La batalla de los nuevos maquiavelos: MAR deja fuera de juego a Redondo
EL ASESOR DE AYUSO AFIRMA QUE «LA CAMPAÑA DE SÁNCHEZ HA SIDO UN DESASTRE»
Las elecciones de Madrid han enfrentado a los dos asesores políticos más destacados del momento: Iván Redondo, del PSOE, y Miguel Ángel Rodríguez (MAR), del PP. El curtido gurú pucelano que asesora a Isabel Díaz Ayuso ha derrotado ampliamente al introvertido donostiarra que se ha convertido en la sombra de Pedro Sánchez.
Las elecciones de Madrid han sido en su trastienda la liza de dos habilidosos consultores políticos, Iván Redondo por el PSOE y Miguel Ángel Rodríguez por el PP. El curtido y extrovertido gurú pucelano, de 57 años, le ha doblado la mano al introvertido donostiarra que susurra en el oído de Sánchez, que a sus 40 años es el fontanero que más poder haya acumulado jamás en La Moncloa
(con una corte de un centenar de asesores y 22 directores generales, que algunos socialistas discrepantes ya denominan con sarcasmo ‘Redondistán’). Rodríguez (MAR) diseñó la estrategia que elevó a Isabel Díaz Ayuso de neófita dirigente regional a líder con eco estatal capaz de confrontar directamente con el presidente del Gobierno. Le salió bien. El PP se acostó el martes con 1,6 millones de votos y 65 escaños, mientras el PSOE caía a tercera fuerza en Madrid, con 610.000 papeletas y 24 diputados.
«¿Cómo ha visto a Redondo en esta campaña?», le pregunto a MAR. «No sé lo que ha hecho él. Pero lo que sí sé es que la campaña de Sánchez ha sido un desastre. Desde la definición de Gabilondo y la foto horrorosa hasta los cambios de guión». Ayuso no ha tenido problemas a la hora de reconocer en público su deuda con su gurú de cámara: «Es mi escudero, protector, compañero de aventuras; la persona que más me divierte, inspira y enseña». La ahora pujante figura de los estrategas palaciegos no nació ayer. El asesor político más célebre de la historia, cuyos consejos todavía resuenan, murió en 1527, con 58 años y apartado a la fuerza de la vida pública. Se llamaba Niccolò di Bernardo dei Machiavelli, procedía de una acomodada familia florentina y durante catorce años fue un exitoso diplomático y alto funcionario de la República de Florencia. Hasta que retornaron al poder los inevitables Médici, que lo encarcelaron y torturaron bajo acusaciones de traición. Liberado, se refugió en la lejanía de su finca y jamás logró retornar al corazón de la política. Pero la humanidad salió ganando con su desgracia. Y es que en su retiro Maquiavelo rubricó un clásico: ‘El príncipe’, un breve manual que instruye sobre cómo hacerse con el poder, y lo que es más difícil: cómo conservarlo.
El libro de Maquiavelo fue una bomba, cuya onda expansiva ha atravesado los siglos. Fundador de la ‘realpolitik’,
La ‘realpolitik’
Maquiavelo, el ‘spin doctor’ más celebre de la historia, firma el primer manual para conservar el poder
En campaña permanente
La profusión de elecciones y la evolución continua en redes sociales obligan al político actual a depender de jefes de gabinete como Iván Redondo (arriba)
concluye que a veces el príncipe debe actuar sin escrúpulo alguno, incluso erradicando al adversario. En Maquiavelo no hay moral ni ética, lo que importa es el puro poder. «Solo el resultado justifica la acción». Es decir: el fin justifica los medios. La violencia y el fraude son legítimos si resultan necesarios. Mientras Platón y Aristóteles habían filosofado sobre cómo crear una sociedad modélica, Maquiavelo va a lo práctico e inmediato: el poder por el poder.
La política actual incorpora dos novedades que lo han volteado todo: la taquicardia de internet, que obliga al político a un examen instantáneo en las redes sociales y las webs de información continua; y la profusión de procesos electorales (generales, municipales, autonómicas, europeas). El político vive en una campaña permanente, así que se entrega a jefes de gabinete, asesores de campaña, estrategas de re
des, escritores de discursos... Es una corte de pensamiento y marketing que le guarda las espaldas en la lucha constante por las encuestas y el voto. Recién llegado Felipe González a La Moncloa en diciembre de 1982, su fontanero jefe, Julio Feo, le preguntó cuál era en concreto su tarea. «Hacerme la vida fácil», le contestó el presidente. No deja de ser un modo de explicar el rol de los nuevos maquiavelos.
Para hacerle la vida más sencilla al político se han popularizado una serie de mañas, algunas harto discutibles, que hoy emplea hasta el más modesto de los asesores. Repetir hasta el hartazgo el mismo mensaje. Filtraciones a medios amigos a cambio de un trato favorable. Abroncar e intimidar a los periodistas críticos. No responder a las preguntas comprometidas, ni siquiera si te las plantean a bocajarro (véase las ruedas de prensa de Sánchez en la pandemia).