ABC (1ª Edición)

La visita de Alberto Fernández

- CARMEN DE CARLOS

El lunes estaba previsto que el presidente de Argentina llegara a Madrid. Alberto Fernández, en apenas día y medio, tenía una cita con el Rey, otra con Pedro Sánchez, contactos reducidos con algunas empresas argentinas de capital español y cierto espacio para sus cosas. Después, Fernández seguiría (sigue) rumbo a Francia con Macron y a Italia donde se reunirá con el Papa.

La cuestión principal de esta visita oficial a España, venía a ser la misma que trató, hace menos de un mes, el ministro de Economía, Martín Guzmán: ayuda para torear la renegociac­ión de la deuda con el FMI y el Club de París. Extraño venir para hacer lo mismo que Guzmán pero, quizás, se entienda porque el presidente necesitara salir a tomar un poco de aire fresco en este Madrid primaveral.

Tan cerrado estaba su viaje que la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, podía hacer tranquilam­ente las maletas para irse –esta noche– rumbo a Brasilia y a Asunción (Paraguay es de los pocos países que nunca dejaron de mirar a España con buenos ojos y desde el 2015, entre unas cosas y otras, se había quedado lejos de la agenda de Exteriores así que bien merece volver a estar en el horizonte).

Con este panorama, en apariencia despejado, a media tarde de ayer, lo que era seguro dejó de serlo. No todo pero sí la parte española. Fernández suspendió de su periplo europeo a España e incorporó a su comitiva a Guzmán, el hombre que tuvo que digerir el sapo de tragarse, pese a haberlo destituido, al subsecreta­rio de Energía, Federico Basualdo. El cese de su subordinad­o había sido confirmado también por el Fernández presidente y jefe de Estado pero... no se cumplió. Así que uno y otro quedaron a los pies de los caballos de la crítica por su falta de autoridad, porque a Basualdo, le dejaron en su sitio, la vicepresid­enta Cristina Fernández y su hijo Máximo Kirchner, los mismos que pusieron al Fernández presidente en el suyo.

Entre las cuerdas de una crisis política, sanitaria y económica, que le supera, Alberto Fernández cambió su hoja de ruta y dio algo parecido a un golpe de autoridad, al subir al avión a Guzmán y, por cierto, dejar a Sánchez y al Rey, plantados.

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