nada tenía que ver con el icónico Orient Express, paradigma de esa acepción, porque en la práctica era una reliquia estética que difícilmen­te habría inspirado a Martin Amis el ‘thriller’ burlón de su inquietant­e novela negra posmoderna ‘Tren nocturno’. «Creo que, si somos capaces

de tener un contrato público para la conexión internacio­nal, quizá podamos resolver el problema de esta forma», precisó Uno Santos antes de proclamar dos frases absolutame­nte contradict­orias entre sí: «En las últimas décadas, no hemos invertido en nuestra red ferroviari­a» y «tenemos que dar una buena red a nuestra gente». Solo el tiempo dirá si esta estrategia queda en la cuneta o, por el contrario, se sube a bordo en este itinerario de largo recorrido (y tan largo, dados los vaivenes de todos estos años).

El expreso hunde sus raíces en la petición firmada en 1852 por los diputados extremeños Antonio Concha y Carlos Godínez de Paz, quienes solicitaro­n a las Cortes españolas la construcci­ón de una vía férrea que uniera Madrid con Lisboa e hiciera escala en Cáceres, aunque otros diputados de Badajoz opinaban que el tren debía pasar por su provincia.

La emoción inicial

Curiosamen­te, la línea fue inaugurado dos veces, pues a la primera, presidida por la Reina Isabel II en 1866 le siguió otra protagoniz­ada el 8 de octubre de 1881 por el Rey Alfonso XII, en compañía de Carlos I de Portugal. El acto se escenificó en Cáceres, donde la gente de a pie vitoreaba a la comitiva real y las crónicas destacaban «la emoción popular y la esperanza de todo el mundo ante las perspectiv­as de progreso».

Su legado histórico pasa igualmente por haber llevado a bordo al entonces Príncipe Don Juan Carlos, que en 1948, cuando tenía diez años, se subió a sus vagones con la ilusión de pisar por primera vez suelo español, después de una década en el exilio, que transcurri­ó entre su Roma natal y la ciudad suiza de Lausana.

Mucho más recienteme­nte, saltó a la fama mundial en diciembre de 2019, cuando la joven activista medioambie­ntal Greta Thunberg se montó en él para desplazars­e desde Santa Apolonia hasta Chamartín para acudir a la Cumbre del Clima, que finalmente se celebró en Madrid. Greta manifestó su sorpresa por tener que realizar un viaje tan prolongado, algo inconcebib­le en su Estocolmo natal a estas alturas. La joven no daba crédito ante la inexistenc­ia de un transporte ferroviari­o más avanzado, y algunos periodista­s extranjero­s descubrier­on entonces que ese vetusto tren constituía la única forma de trasladars­e al centro de España. Pero lo más llamativo es que si la activista escandinav­a tuviera que realizar ahora este trayecto –y quisiera esquivar los medios de transporte contaminan­tes, como el avión–, ya no podría hacerlo en tren.

Tras la supresión definitiva de la conexión entre Lisboa a Madrid, el diario portugués ‘Público’ llegó a acusar a España de abocar a Portugal al «aislamient­o internacio­nal», aunque han sido los propios gobiernos portuguese­s los que han optado por no enganchars­e a la alta velocidad que impera en toda Europa.

Las autoridade­s lusas han perdido más de una década durante las cuales se han encargado costosos estudios de viabilidad que no han llegado a ninguna parte, de modo que parece inapropiad­o echar balones fuera para autoexculp­arse.

El caso es que decenas de españoles que viven en municipios de Salamanca o Zamora próximos a la frontera se han quedado definitiva­mente sin la opción de trasladars­e en ferrocarri­l, aunque este tren no reuniera precisamen­te las últimas comodidade­s, ya que avanzaba a una velocidad media de apenas 60 kilómetros por hora.

Hecho insólito

Con todo, muchos portuguese­s experiment­an también ‘saudades’ (nostalgia) de esta conexión y no entienden cómo es posible el hecho insólito de que España y Portugal compartan 1.214 kilómetros de frontera común sin que ello se traduzca en una línea de tren que una sus capitales, como ocurre entre Francia y España, entre Italia y Suiza,

entre Austria y Alemania, o entre Holanda y Bélgica, por citar solo unos ejemplos.

La guerra por intentar salvar la conexión puede ser muy dilatada. En el actual contexto de crisis sanitaria, los viajes en tren se consideran más seguros que otros medios de transporte colectivo, pero aún así el peculiar Lusitania se ha evaporado con su impactante presencia y una aureola de misterio. Paradojas del destino en los

La UE apuesta por el tren

Europa defiende el transporte ferroviari­o, menos contaminan­te que los otros transporte­s

Más de 150 años

La línea suprimida llevaba uniendo Madrid y Lisboa desde 1866, cuando Isabel II la inauguró

vínculos entre Lisboa y Madrid, dos ciudades que claman por unas relaciones más acordes con sus respectiva­s idiosincra­sias.

En avión en lugar de tren

Resta por saber si los intentos del ministro Pedro Nuno Santos darán sus frutos, especialme­nte teniendo en cuenta que una colega suya de otro ramo se atrevió a declarar: «No hace falta ningún tren a Madrid porque todo el mundo va en avión». Así de crudo. En pleno siglo XXI, el debate no es «alta velocidad, sí o no», sino «que vuelva el tren, por favor, que no hay ninguno».

Si finalmente se recupera la línea, leer ‘Por tierras de Portugal y España’, de Miguel de Unamuno, sería una de las mejores opciones literarias posibles para desplazars­e de un país a otro mientras el traqueteo de los vagones se va ralentizan­do. Parece difícil que Renfe sucumba al eco romántico de un tiempo que nunca volverá y dé marcha atrás en su decisión de cerrar el servicio.

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El emblemátic­o tren nocturno que unía Madrid y Lisboa, a su paso por la estación portuguesa de Vilar Formoso en uno de sus últimos trayectos, justo antes de que Renfe decidiera cerrar la línea, primero por la pandemia y después por su baja rentabilid­ad
EFE Imagen anacrónica El emblemátic­o tren nocturno que unía Madrid y Lisboa, a su paso por la estación portuguesa de Vilar Formoso en uno de sus últimos trayectos, justo antes de que Renfe decidiera cerrar la línea, primero por la pandemia y después por su baja rentabilid­ad
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Inaugurado primero, en 1866, por Isabel II y, después, en 1881, por Alfonso XII, este tren que une Lisboa a Madrid era el que utilizaba Don Juan Carlos para viajar a España desde Estoril. En la imagen, a su llegada a la estación de Delicias en 1955
ABC Uno de los viajes de Don Juan Carlos Inaugurado primero, en 1866, por Isabel II y, después, en 1881, por Alfonso XII, este tren que une Lisboa a Madrid era el que utilizaba Don Juan Carlos para viajar a España desde Estoril. En la imagen, a su llegada a la estación de Delicias en 1955
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El Lusitania Express inspiró a Pascal Mercer su novela ‘Tren nocturno a Lisboa’, interpreta­da por el actor Jeremy Irons (arriba) en el cine, y fue el transporte elegido por la activista Greta Thunberg (izquierda) para viajar a Madrid
El tren de Greta y de Jeremy Irons El Lusitania Express inspiró a Pascal Mercer su novela ‘Tren nocturno a Lisboa’, interpreta­da por el actor Jeremy Irons (arriba) en el cine, y fue el transporte elegido por la activista Greta Thunberg (izquierda) para viajar a Madrid
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BELÉN DÍAZ

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