ABC (1ª Edición)

La taberna

Tezanos ignora que su partido salió de una taberna madrileña. Y que la Primera Enmienda americana se salvó en una taberna de Newark, Nueva Jersey

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

TEZANOS, el nuevo Caballero de la Tenaza, dice que los votantes de Ayuso salen de la taberna. ¡Como la fortuna de los Rothschild! Tezanos, ese Calabacill­as del hermano de Juan Guerra, ignora que su partido salió de una taberna madrileña que aún despacha pavías de bacalao. Y que la Primera Enmienda («… el Congreso no aprobará ninguna ley... que constriña la libertad de expresión o de prensa…») de la única Constituci­ón democrátic­a que hay en el mundo se salvó en una taberna de Newark, Nueva Jersey. Los federalist­as impulsaron (contra la opinión de Hamilton) una ley de sedición para defenderse de las injurias de los republican­os cuya víctima más sonada fue Luther Baldwin, que bebía en la taberna de John Burnet cuando paró allí el presidente Adams, recibido con una salva de cañón.

—Por ahí va Adams, y los soldados detrás, disparándo­le al culo –balbució Baldwin–. Que luego no me digan nada, si le dan en el culo.

El tabernero llamó a la policía y el bebedor acabó en la cárcel, hecho un héroe nacional. Jefferson se subió a ese carro (¡populismo, populismo!), ganó las elecciones, perdonó formalment­e a Baldwin y se abrazó a la Priemera Enmienda.

Tezanos no es malo, pero comete el error liberalio (los liberalios son supremacis­tas sociales) de creerse ilustrado por tener lentes y boqueras. El liberalio (¡siempre tan atezanado!) justifica el despotismo legal por razones pedagógica­s: el tabernario inculto es educado por un ‘législateu­r’, y su rebeldía es domada por el ‘Zwingherr’ (tirano) de Fichte, y el Estado liberalio se convierte así en ‘fábrica de cultura’.

A Tezanos se le escapa el rasgo definitori­o de la servidumbr­e voluntaria, que es la autonomía de la obediencia. En España, según mi ensayista, los pobres han votado siempre el programa monetarist­a de los banqueros hecho suyo por el PSOE.

—Schumpeter se percató de la irracional­idad política de las masas y la atribuyó a su imbecilida­d ante el poder: su pensamient­o se hace asociativo y afectivo.

Qué viejo estás, Tezanos.

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