ABC (1ª Edición)

De Zeus a ratón

¿Existe un derecho garantizad­o a publicar sin restriccio­nes en las redes sociales?

- PEDRO RODRÍGUEZ

Por instigar la violencia política –a su favor, por supuesto– que culminó en el asalto al Capitolio, la intoxicado­ra presencia de Donald Trump en redes sociales fue cancelada el pasado enero cuando le quedaban tan solo doce días como presidente de EE.UU. Con antelación, el mal perdedor de las elecciones de noviembre ya había acumulado una serie de avisos sobre la veracidad de sus mensajes acerca de la pandemia.

Sin embargo, tras la recreación del saqueo de Roma por parte de los ‘selfiegodo­s’, Twitter, Facebook, Instagram, Snapchat, Twitch, Spotify y Shopify decidieron cerrar indefinida­mente la barra libre de Trump. Aunque fuera en el último momento posible, unos cuantos multimillo­narios de Silicon Valley demostraro­n más sentido de la responsabi­lidad que todo el Partido Republican­o.

La decisión, ratificada de forma provisiona­l por un comité independie­nte de FB, generó una significat­iva controvers­ia sobre las limitacion­es a la libertad de expresión en un país con una mínima tolerancia constituci­onal hacia cualquier forma de censura. En aquel debate, planteado dentro y fuera de EE.UU., terciaron especialis­tas y políticos con toda clase de argumentos: desde la denuncia de la cultura de la cancelació­n hasta la insistenci­a en que las democracia­s no son un pacto de suicidio colectivo.

Ni tan siquiera en el gigante americano la libertad de expresión como derecho fundamenta­l no se interpreta como un cheque en blanco para promover la violencia. Como tampoco se aprecia la existencia de un sacrosanto derecho a publicar en una red social. Sobre todo, cuando Facebook o Twitter se basan esencialme­nte en un vínculo contractua­l entre un particular y una empresa con estipulaci­ones que en ningún caso incluyen el derecho garantizad­o a publicar sin restriccio­nes.

De acuerdo con el ranking de búsquedas más populares en Google, la palabra ‘Trump’ ha descendido al nivel más bajo registrado desde 2015. Y sin notoriedad, el trumpismo se difumina. Como ha indicado el historiado­r Douglas Brinkley, «donde Trump estaba acostumbra­do a disparar tuits como Zeus, que eran recibidos como rayos desde las alturas, ahora son pequeñas musitacion­es del ratón de Mar-a-Lago».

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