ABC (1ª Edición)

«Esta profesión es una cuesta arriba, pero yo la he subido siempre feliz»

La veterana actriz ha sido galardonad­a con el premio Max de Honor, que recibirá en octubre en Bilbao

- JULIO BRAVO

La precarieda­d y el oscurantis­mo no impidieron que en los años sesenta y setenta del pasado siglo el teatro español viviera una llamativa ebullición, fruto de la cual floreciero­n compañías privadas amparadas en la solidez de sus intérprete­s. Una de las actrices que formó –y forma todavía– parte de la aristocrac­ia de nuestra escena es la barcelones­a Gemma Cuervo (1936), a quien la Fundación SGAE ha reconocido su fecunda trayectori­a escénica con el Max de Honor, que recibirá en octubre en Bilbao. La actriz habla con ABC en un lugar que conoce muy bien, el escenario del Teatro María Guerrero. —¿Qué siente al pisar de nuevo este escenario?

—Familiarid­ad y amor. —Dos palabras que definen para usted el teatro.

—Exacto. Es lo que yo siento en un teatro, sobre todo en uno en el que he trabajado tantísimas veces, como es éste. Es un tesoro. —No es lo mismo un teatro que otro...

—No, no... Cada uno te acoge de manera diferente. Pero siempre es... una maravilla.

—Compañeros suyos de profesión aseguran que estén haciendo o no teatro se activan al llegar las cinco de la tarde.

—A mí eso no me ocurre. Yo, si tengo que ir, voy corriendo, con el alma en la mano, encantada, porque un teatro es uno de los lugares del mundo en que me gusta estar. Y activa, más. —Su última función fue ‘La Celestina’, y de ella hace diez años. ¿No han surgido más proyectos o no quiere hacer más teatro?

—Ha pasado el tiempo, pero sí, sí quiero hacer teatro. A mí que me presenten funciones, que yo diré que sí a lo que pueda. Sí, sí... Me están hablando ahora de una película de una directora sevillana, y veré si la puedo hacer. Y teatro no me han propuesto nada; pero si quieren que lo hagan. —Usted vivió esa época dorada de nuestro teatro de los sesenta y setenta. ¿Esa manera de hacer ha desapareci­do?

—Se mejoró, sin ninguna duda, de arriba abajo. Hacíamos teatro de una manera especialme­nte difícil; no actoralmen­te, sino en cuanto a la puesta en escena de un espectácul­o y todo lo que entrañaba, que supone muchísimo trabajo y emplear muchísimo dinero. —Eso es un problema que hoy en día sigue sin resolverse.

—No lo sé, no estoy tan cerca del teatro. No sé si las personas adineradas

Pasado y presente

«Nosotros veníamos de una España difícil, una España negra. Todo eso ha mejorado, incluso se ha olvidado»

son o no amantes del teatro, o prefieren las carreras de caballos u otras cosas. Son libres de preferirlo.

—En esa época de la que le hablo era más fácil ver los grandes textos puestos en pie por las compañías privadas, había más riesgo...

—Nos arriesgába­mos más, sí, haciendo a los grandes autores: Shakespear­e, Sartre, Camus, Albee... —¿Hay algún papel que se le haya quedado dentro, por la razón que sea?

—He amado y amo completame­nte a todos mis personajes; todos los que he hecho son muy queridos. En unos he disfrutado más que en otros, unos son más brillantes que otros... Pero yo me siento feliz de haberlos hecho. No sé, ‘Los hijos de Kennedy’, por ejemplo, esa medio Marilyn Monroe que interpreta­ba, una pobre actriz en un bar y que soñaba con ser una estrella... Era un personaje muy bonito. Pero he hecho cosas tan clásicas y tan espléndida­s culturalme­nte... He hecho a tantos autores, desde Plauto a Buero Vallejo... Llevo en el bolso un recordator­io que no acaba nunca... Maravillos­o, media España está ahí. —Tengo la sensación de que los actores de teatro tenían, hace treinta o cuarenta años, algo distinto...

—Éramos profesiona­les por encima de todo, y amantes de nuestra profesión por encima de todo. No había nada que pudiera perturbarn­os, no lo permitíamo­s. Y quizás se ha notado un bajón, pero también es normal. Están entrando ráfagas de gente joven que no pueden tener la experienci­a que teníamos nosotros. Veníamos de una España difícil, menos dulce y luminosa que ahora; una España negra y como mucho con alguna pared gris. Todo eso ha mejorado, incluso se ha olvidado. La gente joven ignora todo eso. Los que tenemos una edad y seguimos bien recordamos perfectame­nte cómo era esa España tan tremenda. —¿Y hacer teatro era una manera de resistir, de protestar?

—Era una manera de educar: a nosotros mismos y al público. Porque el teatro es fundamenta­l en las almas. Quienes van no se olvidan nunca, ni olvidan por qué han estado allí. El que es más sensible entra y lo ama ya para siempre y tiene hambre de teatro. Hay mucho que aprender de los textos teatrales y de las interpreta­ciones. Mucho. —¿Siempre quiso ser actriz?

—Siempre quise estar en el mundo del arte. Luego me dediqué a ser actriz. A mí me fascinaba el cine. Yo era pequeñita y les decía a mis padres que me dejaran en el cine y le dijeran al acomodador: «A esta niña del plumier rojo la vendremos a buscar después». No quería salir, quería ver dos y tres veces las películas. Amaba esos mundos fascinante­s. —Haberse podido dedicar a ello imagino que la ha hecho ser feliz.

—¡Mucho! ¡Muy feliz! Esta profesión es una cuesta arriba, y subirla es un esfuerzo, pero yo la he subido siempre feliz.

 ?? // IGNACIO GIL ?? Gemma Cuervo, en el escenario del Teatro María Guerrero
// IGNACIO GIL Gemma Cuervo, en el escenario del Teatro María Guerrero

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain