Una victoria catalana
«Camareros, chefs y clientes celebramos la victoria y por una vez en 45 años habíamos votado todos lo mismo»
Hacía muchos años que Barcelona no tenía la sensación de haber ganado algo y ayer volvieron las sonrisas y las miradas de complicidad en las caras de las personas aseadas. Júbilo en las conversaciones, como si Ayuso hubiera ganado la Generalitat. Desde que tengo memoria, nunca como ayer una victoria madrileña se había vivido como nuestra victoria.
La extinción de Pablo Iglesias se celebró más que la muerte de Franco. Y sin tanta hipocresía, porque lo que en 1975 fue incertidumbre y esconder las joyas, ayer fueron abrazos y alivio. Afloró por fin la realidad catalana, sobre todo en el disimulo con que los independentistas reconocían su satisfacción y la envidia de no tener a una presidenta como Isa.
Una Cataluña sumida en la inoperancia y la tristeza, levantaba la mirada por encima de sus tinieblas y recobraba momentáneamente el pulso pensando que en algún lugar ha de existir una Ayuso catalana. Camareros, chefs y clientes de bares y restaurantes celebramos la victoria y por primera vez en 45 años habíamos votado todos lo mismo. La libertad volvía a invocarse sin ser un pretexto para la tiranía.
Desde la intentona en Murcia, Barcelona llevaba hablando mucho más de la batalla de Madrid que de las negociaciones para la formación de gobierno en la Generalitat, que nadie sabe cómo van y sólo importan a los de la paguita. Ha ganado Madrid pero los catalanes con dos dedos de frente nos hemos quitado un peso de encima. Pronto por la mañana le había escrito a la presidenta para felicitarla y me había respondido que «ahora, a seguir llenando de libertad nuestra preciosa y desdichada España». Este era exactamente el sentimiento y la esperanza de una Barcelona que tras varios días de frío y lluvia amaneció ayer contenta y soleada como una princesa prometida.