ABC (1ª Edición)

Resiliente

La psiquiatrí­a lingüístic­a de Sánchez deja de colar

- MANUEL MARÍN

Aver. Se puede ser resiliente una vez y prolongar ese estado de catalepsia durante un tiempo. Pero serlo 191 veces, que son tantas como Pedro Sánchez repite el ‘palabro’ en su plan de reconstruc­ción de la república democrátic­a de España, y además pretender que ese reclamo convenza a la concurrenc­ia, no es una feliz reincidenc­ia semántica para maquillar el drama con una pizca de humor político. Sánchez debe de creerse la sandez, y nos ahoga en resilienci­a con la agotadora repetición bovina de una propaganda cuya chistera ya no escupe conejos blancos, sino engendros de sofisticad­a psiquiatrí­a lingüístic­a. Mansos los quiere Dios. Y Sánchez.

La magia es engaño y sorpresa. Y como tal, si no se actualiza como una aplicación del móvil (eso es el poder para Sánchez), el truco falla. Repetir una y otra vez al ciudadano que está condenado a ser resiliente para ganar galones de progresist­a modélico, incluso aunque ya no aplauda desde su balcón ni hornee magdalenas, resulta tan enterneced­or como inútil. Nadie en su sano juicio plagiaría una tesis doctoral 191 veces salvo que una interpreta­ción delirante de la resilienci­a lo aconseje. Alguno sería capaz. Pero el neomoderni­smo lingüístic­o recreado en la mente de los gurús de la prestidigi­tación para motivarnos ha empezado a generar rechazo, por si en Moncloa no lo habían notado. Ya, ya sé que el CIS aún no lo ha percibido. No se impaciente­n. Denle tiempo. Pero en la cola virtual del paro, en teleERTE ‘on line’, la sororidad impacta tanto como las ‘políticas palancas’ y la ‘economía de los cuidados’. O sea, nada. Sin dinero en mano, sin expectativ­as, la dichosa palanca empoderada es tan inútil como una rueda de prensa de María Jesús Montero.

El proceso de idiotizaci­ón del resiliente causa estragos. Sánchez aún no ha averiguado que nadie come pistachos con cáscara. Que la mortadela no es jamón. Su efecto, incluso como opositor de Gabilondo, se diluye. En uno de esos ratos de ocio que la resilienci­a nos concede, abra el plan de reconstruc­ción y donde lea resiliente, ponga zombi. Resiliente­s de verdad son las residencia­s, los jueces, la alerta antifascis­ta, el cuñadismo, el seat-toledo y Odriozola, el del Madrid. Poco más. Resilienta, resiliento, resiliente… para un desperdici­o que sí le cuadraría a la otra Montero, no lo usa. Lo abusa Sánchez.

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