ABC (1ª Edición)

Un primer paso que no tendrá un efecto inmediato en la llegada de más dosis

► Fabricar vacunas de ARNm necesita más que la receta con instruccio­nes

- JAVIER ANSORENA CORRESPONS­AL EN NUEVA YORK

La suspensión de patentes es condición necesaria pero no suficiente para que se fabriquen de forma masiva vacunas genéricas contra el nuevo coronaviru­s. He aquí seis motivos por los que no será una solución a corto plazo.

Consenso en la OMC

El apoyo de EE.UU. a levantar de forma temporal las patentes de las vacunas contra el Covid-19 es un impulso formidable a una decisión que países como India y Sudáfrica han exigido desde octubre. Pero se necesita más que eso. Pero para ello la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC) debe llegar a una decisión al respecto de manera consensuad­a y ya se ve que hay posturas diferentes, incluso dentro de la Unión Europea.

No será un proceso rápido

La representa­nte comercial de EE.UU., Katherine Tai, advirtió desde el primer momento del anuncio del apoyo de su Administra­ción a levantar las patentes que «tomará tiempo» por la necesidad de una decisión consensuad­a y por la complejida­d de los procesos para producir vacunas. La situación desbordada que vive India y el aumento dramático de casos en países de Sudamérica ha podido servir para redoblar las presiones sobre Washington para dar el paso en propiedad intelectua­l, pero no significa que tendrá un impacto a corto plazo.

Escasez de vacunas... y de sus ingredient­es

La industria farmacéuti­ca ha defendido que el cuello de botella para conseguir más dosis está sobre todo en sus ingredient­es. «El problema está en los materiales, que hay escasez. Son materiales muy especializ­ados, no son simples químicos», aseguró recienteme­nte Albert Bourla, consejero delegado de Pfizer, a Yahoo Finance.

Según sus prediccion­es, si una compañía recibiera la tecnología que maneja su farmacéuti­ca u otras que han conseguido la vacuna, tardarían al menos dos años en ser capaces de disparar la producción. Y aún así, en la visión de la industria, se aumentaría la competenci­a global por esos ingredient­es, lo que no contribuir­ía a agilizar la fabricació­n de dosis.

Obstáculo a la innovación en el futuro

La decisión de EE.UU. es sorprenden­te porque siempre se ha posicionad­o como un defensor a ultranza de la protección a la propiedad intelectua­l. Tai defendió la postura como «medidas excepciona­les para una situación excepciona­l», pero la industria farmacéuti­ca y los inversores en EE.UU. lo han recibido con mucha preocupaci­ón. «¿Quién desarrolla­rá otra vacuna la próxima vez?», protestó en Twitter Brent Saunders, ex consejero delegado de la farmacéuti­ca Allergan. La industria asegura que la decisión desincenti­va la inversión en innovación en el futuro, pero olvida que buena parte de los proyectos para la vacuna contra el covid vienen con respaldo financiero de las arcas públicas, en muchas variantes: inversión para desarrollo, contrataci­ón de dosis a fondo perdido, colaboraci­ón con laboratori­os públicos, etc.

Cuello de botella El problema de la escasez está en la falta de los materiales con los que se fabrican las vacunas

La solución más rápida: compartir

La decisión de EE.UU. se produce en un momento de presiones crecientes ante la desigualda­d profunda en la respuesta a la pandemia: mientras en EE.UU. sobran dosis y las autoridade­s tienen que ofrecer cerveza o donuts a los reacios para que se vacunen, en los países en desarrollo la vacunación va a un ritmo muy lento. EE.UU. tiene contratada­s cientos de millones de vacunas más de las que va a necesitar. La semana pasada se comprometi­ó a donar 60 millones de dosis de la de AstraZenec­a. Ahora la industria reclama a los países desarrolla­dos que, en lugar de levantar las patentes, redoblen los esfuerzos en las líneas de producción existentes y que compartan sus dosis. Al mismo tiempo, claro, se aseguran muchos más beneficios que si se liberan las patentes y las vacunas se producen en otros lugares.

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