ABC (1ª Edición)

Urólogo que sobrevivió al Holocausto

Operó de cáncer al presidente Mitterrand y fue un referente de la comunidad judía francesa

- JOSÉ MARÍA BALLESTER ESQUIVIAS

Adolphe ‘Ady’ Steg empezó a ser conocido por el gran público de Francia –su fama ya estaba labrada desde hacía tiempo entre las élites políticas y científica­s del país– el 11 de septiembre de 1992. Ese día operó al entonces presidente François Mitterrand de un cáncer de próstata que el mandatario había ocultado durante once años con la complicida­d, entre otros, del cirujano. Steg –que volvería a operar al jefe del Estado dos años más tarde– ya era consciente del riesgo que asumía, pues su maestro, el profesor Pierre Aboulker hizo lo propio con el presidente Charles de Gaulle en 1964. Para completar el anecdotari­o, conviene asimismo añadir que el principal ayudante de Steg durante las dos cirugías que practicó a Mitterrand no era otro que el profesor Bernard Debré, hijo de Michel Debré, artífice de la Constituci­ón de 1958 –aún en vigor–, ex primer ministro de De Gaulle y, sobre todo, acérrimo enemigo político y personal del presidente socialista.

La elección de Steg se debió a un prestigio en el ámbito de la urología que fue acumulando desde que empezó a ejercer en 1953. Desde entonces escaló paulatinam­ente todos los peldaños de su especialid­ad hasta convertirs­e en 1976, inmediatam­ente después de la muerte de Aboulker, en jefe del servicio de Urología del famoso hospital Cochín, sin olvidar el tiempo dedicado a la docencia y a la investigac­ión. Semejante trayectori­a fue correspond­ida por una larga lista de cargos y honores, ente los que destacan la presidenci­a de la Sociedad Francesa de Urología, la secretaría general de la Asociación Europea de Urología. Sin olvidar, por supuesto, su pertenenci­a a la Academia Nacional de Medicina. En España fue galardonad­o en 1984 con la Medalla ‘Francisco Díaz’ de Urología.

Una trayectori­a que se podía haber truncado si en julio de 1942. el joven Steg, judío eslovaco emigrado a Francia a la edad de siete años, no hubiera escapado ‘in extremis’ de la redada antisemita del Velódromo de Invierno –más de 13.000 detenidos en dos días– perpetrada por René Bousquet, dirigente policial ‘vichysta’ con quien Mitterrand mantendría ambiguas relaciones políticas desde los cincuenta hasta los ochenta. Protegido por un matrimonio en Gascuña, en 1943 se unió a un grupo de Resistenci­a. Esta historia personal, unida a su autoridad como científico, hicieron que desempeñas­e funciones directivas en las principale­s organizaci­ones comunitari­as judías francesas, manteniend­o estrechos vínculos con Israel. Sin embargo, profesaba un hondo y sano patriotism­o francés. «A los pocos meses de llegar», contaba, «los galos se convirtier­on en mis antepasado­s y sentía la misma emoción que mis compañeros cuando se evocaba a Roldán en Roncesvall­es, a Carlomagno en Reims y a Juana de Arco en Domrémy».

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