«Los niños no son malos, ¡es que son niños!»
► La psicóloga Silvia Álava explica que la fórmula del poli bueno y malo no funciona
¿Cuántos padres se sienten en alguna ocasión desesperados porque sus hijos no paran quietos y tienen que regañarlos todo el día? ¡Calma! «Los niños no es que sean malos, ¡es que son niños!», al menos así lo asegura la Doctora en Psicología Silvia Álava. «Son pequeños y, de vez en cuando, tienen algún comportamiento que es incorrecto. Eso no significa que sean malos. Lo primero que hay que pensar es: ‘esto que está haciendo, ¿es lo que yo espero?’. A veces los padres son demasiado exigentes. Si espero que se siente a comer y esté quieto, lo mismo tengo que bajar mis expectativas porque los niños se mueven y hacen ruido».
Cuando no se arrepienten
Otra cosa diferente, añade, es cuando se observa que actúan con cierta maldad, que insultan, pegan..., que no son capaces de conectar con las emociones ni los sentimientos de las personas que los rodean, no son conscientes del daño que hacen y, además, no se arrepienten ni piden perdón. «Eso es diferente y ahí sí tendríamos que trabajarlo con ellos».
Lo habitual es que a partir de los dos años entren en una etapa de rabietas porque se sienten personitas lo suficientemente mayores como para darse cuenta de que «yo valgo», y la rabia es la forma de demostrárselo. «Este tipo de comportamiento no implica un problema, pero si cuando supera los cuatro años continúa con estos estallidos emocionales tan fuertes con los que se hace daño y perjudica a los demás, entonces los padres sí que deben observar las causas para analizar su comportamiento y ver cómo ayudarle. Habría que sentarse a su lado y preguntarle ‘¿por qué has hecho eso?’ ‘¿cómo te has sentido?’ ,‘¿cómo crees que se han sentido los demás?’. De esa forma va a ser mucho más productivo que un grito o castigo».
No obstante, la autora de ‘Queremos hijos felices’ apunta que los menores copian el comportamiento que ven en sus adultos de referencia, familiares, profesores, compañeros de
Resetear «El estrés hace que nos moleste cualquier cosita que haga nuestro hijo y le chillemos enseguida»
clase y gente que ven en las redes sociales. «No se trata de prohibirles todo lo que no sea de nuestro convencimiento para que solo vean el mundo que yo quiero, sino fomentar en ellos el sentido crítico de que lo que están viendo, que quizá no es nuestro modelo ideal. En ese caso — matiza— podemos ver con ellos esos vídeos en redes sociales y reflexionar con ellos, plantearles ‘¿tú que opinas?’, ‘¿qué piensas de lo que hacen?’. Si se va con otro discurso, con el de ‘mira qué mal lo están haciendo, qué barbaridad’, es una fórmula que no funciona porque, incluso, les estamos transmitiendo cierto atractivo para ellos. Es mejor comentar, saber qué opinan e intentar cambiarles la idea inicial si era equivocada».
Cambiar el foco
Lo que ocurre, en su opinión, es que los adultos están a veces tan agotados que cualquier cosita que haga un niño, por pequeña que sea, les enfada. «Vamos a pararnos y a no poner el foco solo en lo que hace mi hijo, sino en lo que yo hago porque, en ocasiones, las primeras personas que deben cambiar somos nosotros. Hay que resetear y ver cómo arreglar la situación para no chillar porque el grito nos sale en automático debido a que tengo mucha prisa en que el niño desayune para ir corriendo al cole. Eso no ayuda a la educación».
Añade que, para conseguirlo, los padres deben estar en sintonía «porque lo del poli bueno y poli malo no funciona. Las normas y límites siempre tienen que estar marcados por los dos progenitores».