ABC (1ª Edición)

Con la muerte en los talones

- CARMEN DE CARLOS

Venezuela es territorio sin ley o con la ley de los criminales, como en Burkina Faso, la tumba de David Beriain y Roberto Fraile. Los periodista­s iban a retratar la naturaleza y la naturaleza humana les ha hecho la fotografía eterna con su muerte. Asesinos, sin piedad, en esa África que fue francesa y se bautizó como «tierra de hombres honorables».

Los verdugos en la tierra, de allí y de aquí, eligen. Dicen que no distinguen pero lo hacen. En la América que fue española, se mata a la gente por pensar diferente y en la España de hoy se impone el vale todo para ganar en las urnas y en la carrera de las mentiras. HRW detalla en su último informe las aberracion­es cometidas en el Estado venezolano de Apure, fronterizo con Colombia. Degollados, torturados, secuestrad­os, violadas... Poblacione­s enteras sometidas empujan el éxodo de la caravana humana hacía el país vecino.

Lo que dice el régimen de Nicolás Maduro sobre este escenario de terror cotidiano, es una cosa y lo que pasa detrás del telón de acero de la informació­n que impone la dictadura, otra. El Gobierno de Caracas responsabi­liza, de puertas afuera, a los restos de los restos de las FARC, del ELN y a otros grupos armados. La farsa gubernamen­tal incluye aspaviento­s de sorpresa teatral. La realidad, demuestra otra versión terrorífic­a donde los protagonis­tas principale­s, los que matan, son las fuerzas de seguridad bolivarian­as.

Venezuela, desde la época de Hugo Chávez, es terreno abonado de las guerrillas terrorista colombiana­s. También, por cierto, refugio de etarras con cargos públicos como los que desempeñó Arturo Cubillas Fontán, instructor de Javier Atristain y Juan Carlos Besance Zugasti. Lo mismo sucedió durante la década de Rafael Correa en Ecuador, que actuó con los mismos aspaviento­s cuando el Ejército, bajo las órdenes de Alvaro Uribe y el por entonces ministros de Defensa, Juan Manuel Santos, bombardear­on el campamento de Raúl Reyes, sorprendid­o mientras mandaba unos mails para los suyos o saboreaba unos camarones para él sólo.

En la memoria quedarán nuestros muertos, en la historia, la vida y miseria de los vivos que los mataron.

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