Italia se desmarca de España para salir de la crisis: rebaja fiscal y menos burocracia
Draghi: «En el plan de recuperación está el destino del país, no en miopes visiones partidistas»
«Está en juego el destino de nuestro país», dijo Mario Draghi ayer al presentar en la Cámara de diputados el Plan de Recuperación, invitando a evitar «miopes visiones partidistas». El plan, explicado por Draghi a los parlamentarios, es definido como «una intervención trascendental para reparar el daño económico y social de la crisis de la pandemia, introduciendo además reformas para superar las debilidades estructurales de la economía Italia».
Para llevar a cabo este objetivo, el primer ministro italiano puso sobre la mesa una cantidad superior a la que se había dado hasta ahora: 248.000 millones de euros. La cifra garantizada por el Fondo de reconstrucción europeo llega a 191.500 millones de euros, en préstamos y subvenciones, del Fondo de reconstrucción europeo, a los que se unen otros 36.000 millones de un plan nacional complementario, y los recursos del
Fondo de Desarrollo y Cohesión, que suman otros 15.500 millones. Con las numerosas reformas previstas y las inversiones que se realizarán con esa cifra total, superior a la prevista en principio, se espera que el PIB crecerá 16 puntos en seis años.
Con ser muy importantes las cifras, el expresidente del Banco Central Europeo (BCE) dejó claro que no es «solo cuestión de números». Por ello apeló a la identidad nacional, ya que Italia se juega su credibilidad con este plan, que pretende «lograr un país moderno para las nuevas generaciones». «En el conjunto de programas –dijo Draghi– está en juego el destino del país», porque en el Plan de recuperación está «la medida de cuál será el papel de Italia en la comunidad internacional, su credibilidad y reputación como fundador de la UE y protagonista del mundo occidental. Se trata no sólo de renta y bienestar, sino de valores y sentimientos cívicos que ningún número ni tabla puede representar jamás». Por eso, «los retrasos e ineficiencias pesarán en nuestra vida y quizás no haya posibilidad de remediarlo».
El plan de Italia es, junto con el de España, observado con lupa por el resto de los europeos, ya que ambos países reciben casi la mitad de los 750.000 millones de euros del Fondo. Del buen uso por Italia y España dependerá que en el futuro se mantenga la solidaridad europea hacia los países del sur.
Hay claras diferencias entre Moncloa y Palacio Chigi. En primer lugar, la transparencia. En dos meses y medio, Draghi ha elaborado un plan muy minucioso, que ha entregado detallado a los parlamentarios y estará sometido al control legislativo. En segundo lugar, Draghi ha explicado los programas con un discurso de altísimo nivel político, sin ninguna retórica, limitándose a dar datos muy realistas que suscitan esperanza. En tercer lugar, ha llamado a la unidad y al sacrificio de todos, advirtiendo contra «miopes visiones partidistas». Y el factor fundamental con el que juega Draghi es la credibilidad, asegurando a Bruselas que él personalmente garantiza que se cumpla el plan. La Comisión Europea le da crédito y la
Credibilidad ante Bruselas El primer ministro, expresidente del BCE, garantiza en persona que se cumplirán las medidas
Pensiones
Se suprimen las medidas de Conte, alargando en general la vida laboral a los 67 años a partir de 2022
prensa internacional lo elogia, comenzando por el ‘Financial Times’, que escribió: «Italia se ha convertido en un modelo europeo». «Draghi ha hecho de Italia un protagonista indispensable en Europa», destaca el francés ‘Le Figaro’.
A estas diferencias se añade el contraste entre las recetas de Draghi y las que se manejan en España. Apuesta por las rebajas fiscales en Italia, frente a la intención del Gobierno de Pedro Sánchez de subir los impuestos, y simplificación burocrática y competencia para facilitar la reactivación económica, frente a la política de la subvención.
El primer ministro italiano no muestra especial preocupación por la deuda pública, que se elevará a los 160.000 millones, porque considera que cuando se trata de «deuda buena» genera crecimiento, mientras las subenciones, si se mantienen más allá del tiempo razonable que exige la pandemia, suponen una «deuda mala».
Elevado discurso político
Para dar cierta solemnidad a su discurso y mostrar su alta vertiente política, no solo la de banquero, Mario Draghi citó al ex primer ministro Alcide De Gasperi, padre de la patria y uno de los padres también de la Europa unida: «El funcionamiento de la democracia económica requiere desinterés, el de la democracia política presupone la virtud del carácter».
El corazón de su discurso estuvo en las conclusiones, al hacer un llamamiento, citando a De Gasperi, a la unidad del país, al trabajo colectivo que, como en la posguerra, no se puede realizar si no se da la condición del sacrificio general: «El trabajo de renovación fracasará, si en todas las categorías, en todos los centros, no se levantan hombres desinteresados dispuestos a trabajar y sacrificarse por el bien común».
Su discurso, de gran calado político, tuvo, obviamente, largos párrafos de contenido especialmente técnico, pero con grandes novedades. Entre ellas cabe citar el establecimiento de préstamos para jóvenes con aval del Estado, sin adelantar capital. Es decir, que si un joven pretende comprar casa, no tendrá que anticipar dinero, sino que será suficiente con el aval del Estado.
Precisamente los jóvenes, como los ancianos y las mujeres, fueron los más citados, los principales destinatarios de las medidas que se pondrán en práctica hasta el año 2026, marcando el camino y destino de Italia, sea cual sea el gobierno. Draghi dio una explicación de por qué piensa precisamente en los sectores más desfavorecidos: «El PIB cayó un 8,9% y los jóvenes con mujeres fueron los que más sufrieron por la caída del empleo, que bajó un 2,8%, pero la caída de las horas trabajadas fue del 11%, lo que da idea de la gravedad de la crisis. Las medidas de apoyo –añadió Draghi– han amortiguado el impacto social, pero esto se ha dejado sentir en los grupos más débiles».
El efecto del Plan de recuperación se traducirá en la creación de 750.000 puestos de trabajo, aproximadamente la mitad de 1.350.000, cifra total de nuevos empleos que se esperan alcanzar desde ahora hasta el 2024.
En cuanto al Sur, problema crónico de Italia, con eternas promesas de los gobiernos sin llegar nunca a equilibrar la desigualdad, el plan destina 82.000 millones, «lo que significa un 40% de la cifra total», destacó Draghi, que anunció que «más del 50% de las inversiones totales en tren de alta velocidad y sistema portuario se dirige al sur».
El plan de Draghi plantea cuatro grandes reformas, acompañadas de otros seis objetivos. Los proyectos de reforma se refieren a la fiscalidad, lo que supondrá una baja de impuestos; justicia para reducir en un 40% el tiempo de los procesos; administración pública, para eliminar la pesada burocracia actual, y competencia para acabar con la parálisis del crecimiento en Italia durante las dos últimas décadas.
Se reforman también las pensiones que había puesto en práctica el gobierno de Giuseppe Conte, alargando la vida laboral a 67 años a partir de 2022, salvo para categorías especiales.
Revolución verde
Por grandes capítulos, este será, a grandes líneas, el reparto de los dineros del Plan de recuperación: 1) Digitalización, innovación, competitividad y cultura: 49.200 millones de euros (22% del total de los fondos). 2) Revolución verde y transición ecológica: 68.600 millones (30,9%). 3) Infraestructuras para una movilidad sostenible: 31.400 millones de euros (14,1%). 4) Enseñanza e investigación: 31.900 millones (14,4%). 5) Inclusión y cohesión: 22.400 millones de euros (10,1%). 6) Sanidad: 18.500 millones (8,3%).