El mercado del arte antiguo tiene en España su último Eldorado
Muchas colecciones aún guardan obras de los grandes maestros, indetectadas
El novelesco caso del ‘Ecce Homo’ de Caravaggio que iba a ser subastado como ‘círculo de Ribera’ por 1.500 euros y podría haber alcanzado los 200 millones en una subasta internacional ha puesto sobre la mesa un hecho poco conocido: España es el único país de Europa donde aún pueden aparecer en cantidad cuadros importantes de pintura de los siglos XVII al XIX. Por eso en las últimas décadas se nota más la presión del mercado.
La legislación restrictiva impide salir de nuestro país las obras más importantes, pero no obliga a que el Estado las adquiera, puesto que también se considera que están bien en manos privadas. Cualquier movimiento o restauración sobre las que se declaran Bien de Interés Cultural (BIC) debe ser supervisado por las autoridades. La tensión a menudo estalla entre los especialistas, la Junta de Valoración y Exportación
del Ministerio de Cultura y algunos poderosos coleccionistas que ven imposible alcanzar en España el beneficio que la venta de sus obras tendría en el mercado internacional.
Los intereses, legítimos, están contrapuestos. Repetidamente ABC ha dado noticia de aciertos y fracasos en este triángulo regado de tanto dinero como buen gusto por el mejor arte. Goyas únicos que pudieron saltar nuestras fronteras, como el boceto de la ‘Aparición de la Virgen al Apóstol Santiago’ (único vestigio de un importante cuadro destruido en la Guerra Civil) o retratos como el del «bordador Juan López de Robredo». Por no hablar de dos pequeños Murillos que cambiaron de manos y de ‘pasaporte’ en 2012 mientras estaban expuestos en el Prado...
El equilibrio es difícil porque no se pueden parar todas las ventas. Muchas veces los anticuarios y coleccionistas operan con un sigilo más allá de lo discreto que acaba levantando sospechas. Tal vez por eso ha habido también casos felices, como cuando la Junta declaró inexportable el posible Caravaggio el pasado 8 de abril, o cuando en 2004 se impidió la salida de un formidable tapiz de Van Aelst, ‘La visión de Ezequiel’, o más recientemente, otra pieza de tapicería de la máxima calidad, que perteneció a Enrique VIII, ‘Quema de libros de los gentiles en Éfeso’. Por ambas se interesó mucho el Metropolitan. Y hay muchos casos más, con final feliz y del otro, que no saltan a la prensa.
La clase emergente del XVIII empezó a coleccionar arte en España en una dimensión mayor que cuando la actividad se reservaba a la nobleza. Una conocida estudiosa señala que desde entonces aparece la nueva figura del aficionado, la del crítico de arte y también, claro, la del charlatán. Los viajeros de la época, como Ponz en el cambio de siglo, ya dejan registro de un océano de pintura. En 1808 con la guerra y después con las desamortizaciones, ese océano comienza a moverse de tal modo que muchas pinturas salen en almonedas y otras tantas desaparecen, camino al extranjero, en un expolio a veces, cuando no un expurgo, y por tanto también en un movimiento de ocultación de bienes que arraigó pronto y llega hasta la Guerra Civil.
Por todo ello, muchas colecciones tienen joyas indetectadas de los maestros españoles y napolitanos, casi todas de tema religioso, como el Caravaggio, que salió a subasta en un lote marginal, ilustrado con una foto pequeña en el catálogo pero que, nada más publicarse y leerse en todo el mundo –los tiempos de internet– atrajo la atención de especialistas de varios países.
¿Cuántas joyas indetectadas esperan su oportunidad? Imposible poner una cifra. En Italia, tras siglos de Grand Tour, y en Francia y Gran Bretaña, con leyes que ponen caducidad a la inexportabilidad si el Estado no puede comprar los cuadros, las colecciones están perfectamente escrutadas. Allí es muchísimo más raro un hallazgo importante, en comparación con lo que se ha dado y podría darse en España. Por eso las galerías especializadas en España, sobre todo Caylus, Nicolás Cortés y Colnaghi (esta última es la que gestiona el Caravaggio) aumentan la presión para un cambio de ley.
Esa ley ha permitido que muchas obras maestras permaneciesen en España y por ello no hay motivos de peso para cambiarla. Un responsable de una importante institución lo describe así: «Los anticuarios tratan de evitarnos para defender su negocio y a menudo somos los últimos en enterarnos, pero estamos alerta y la ley es un instrumento eficaz para evitar la pérdida de patrimonio en España».
Ley protectora En España se restringe la exportación y los anticuarios presionan para que la ley cambie