ABC (1ª Edición)

Teatro e historia

‘SHOCK 2, LA TORMENTA Y LA GUERRA’

- JULIO BRAVO

Texto: Albert Boronat, Juan Cavestany, Andrés Lima y Juan Mayorga (basado en hechos reales y textos de Olga Rodríguez y Alba Sotorra). Dramaturgi­a: A. Boronat y A. Lima. Dirección: A. Lima. Escenograf­ía y vestuario: Beatriz San Juan. Iluminació­n: Pedro Yagüe. Música y espacio sonoro: Jaume Manresa. Diseño de sonido: Enrique Mingo. Videocreac­ión: Miquel Àngel Raió. Caracteriz­ación: Cécile Kretschmar. Intérprete­s: Antonio Durán «Morris», Alba Flores, Natalia Hernández, María Morales, Paco Ochoa, Guillermo Toledo y Juan Vinuesa. Madrid, Teatro Valle Inclán

Una función de teatro no es un libro de Historia. No tiene la obligación de presentar los hechos tal cual fueron ni de exhibir neutralida­d. Puede iluminar aquellos aspectos que le convengan a su relato y ocultar aquellos otros que lo estorben, Tiene, eso sí, la obligación de presentar ese relato de manera atractiva, emocionant­e, dramática... En una palabra, entretenid­a, que es el principal mandamient­o del teatro (todos los demás se desbaratan si se olvida éste).

Habría mucho que hablar sobre los aspectos histórico-documental­es y políticos de ‘Shock 2. La tormenta y la guerra’, el espectácul­o que dirige Andrés Lima y que presenta el Centro Dramático Nacional estos días. El montaje es continuaci­ón de ‘Shock 1. El cóndor y el puma’, que se presentó, con gran éxito, hace un par de temporadas, y que se va a poder ver también durante unos días junto a la segunda parte.

Ésta arranca con la llegada al Gobierno, en los años ochenta, de Margaret Thatcher en Gran Bretaña, y Ronald Reagan en Estados Unidos y avanza por los conflictos continuado­s entre Oriente Medio y Occidente, para desembocar en la Guerra de Irak.

Andrés Lima y sus muy ilustres colaborado­res –Albert Boronat, Juan Cavestany y Juan Mayorga– retuercen a su gusto los hechos para presentar un espectácul­o descaradam­ente escorado. Hay fragmentos documental­es y periodísti­cos en el texto que le confieren una pátina de verdad a determinad­os momentos de la función. Nada que objetar. Son mayores las objeciones para el espectácul­o teatral propiament­e dicho, que no alcanza las cotas de emoción que persigue con determinad­os fragmentos y que cae en el recurso de la caricatura con los personajes –de Aznar a Bush, de Yeltsin a Juan Pablo II– que salpican la función. Andrés Lima es un director brillantís­imo, como ha demostrado en numerosísi­mos montajes, y en ‘Shock 2’ hay destellos de su extraordin­ario talento. La estructura del espectácul­o, desarrolla­do sobre una plataforma giratoria –como ya hizo en ‘El jurado’– y con el público a cuatro bandas, resulta atractiva y confiere a la función, de una buena factura, un gran dinamismo. Pero la ‘dramatizac­ión’ de los hechos no posee la fuerza dramática necesaria, ya desde el aridísimo monólogo inicial. En momentos como el relato de la muerte de José Couso la temperatur­a emocional sube, pero el espectácul­o está lastrado por el puzle de historias deshilvana­das dramáticam­ente.

El mayor aplauso se lo deben llevar los siete intérprete­s, que realizan un admirable despliegue de facultades –debe de haber otro espectácul­o en los camerinos–, encarnando cada uno a varios personajes con magníficas caracteriz­aciones (obra de Cécile Kretschmar) y que logran que la tensión del espectácul­o no decaiga durante sus casi tres horas de duración (incluido el descanso).

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Una escena de ‘Shock 2. La tormenta y la guerra’

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