Sánchez desnudo
PS: Partido de Sánchez. Articulado en torno a un eje diamantino: la política es nada, la escenografía es todo
LA tentación más estúpida de los humanos la retrata un axioma de Blaise Pascal: avanzamos alegremente hacia el abismo, una vez que hemos puesto ante él una bonita pantalla que nos impida verlo. A la planificación metódica de esa estupidez colectiva llamamos política moderna. La electoral, más que ninguna otra de sus facetas, ha de atenerse milimétricamente a eso. Ganará siempre aquel que logre encubrir la vista y el aroma del albañal que se abre tras su celestial lienzo. Si la imagen que exhibe la pantalla está convincentemente artesanada, no habrá realidad, por afilada que sea, que pueda rasgarla. La obediencia del siervo será –como Étienne de La Boétie enseñaba– perfecta, porque será feliz.
La pantalla del dudoso Doctor Sánchez es, sin duda, una obra maestra. Y así hubo de experimentarlo, en la noche electoral del 4 de mayo, aquel pobre vencido que clamaba: «Yo soy Ángel Gabilondo y esto es el PSOE». Pero no, ‘esto’ no era el PSOE, era el salón de hotel al cual lo había relegado un Sánchez ya sabedor de la catástrofe que se avecinaba. Sin un solo dirigente socialista. La pantalla de los televisores hablaba con crueldad impecable. Con crueldad ausente hablaba Sánchez: esto es, no hablaba. Con ‘hemomaníaca’ crueldad de ‘aparatchik’, hablaba Ábalos, protegido en la segura distancia de una sosegada sede del PSOE: ha perdido él, pobrecito; ya nos ocuparemos de enterrarlo discretamente.
¿Qué es tan importante ocultar en la biografía política de Sánchez? Algo que, de no mediar la unánime apisonadora anímica de los televisores, heriría el sentido común más básico. Que las maneras de Emperador ungido por la Providencia, que el presidente exhibe a diario, reposan sobre un pedestal de barro. Hagamos somera cartografía de su imperio.
1.- Pedro Sánchez obtuvo los peores resultados electorales del PSOE en este casi medio siglo ya de régimen constitucionalista. 2.- Si Sánchez, pese a esa áspera realidad contable, pudo gobernar, fue al precio de dos peajes muy caros: a) el voto de los independentistas catalanes y vascos; b) la cesión de una parte del gobierno a esa variedad bananera de neofascismo que encabezaba Iglesias.
3.- En tales condiciones, Pedro Sánchez sólo podía sobrevivir decapitando a toda la red de mando del PSOE. La ingenuidad de los que permitieron el retorno a la secretaría del hombre a quien habían desautorizado previamente, fue pagada con la ejecución en masa de los viejos cuadros. Y con su sustitución por amigos y deudos del nuevo jefe. Y el PSOE dejó de existir. Quedó, en su lugar, el PS: Partido de Sánchez. Articulado en torno a un eje diamantino: la política es nada, la escenografía es todo.
Que unos cien mil votantes socialistas –nombres ilustres algunos– hayan pasado a votar a Ayuso es síntoma serio. La estatua del Emperador está agrietada. Y el decorado empieza a desmigajarse.