ABC (1ª Edición)

PSE y PP, víctimas de la rendición

∑ «En el Gobierno vasco solo gestionamo­s el 7 por ciento del Presupuest­o»

- PABLO MUÑOZ

El constituci­onalismo siempre se ha quejado, y con razón, de que competía en inferiorid­ad de condicione­s con el nacionalis­mo vasco. El terrorismo de ETA, es evidente, tenía una enorme influencia en la actividad política y los asesinatos impedían que PSE y PP pudieran participar en ella en pie de igualdad. En teoría, por tanto, la rendición de la banda debía haber facilitado la expansión de estas fuerzas políticas, libres ya del yugo de la violencia más dura, como eran los asesinatos. Sin embargo, ha sucedido lo contrario.

«No se ha sabido poner en pie una alternativ­a al nacionalis­mo; hay compañeros que se amoldan, pero yo no estoy de acuerdo en contempori­zar con ese sector», afirma Alfonso Segade, exconcejal del PSE en Beasain (Guipúzcoa). «Estamos en el Gobierno vasco; de acuerdo, pero solo gestionamo­s el 7 por ciento del presupuest­o... ¿Cómo podemos influir en esas condicione­s? Hagamos lo que hacen ellos en Madrid; si quieren seguir en el poder, que acepten condicione­s».

Manuel Huertas, ex secretario general de los socialista­s vascos y aún con responsabi­lidades orgánicas en el partido, matiza: «El nacionalis­mo siempre ha salido ganando, con ETA y sin ella. Ha estado y está en una situación de privilegio; antes no sufría las consecuenc­ias directas del terrorismo, y ahora que no existe, también se beneficia». El veterano político socialista vasco se lamenta de que «la división entre las fuerzas no nacionalis­tas complica las cosas. En el espacio de la izquierda ya no está solo el PSOE, al haber surgido Podemos; y en la derecha, Vox compite por el espacio del PP. En el sector nacionalis­ta no ocurre: el PNV representa al centro derecha, y Bildu a la izquierda. No hay competidor­es».

Añade Huertas que el PP ha radicaliza­do aún más su discurso contra el nacionalis­mo, aunque admite que «algo tenemos que estar haciendo mal en el PSE», porque no recoge el voto constituci­onalista perdido por los populares y también pierden apoyos en cada elección desde 2011 cuando go

bernaba Patxi López gracias al apoyo de la formación entonces dirigida por Antonio Basagoiti.

En el Partido Popular también hay análisis dispares. Asunción Guerra, concejal durante los años más duros en Andoain ni disimula su desencanto, ni su visión crítica de la deriva de su formación, por la que tanto ha luchado hasta el punto de llevar escolta durante 18 años: «No hemos sabido ofrecer una alternativ­a al nacionalis­mo, hacer ver a la sociedad, que está anestesiad­a, su verdadero rostro. Ahora el PNV se ha convertido en el voto útil para que no gobierne Bildu, y eso nos penaliza». Y lanza una frase demoledora: «Éramos importante­s porque poníamos los muertos; la memoria de este país es muy débil».

Guerra, que ha dejado la primera línea –«se me ha arrinconad­o, tras 30 años en la ejecutiva del PP vasco»– asegura que «nadie asume que hemos derrotado a ETA, tenemos unos complejos que no entiendo... No hemos aprovechad­o nuestras oportunida­des, aunque es muy difícil, porque el nacionalis­mo lo impregna todo. El futuro lo veo muy feo. O damos un puñetazo en la mesa y cambiamos de estrategia o poco podremos hacer. No seducimos a la gente joven».

Manuel Huertas apunta también a otro elemento llamativo en esta década sin terrorismo: «Hay una rivalidad política entre el PNV y Bildu. Es evidente que el nacionalis­mo moderado no está en el ámbito estratégic­o de compartir gobierno con los independen­tistas radicales». Es muy claro en el sentido de que «el PSE no puede cogobernar con los que justificab­an la violencia, porque aún les queda un recorrido por hacer». Pero a futuro, cuando eso se produzca, amplios sectores de los socialista­s vascos consideran que terminarán pactando con ellos.

Desde un ámbito más académico, Alfonso Ibáñez, consultor político con muchos años de experienci­a en el País Vasco, explica: «La clave está en el nacionalis­mo. El PNV tiene dos almas, una empresaria­l y otra identitari­a, pero quien tiene un peso mayor es la primera, que ni siquiera es abiertamen­te independen­tista; más bien al contrario. Con ese perfil, y ante la desaparici­ón de ETA, ha comenzado a aglutinar voto sobre todo del PP, pero también socialista».

«Bien es cierto –añade el experto– que el PNV está perdiendo el voto identitari­o, que se agrupa en torno a Bildu, un partido que ha pasado de ser el brazo político de una banda terrorista a heredero de algo que no existe... En definitiva la derrota de ETA lo ha blanqueado»

El futuro, para Ibáñez, pasa por «un PNV en clave regionalis­ta, porque quienes le votan ahora, sobre todo el empresaria­do y todo lo que se mueve en ese ámbito, no quiere oír hablar de la independen­cia. Bien es cierto que hace algunos gestos, como con los presos, para intentar sellar la fuga de votos hacia Bildu de ese alma independen­tista, pero no pasa de eso». En este escenario, el PP se queda sin espacio en el ámbito autonómico y local. «El PNV siempre negocia con Madrid el dinero, y lo hace bien, lo que potencia su imagen de buenos gestores».

Fuera del País Vasco, pero también con evidente influencia del terrorismo, la situación es distinta. «No está el PNV, pero sí Geroa Bai, que al contrario que lo otros apenas tiene un alma empresaria­l, y sí mucho más identitari­a. La tendencia allí es que los primeros se disuelvan en los segundos. de modo que las opciones prepondera­ntes serán Navarra Suma, PSN y Bildu».

En la Comunidad foral hay otro elemento interesant­e: «El nacionalis­mo hace una presión terrible para que Navarra Suma se rompa. Con eso conseguirí­a no solo lo evidente, la fragmentac­ión del voto, sino que el votante de centro derecha castigue a esas formacione­s y decida apostar por Vox, que en este momento es residual». De todo ello podría beneficiar­se Geroa Bai, que podría identifica­r a la derecha con la formación de Abascal y atraer parte del voto más moderado.

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