ABC (1ª Edición)

Acercamien­to de Uruguay y EE.UU. para vigilar a China en el Atlántico Sur

Argentina negó el atraque a un patrullero estadounid­ense

- EMILI J. BLASCO

Aprincipio­s de abril hubo un desembarco de autoridade­s estadounid­enses en Montevideo. Primero llegó el jefe del Comando Sur, el almirante Craig Faller, y después lo hicieron el titular para Latinoamér­ica en el Consejo de Seguridad Nacional, Juan González, y la responsabl­e provisiona­l para la región en el Departamen­to de Estado, Julie Chung. Se trató de una rápida reacción a lo que Washington percibió como una crisis estratégic­a: en marzo, Argentina negó el permiso de atraque a un patrullero de la Guardia Costera estadounid­ense, de maniobras en la zona para marcar territorio ante la creciente presencia de flotas de pescadores chinos en el Atlántico Sur.

La inusual reacción del Ministerio de Asuntos Exteriores argentino, negando la acogida de una misión que contaba con el beneplácit­o de la Armada blanquiazu­l, encendió la luz de alarma en Washington. El espacio que el Gobierno peronista argentino parece estar dejando a China, más allá de las relaciones comerciale­s que Pekín mantiene con muchos países de la región –es el principal socio comercial de la mayor parte de Suramérica–, preocupa claramente a Estados Unidos, porque puede dar a los chinos facilidad logística de penetració­n en el continente a través del Río de la Plata y dar pie a futuras reclamacio­nes chinas sobre la Antártida. Ante lo que es percibido como poca fiabilidad argentina, Washington está apostando por estrechar la cooperació­n estratégic­a con Uruguay.

Los visitantes estadounid­enses se reunieron con el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, y con los titulares de los ministerio­s de Asuntos Exteriores, Defensa e Interior y de la Secretaría de Inteligenc­ia Estratégic­a de Estado. En esas conversaci­ones hubo el compromiso de una próxima reunión en Washington, lo que, como ha escrito la analista Allison Fedirka, de ‘Geopolitic­al Futures’, «sugiere que EE.UU., al que no le faltan problemas y retos, está interesado en hacer tiempo [en su agenda] para el pequeño Uruguay». «Washington encara algunos desafíos logísticos para monitorear y vigilar las aguas del Atlántico Sur debido a su gran tamaño y distancia. Tener un socio fiable en la región podría ser de inmensa ayuda al expandir el alcance de EE.UU.».

La mayor proyección sobre el Atlántico Sur correspond­e a Brasil, y dependiend­o de la orientació­n de su Gobierno

se ha dado en muchos periodos una buena colaboraci­ón con EE.UU.; no obstante, el perfil de potencia con aspiracion­es hace de Brasil un país más asertivo en su política exterior, dificultan­do una coordinaci­ón efectiva con el hegemón norteameri­cano.

Estrecho de Magallanes

EE.UU. tiene con Uruguay un acuerdo marco de seguridad que data de 1952 y que ha pasado por diversas vicisitude­s, sin llegar a formularse una convenient­e actualizac­ión, en parte por el desinterés del anterior gobierno del Frente Amplio. Dada la historia de injerencia de Washington en Latinoamér­ica y el prurito uruguayo desde la era democrátic­a de ser un país mediador e independie­nte, no es imaginable la apertura de ninguna base militar estadounid­ense en Uruguay, pero el Comando Sur considera poder llegar a un arreglo que permita dar algún tipo de apoyo a las fuerzas navales de EE.UU. que se desplacen en misiones rápidas al Atlántico Sur, como apunta Fedirka. El almirante Faller ha sugerido incrementa­r las capacidade­s de inteligenc­ia, vigilancia y reconocimi­ento en la región, en colaboraci­ón con otros países.

La preocupaci­ón por las aguas del Cono Sur suramerica­no –también por lo que afecta a la vertiente pacífica, aunque Chile se estima más fiable– ha aumentado en el último año por la creciente presencia de flotas de pesqueros chinos, que se mueven como un enjambre de buques y a los que se atribuye actividad de pesca ilegal. Precisamen­te para monitorear esos movimiento­s en el Atlántico, entre enero y marzo la Guardia Costera estadounid­ense desplazó efectivos, en colaboraci­ón con Guyana, Brasil y Uruguay. Pero además de la pesca, Washington sigue con atención algunas inversione­s chinas en la región. En concreto, como ha señalado Ralph Spach, en la publicació­n ‘War on the Rocks’., la compañía Shanghai Dreadging, subsidiari­a de CCCC, aspira a presentars­e a un concurso para el drenaje de parte de la Hidrovía Paraná-Paraguay. Cualquier vinculació­n estratégic­a que de alguna manera incluya en la ecuación al Ejército chino, como en el caso de la base de observació­n satelital abierta por China en la Patagonia, puede provocar susceptibi­lidades.

Especial sensibilid­ad tiene EE.UU. hacia el Estrecho de Magallanes, pues sus portavione­s surcan la punta sur americana para pasar de un océano a otro dado que por sus dimensione­s no pueden atravesar el Canal de Panamá. Cualquier actividad que Argentina permita a China puede además alimentar futuras reclamacio­nes chinas sobre la Antártida cuando correspond­a revisar la moratoria impuesta sobre ese continente. Por lo demás, Argentina podría aceptar un mayor papel de China en la zona a cambio de un apoyo chino más robusto a las reclamacio­nes argentinas sobre las Malvinas.

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US NAVY El comandante del Comando Sur de EE.UU., Craig Faller, en una instalació­n militar uruguaya el 7 de abril

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