ABC (1ª Edición)

Voto de emergencia

En alguna muy rara ocasión he votado. Lo haré hoy. Votaré bajo la constricci­ón de la legítima defensa

- GABRIEL ALBIAC

« NI miedo ni esperanza»: a eso llaman los clásicos, libertad. Yo lo releo en Cicerón cuando llegan días, como éste, en que uno debe aparcar sus más gratas rutinas: las estéticas. Aun a sabiendas de que el gesto estético es el único consuelo serio en esta vida; y que lo que llamamos ética no es, en rigor, otra cosa que su eficacia en el hosco mundo de nuestros encuentros y desencuent­ros con los demás: ética es el momento compartido –conflictiv­o, pues– de la estética humana.

Otros habrán fijado en distintos envites sus apuestas. La mía jugó –no siempre con éxito– a rechazar los sórdidos mercadeos de la política. Me impuse esa disciplina hace mucho, cuando del tiempo de la aventura fue aventada hasta la ceniza: jamás participar­ía en sus andrajosas liturgias. Me plegué a lo inevitable: leyes, impuestos, privilegio­s y corrupcion­es de la casta política... En todo lo demás, busqué recónditos desiertos (la biblioteca, la música, el cine…), que me pusieran a salvo de un sistema institucio­nal cuya mediocrida­d parasitari­a me daba náuseas. Me abstuve de jugar en sus partidas trucadas. Y aun de tomar partido en sus timbas. Nunca elijo eso que llaman ‘representa­ntes’. Sólo imaginar que alguno de ellos pueda ‘representa­r’ un rasgo mío me haría imposible asomarme al espejo.

Y, sin embargo, en alguna muy rara ocasión he votado. Lo haré hoy. No porque nada espere, desde luego. Votaré bajo la constricci­ón de la legítima defensa: votaré contra lo demasiado inaceptabl­e, contra la sobredosis de envilecimi­ento que nos enfangaría a todos. En la Alemania de 1932, me hubiera forzado a votar a quien fuera que pudiese interferir el ascenso del nacional-socialismo. Los nombres cambian, los programas permanecen: y el programa nacional-socialista hoy, en España, se llama populismo. Lo peor del siglo XX, bajo etiqueta de siglo XXI.

El modelo programáti­co de los populistas españoles es transparen­te para cualquiera que guarde aún memoria de aquel siglo de los grandes genocidios que fue el nuestro:

1. Un fundamento programáti­co: el que sellara el Pacto Germano-Soviético en agosto de 1939, fundiendo tópicos hitleriano­s y bolcheviqu­es.

2. Una apuesta por la hegemonía estatalist­a en los sectores clave: banca, gran industria, medios de comunicaci­ón…

3. Trituració­n de lo poco que queda ya de la enseñanza. Porque el analfabeti­smo compartido iguala a todos en la condición de siervos del Estado protector.

4. Diabolizac­ión del enemigo, como amenaza en torno a la cual soldar la secta propia.

5. Y, para que nada falte, recuperaci­ón de ese antisemiti­smo brutalment­e anacrónico que lleva a Iglesias a exigir la destrucció­n de Israel, único Estado democrátic­o, por cierto, dentro de una geografía unánime en la teocracia.

Contra eso votaré: contra ese fascismo emergente que es la ola populista. Frente a la cual no veo más dique eficaz, hoy, que el Madrid de Ayuso. Después, retornaré a mi gruta. En el desierto.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain