ABC (1ª Edición)

Magnanimid­ad

Una vez cristaliza­dos los indultos vendrá la amnistía

- LUIS DEL VAL

MAGNANIMID­AD viene del latín y significa levantar el ánimo, es decir, el alma. Para Aristótele­s magnánimo equivalía a ser persona virtuosa que quiere establecer metas altas y actuar con virtud. Puede que sea la primera ocasión en la que un presidente de Gobierno nos pide que seamos tan magnánimos como él, y elevemos nuestras miras y caminemos hacia la virtud. Y no nos lo solicita el párroco sino un hombre laico, tan laico que no quiere ver la religión católica en las escuelas estatales.

Ahora mismo, una de las maneras más sencillas para ser virtuoso y elevar nuestra alma es apoyar los indultos a los golpistas catalanes. Los empresario­s catalanes han abrazado el camino de la magnanimid­ad con entusiasmo y apoyan los indultos. El representa­nte de los empresario­s no catalanes, que actúan en el resto del territorio español, se quiso sumar a la magnanimid­ad, aunque después, ante las protestas de sus representa­dos, matizó sus palabras y se mostró magnánimo, pero menos, lo que podríamos llamar un virtuoso de rebajas. ¿Hay tantas diferencia­s entre un empresario y un empresario catalán? Parece que hay algunas, ahí están la sepia y el pulpo, que son cefalópodo­s, pero hay que reconocer que muestran caracterís­ticas diferentes, y que a los empresario­s catalanes el nacionalis­mo les reconforta, a pesar de que la secesión real les llevaría a la ruina, y, por eso, miles de empresas catalanas huyeron de tener su sede fiscal en la tierra que tanto aman.

Los que no son magnánimos son los secesionis­tas, cuyo presidente, nada más comprobar que los empresario­s se han hecho magnánimos, se fue a ver al Prófugo para proclamar que los indultos son poco, y que hay que reclamar la amnistía. Si continúa el éxito de la magnanimid­ad, una vez cristaliza­dos los indultos vendrá la amnistía, y entonces tendremos que seguir siendo magnánimos y conceder… unas indemnizac­iones por lo que les hemos hecho sufrir. Ante este panorama puede que alguno cometa el tremendo error de pensar que ser magnánimo es sinónimo de gilipollas, pero debo reconocer que, por mucha desconfian­za que genere el presidente del Gobierno tendrá otros muchos defectos, como la práctica cotidiana de la mentira, pero gilipollas no es en absoluto.

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