ABC (1ª Edición)

Camba en su mesa de trabajo Premio Nadal en 1972 Presentado­r de informativ­os

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terminarla­s. Sentado en el rincón de su salón, vigilado por los libros de Gregorio Marañón, Azorín, Julio Camba y de clásicos como Proust o Shakespear­e que pueblan su biblioteca, Carrascal recuerda sus inicios en el mundo del periodismo. Fue, como tantas veces, casi sin quererlo. En el 57 se marchó a Berlín, donde empezó a ganarse la vida como traductor y profesor de español, pero sus ganas de escribir le llevaron a publicar una primera colaboraci­ón en ABC en 1958.

De Berlín a Nueva York

Era el Berlín del Muro, la ciudad sitiada y dividida en cuatro sectores, y siempre había historias que contar. Enseguida, el ‘Diario de Barcelona’ y ‘Pueblo’ lo reclutaron y empezó a escribir de manera diaria. «Tenía un jefe que decía: “Cuando llega un teletipo de Berlín, sé que va a ser el tema de apertura de la sección”».

Las noticias de alta política, no obstante, no eran siempre las que más interesaba­n a los lectores. Recuerda que en sus viajes a España siempre le mencionaba­n un artículo que había escrito del edredón que usaban en Alemania, los nórdicos de hoy, en lugar de la manta española. «Eso lo aprendí de Camba. Un correspons­al debe desenredar el lío que arman los políticos, explicar por qué ocurren las cosas y sus consecuenc­ias, pero también debe hablar de las peculiarid­ades del lugar en el que está. Siempre tengo un Camba en mi mesilla o en mi lugar de trabajo».

En la ciudad automática, Carrascal cubrió la informació­n de la ONU, la muerte de Truman Capote o el estreno del musical ‘Hair’, pero nada como el Watergate: «Es el evento más importante sobre el que he tenido que informar. Los congresist­as republican­os y demócratas interrogar­on a todos los implicados sin que se notara de qué partido eran. Aquello fue democracia viva. A mí me gustaba ir en verano algunos días a la playa y durante aquellas semanas no lo hice. Acorralaro­n a Nixon y no pudo hacer otra cosa que dimitir».

Si el periodista madrileño abandonó EE.UU., para disgusto de su mujer, fue porque en los 90 le llegó una oferta que no pudo rechazar: la dirección de los Informativ­os de Antena 3, que en 1989 se convirtió en el primer canal privado en emitir para toda España. «Yo no soy un hombre de televisión, a mí lo que me gusta es escribir», afirma. Pero un amigo checo y Julio Iglesias le animaron a probar suerte. «Los checos son la gente más culta que he conocido. Me hizo ver que si en

el periódico me leían decenas de miles de personas, en la tele serían millones. Julio Iglesias también me aconsejó cambiar. Me dijo tres cosas: que iba a ganar mucho más dinero, que gracias a la fama podría publicar libros y me advirtió de que me iban a hacer muchas putadas. Acertó. La televisión es el medio de comunicaci­ón de nuestro tiempo».

Informativ­os

Con 60 años, Carrascal supo innovar al llevar a los informativ­os la opinión, en forma de editorial. «Martín Ferrand me dio libertad total. Me pidió que hiciera lo que había visto en otros países. Salió bien. Fueron los años del declive del felipismo y me atreví a decir cosas que no se estilaban en ese formato. Por la calle la gente me paraba y me decía: “Ayer lo vi”. Y yo me preguntaba: “¿Me ha escuchado?”. La televisión se ve, no se lee. Si puedes decir algo en cinco palabras, mejor que en diez».

A Carrascal no se le escapa una fecha durante la entrevista. Recuerda los días por el clima que hacía y es capaz de reproducir conversaci­ones tal y como ocurrieron. Se acuerda de aquel país en el que creció, tan distinto, en el que los españoles aún se preguntaba­n si eran europeos, en el que tener una radio era un signo de estatus social y en el que no existía el turismo.

«Marbella fue un invento de los extranjero­s. La sociedad española ha cambiado mucho. En mi juventud las generacion­es estaban muy marcadas. Los hijos se enfrentaba­n con los padres. Ahora el hermano pequeño con quien se enfrenta es con su hermano mayor».

El veterano periodista tiene cuerda para hablar durante horas, del lío judicial por el estado de alarma, del fracaso de los nacionalis­mos vasco y catalán, de cómo China dominará el mundo hacia 2050. «No van a cometer el error de los soviéticos de intentar exportar su modelo; ellos están exportando sus productos. No va a ser fácil adaptarnos», reflexiona, pero aún no ha escrito la columna de mañana y tenemos que ir terminando. Mientras se despide, insiste: él solo quiere irse sin que nadie se entere. Quién lo diría.

«Un correspons­al debe desenredar el lío de los políticos, pero también debe hablar de las peculiarid­ades del lugar en el que está. Esto lo aprendí de Camba»

«Siempre me he considerad­o escritor, pero me he dado cuenta de que soy periodista»

«Julio Iglesias me animó a dar el salto. La televisión es el medio de comunicaci­ón de nuestro tiempo»

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Arriba, Carrascal conversand­o con un campesino indio de las altiplanic­ies de Huehuetena­ngo (Guatemala). A la izquierda, a su paso por el Canal de Panamá con el barco Vizcaya en el año 1952
Con Reagan
Arriba, con Ronald Reagan. A la izquierda, la carta que el entonces presidente de EE.UU. le envió al obtener el Cavia
Viajes Arriba, Carrascal conversand­o con un campesino indio de las altiplanic­ies de Huehuetena­ngo (Guatemala). A la izquierda, a su paso por el Canal de Panamá con el barco Vizcaya en el año 1952 Con Reagan Arriba, con Ronald Reagan. A la izquierda, la carta que el entonces presidente de EE.UU. le envió al obtener el Cavia

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