Toni Rubio Las aventuras de un cazador de tormentas vocacional
El ambientólogo se dedicó a grabar esos fenómenos naturales entre 2017 y 2018 para la empresa Météorage. Un trabajo en el que tenía que ser previsor para mantenerse a salvo
Hay vocaciones que nacen en la infancia. «Cuando era un niño, me quedaba embobado en el balcón, viendo las luces y las descargas de las tormentas», recuerda el ambientólogo Toni Rubio (Alcira, 1987), que trabajó como cazador de rayos entre 2017 y 2018 para la empresa francesa Météorage. «Fue una experiencia vital. Con mi compañero de andanzas, Joan Boscà, lo hacíamos primero como aficionados. Luego nos presentamos a una oferta-concurso y fuimos elegidos. Tomábamos imágenes con una cámara de vídeo de muy alta resolución», añade. Su empleo requería planificación, prudencia y cierto gusto por la aventura. «Antes de empezar la caza, señalábamos en el mapa las zonas de mayor probabilidad de tormenta. Había que hacer un estudio previo. Horas antes al episodio, ya estábamos allí y nos ubicábamos estratégicamente para grabar lo mejor posible. La mayoría de las veces, tuvimos éxito», se felicita.
Las tormentas de estos días han protagonizado titulares en los periódicos. A mediados de junio, la que hubo en Galicia provocó casi cuatro mil rayos. Los cazadores permiten conocerlos mejor y ayudan a predecirlos. «Cuanto más te acercas, mejor los ves», resume Rubio, que hoy los estudia en la Fundación para la Investigación del Clima. «Eso creaba un frágil equilibrio con nuestra seguridad, que menguaba porque llevábamos un trípode. Por suerte, como la cámara no se podía mojar, la tormenta nos alertaba de cuándo teníamos que marcharnos. La mayor parte de los rayos caen en terreno empapado».
Hubo ocasiones en las que Rubio y Boscà se jugaron la vida. «La última caza fue en un parque eólico de Zaragoza. Empezaron a caer rayos en seco. En lugar de llover, comenzó a granizar. Oímos caer uno en las proximidades y pensamos que la perturbación electromagnética había chamuscado algunos componentes del equipo», cuenta el ambientólogo. «Cuando cae uno cerca, se oye muy fuerte, primero un clic y luego un estruendo. Pero lo único en lo que piensas en ese momento es en guarecerte». Según la Aemet, 52 personas murieron en España entre 1995 y 2015 por culpa de los rayos. «El promedio de su potencia instantánea está en decenas de gigavatios. La producción de las diez centrales nucleares más potentes del mundo es de 58 gigavatios en una hora».
El verano es la estación favorita de las tormentas. «En junio, julio y principios de agosto, las zonas de mayor riesgo son la ibérica turolense y el interior de Castellón», detalla Rubio. Los agricultores son quienes peor lo pasan. «Cuando la gente del campo oye tronar, sufre por los cultivos, porque se les puede echar a perder la cosecha». Los rayos atraen y atemorizan. Los científicos creen que fueron la chispa de la vida. «Nos fascinan porque trascienden nuestra energía y tamaño». El hombre sigue expuesto a los misterios de la naturaleza.
Los cazadores de tormentas se exponen a sufrir el impacto de un rayo, y el riesgo aumenta cuando llevan un trípode