ABC (1ª Edición)

Jonas Kaufmann «Si haces un buen Tristán, aseguras 10 años más de carrera»

► El tenor, que acaba de debutar en el rol wagneriano, ha sido aclamado por su ‘Tosca’ en el Teatro Real de Madrid

- KARINA SAINZ BORGO

Cada época tiene su mito. Y el tenor alemán Jonas Kaufmann (Múnich, 1969) ejerce de tal desde hace más de una década. Aunque preside su propio Olimpo, cualquiera podría pensar que se trata del ‘encantado de conocerse’ más humilde que alguien haya visto jamás. Así lo demuestra en un encuentro con la prensa en el Teatro Real justo al día siguiente del estruendos­o aplauso que le concedió el público madrileño en su interpreta­ción del Mario Cavaradoss­i en la ‘Tosca’ de Puccini.

Relajado, con una camisa de lino y unos pantalones verde oliva, toma asiento mientras emite suspiros de alivio al quitarse la mascarilla. «Venir a trabajar aquí y además gozar de tiempo libre para conocer algo de la ciudad y los museos es una maravilla. ¿Qué puedo decir? Pues que no es mi primera ‘Tosca’ y espero que no sea la última», bromea.

Kaufmann contesta a las preguntas en plural mayestátic­o y, entre una respuesta y otra, mastica una pastilla de chicle. «Cavaradoss­i es de los papeles que más me gustan. Desde que la canté en Covent Garden no dejo de disfrutar ‘Tosca’», explica, refiriéndo­se a la función de 2008 dirigida por Antonio Pappano, y cuya actuación le valió el favor y el fervor de la crítica.

Kaufmann y Madrid

Cada vez que actúa en el Real se agotan las entradas. Tras cancelar en 2008 y 2016, firmó su regreso en 2018 y en 2021 repitió con un recital junto al pianista Helmut Deutsch, con quien cumple ya treinta años de «trabajo y amistad».

Considerad­o el Otello del siglo XXI, Kaufmann debutó en el Teatro Real en 1999 como sustituto en el papel principal del tenor Zoltan Todorovich en ‘La clemenza di Titto’. Entonces no había conseguido ensanchar y perfeccion­ar su voz para obtener esa profundida­d por la que muchos le atribuyen la naturaleza de un violonchel­o. A la pregunta sobre por qué se prodiga tan poco en Madrid, Kaufmann contesta con sencillez: «El año es muy largo y trato de satisfacer la demanda de los teatros. Una producción operística requiere tiempo, mientras que con el concierto llegas, cantas y te vas. En mi situación, hay tantas invitacion­es y demandas y es muy difícil cumplir con todas las citas, básicament­e por falta de tiempo, ya que me gusta pasar tiempo con mis hijos y mi familia. Volveré por Tristán, claro». Se refiere al personaje del drama wagneriano en cuya interpreta­ción ha debutado este verano en el Teatro Estatal Bávaro.

Aunque reconoce que es un papel exigente, no considera que sea motivo para abandonar otros roles. «Algunos opinan que después de Tristán debes renunciar a una parte del repertorio, pero yo no quiero». «Todos necesitamo­s un Sigfrido, un Otello o un Tristán. De hecho, si haces un buen Tristán, te aseguras diez años más de carrera».

No repetirse jamás

Lo consideran el tenor total por su versatilid­ad, su sensibilid­ad delante del piano y sus dotes actorales. A fuerza de elegir cuidadosam­ente su repertorio, ha conseguido ensanchar su voz hasta hacerla única. Tras sus inicios en la Ópera Estatal de Sarrebruck y sus actuacione­s en Stuttgart, Fráncfort y Milán, se trasladó a Zúrich en 2001, donde comenzó su carrera internacio­nal. Tras su debut en el Metropolit­an Opera de Nueva York, en 2006, comenzó un ascenso imparable.

Aventajado intérprete wagneriano y verdiano, no se escuchaba a un cantante alemán así desde Fritz Wunderlich, asegura parte de la crítica. «Trato de cantar siempre con mi voz. No quiero ser un tenor italiano o alemán. Quiero ser un tenor», zanja. De sus años en Milán con Giorgio Strehler aprendió a no ofrecer jamás la misma actuación dos veces. «Hay que intentar crear un personaje distinto cada vez».

Al acabar el encuentro con la prensa, Jonas Kaufmann se pone de pie, encaja la mascarilla en el rostro y se dirige hacia el pasillo, donde el fotógrafo le espera para una breve sesión de retratos. El tenor contemporá­neo más famoso del mundo camina con sus zapatillas rojas y las gafas de sol en la mano. Es, ahora sí y tras media hora de conversaci­ón, el ‘encantado de conocerse’ más humilde que alguien haya visto jamás.

Kaufmann ríe como canta, con vigor. Apoyado en la baranda de las escaleras, en el foyer que antecede a la salida, resuenan sus carcajadas. El edificio entero retumba con su risa. Para el bávaro, sin duda, Madrid es una fiesta.

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// JAVIER DEL REAL El tenor bávaro Jonas Kaufmann, ayer en el Teatro Real

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