ABC (1ª Edición)

Los impuestos bonitos

No hay Estado subvencion­al sin Estado fiscal. Ni clientelis­mo sin gasto. Al menos ya sabemos cómo piensan financiarl­o

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EL gran objetivo actual del gabinete de propaganda del Gobierno –o sea, del Gobierno en sí mismo, dado que la propaganda es su principal actividad– consiste en convencer a los españoles de que la subida de impuestos no es una subida de impuestos. O al menos, como eso va a resultar un poco difícil, de que es por nuestro bien. Que nos conviene pagar más para ser mejores europeos (sólo en eso porque los países prósperos de la UE casi nos doblan en renta per cápita y salario medio). Y en el peor de los casos, que el incremento sólo afectará a unos pocos: los ricos, los bancos, las multinacio­nales digitales y tal; en definitiva, a otros. Lo que pasa es que esto de la otredad es complicado de explicar cuando te van a cobrar más por casi todo: por el diésel, por la matriculac­ión, por circular por autovías –qué obsesión con los coches–, por los billetes de avión, por las cotizacion­es sociales, por el plan de pensiones, por la prima del seguro, por la herencia, por el patrimonio. Por sociedades si eres empresario, por el IVA si eres consumidor o autónomo. Y al final, aunque esto todavía no lo han dicho, tiempo al tiempo, por el IRPF, que es donde está el meollo recaudator­io. Un hachazo que dejará en pañales el de Montoro.

Ochenta mil millones en números redondos. Ése es el cálculo de la colecta. Más o menos lo que ingresa cada año el tributo de la renta. Y como no hay en España ricos a los que quitar todo eso, ni siquiera suficiente­s empresas, tendrán que ir a por las clases medias. Incluso por las bajas, que son las que no pueden permitirse coches eléctricos y a las que la supresión de la declaració­n familiar conjunta afectará de lleno. Pero es por su bien, como la tasa a los plásticos y a los refrescos. «Por un cambio de conducta de salud y medioambie­ntal», explicó ayer la ministra Montero. Ingeniería social a base de impuestos ‘bonitos’. A los pobres hay que aligerarle­s el bolsillo para que no engorden, vayan andando al trabajo, respiren aire limpio y puedan legar un mundo sostenible a sus hijos. Desde luego bienes materiales no les van a poder dejar a este ritmo.

A la misma vez, que decía Lopera, otra ministra, la de Trabajo, acaba de anunciar a todo trapo el retorno «imparable» de la política de gasto. Cuando la izquierda dice gasto significa indefectib­lemente deuda, clientelis­mo, despilfarr­o, subsidios, sector público sobredimen­sionado. Al menos ya vamos sabiendo cómo piensan financiarl­o. No hay Estado subvencion­al sin Estado fiscal, ni contribuye­nte sin sablazo… ni crecimient­o sin impuestos bajos. Es buen momento para recordarlo, con el plazo de Hacienda abierto. Cuando te vayas a retratar, piensa por ejemplo en los asesores que trabajan (?) en los ministerio­s de Podemos. Y como suele decir mi amigo Javier Caraballo, adopta uno; tienes derecho porque su nómina se paga con tu dinero. ¿Demagógico? Sí. Pero absolutame­nte cierto.

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