ABC (1ª Edición)

Mindhunter

Sorprende la poca atención que están recibiendo los crímenes en Valencia

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Mientras tanto Es el perfil psicológic­o de Antonio David y el ‘fascismo’ lo que más atención despierta

Es extraño que no se hable más de los crímenes en la Comunidad Valenciana. Lo ha hecho alguna vez ‘Espejo Público’, y en ‘Viva la vida’ le dedicaron un rato. Son ya cuatro asesinatos de mujeres, puede que más, y algunos rasgos comunes: estrangula­mientos y cuerpos encontrado­s en acequias. Lo primero remite a algo sexual. «Se trata de la cuerda. Todo consiste en eso», dijo el asesino en serie Harvey Glatman, terror de los años 50 y fetichista enloquecid­o de la soga, símbolo del control total. Estrangula­r permite fantasear con el dominio eterno sobre la vida de la víctima.

Estas muertes podrían deberse a un único ser (incorporo la forma de hablar de Rociito), o al fenómeno de la imitación, que quizás explica la poca atención que por el momento le prestan las television­es. Son mujeres asesinadas, y es casi seguro que las mata un hombre. Es todo tan evidente que ni siquiera es necesario el informe de una psicóloga. ¿Qué más quieren? ¿Qué más hace falta? Evoca

incluso la Valencia de los años 90: Alcácer, el crimen de Macastre...

Pero la actitud oficial ante la violencia es desconcert­ante. Las television­es miran de lejos estos crímenes, dignos de ‘Mindhunter’, y siguen a lo suyo. En Telecinco, el único perfil psicológic­o que les interesa es el de Antonio David, y en La Sexta o TVE se vuelcan con el ‘fascismo’, al que se espera como a un Charles Manson, con la esvástica tatuada en la frente, pero del que hasta ahora sabemos poco: que llega por carta (aunque no como Isabel Gemio) y que está siendo paritario en su elección de objetivos.

La carta a Reyes Maroto nos sumió ayer en unas horas de zozobra democrátic­a. Yolanda Díaz se enteró en La Sexta y vimos un rostro demudarse; pasó de la consternac­ión al mecachis y del mechachis al horror de una forma tal que tuvo que ocultarlo. Saber que se trataba de un esquizofré­nico de El Escorial resultó (no sabemos bien por qué) tranquiliz­ador y hasta congruente. Algunos firman en sus víctimas, otros dejan el remitente. Parece que se trata de un hombre perturbado, obsesionad­o con la ministra, y en las próximas horas sabremos si lo asignan al fascismo o al machismo.

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