PSE y PP, víctimas de la rendición
∑ «En el Gobierno vasco solo gestionamos el 7 por ciento del Presupuesto»
El constitucionalismo siempre se ha quejado, y con razón, de que competía en inferioridad de condiciones con el nacionalismo vasco. El terrorismo de ETA, es evidente, tenía una enorme influencia en la actividad política y los asesinatos impedían que PSE y PP pudieran participar en ella en pie de igualdad. En teoría, por tanto, la rendición de la banda debía haber facilitado la expansión de estas fuerzas políticas, libres ya del yugo de la violencia más dura, como eran los asesinatos. Sin embargo, ha sucedido lo contrario.
«No se ha sabido poner en pie una alternativa al nacionalismo; hay compañeros que se amoldan, pero yo no estoy de acuerdo en contemporizar con ese sector», afirma Alfonso Segade, exconcejal del PSE en Beasain (Guipúzcoa). «Estamos en el Gobierno vasco; de acuerdo, pero solo gestionamos el 7 por ciento del presupuesto... ¿Cómo podemos influir en esas condiciones? Hagamos lo que hacen ellos en Madrid; si quieren seguir en el poder, que acepten condiciones».
Manuel Huertas, ex secretario general de los socialistas vascos y aún con responsabilidades orgánicas en el partido, matiza: «El nacionalismo siempre ha salido ganando, con ETA y sin ella. Ha estado y está en una situación de privilegio; antes no sufría las consecuencias directas del terrorismo, y ahora que no existe, también se beneficia». El veterano político socialista vasco se lamenta de que «la división entre las fuerzas no nacionalistas complica las cosas. En el espacio de la izquierda ya no está solo el PSOE, al haber surgido Podemos; y en la derecha, Vox compite por el espacio del PP. En el sector nacionalista no ocurre: el PNV representa al centro derecha, y Bildu a la izquierda. No hay competidores».
Añade Huertas que el PP ha radicalizado aún más su discurso contra el nacionalismo, aunque admite que «algo tenemos que estar haciendo mal en el PSE», porque no recoge el voto constitucionalista perdido por los populares y también pierden apoyos en cada elección desde 2011 cuando go
bernaba Patxi López gracias al apoyo de la formación entonces dirigida por Antonio Basagoiti.
En el Partido Popular también hay análisis dispares. Asunción Guerra, concejal durante los años más duros en Andoain ni disimula su desencanto, ni su visión crítica de la deriva de su formación, por la que tanto ha luchado hasta el punto de llevar escolta durante 18 años: «No hemos sabido ofrecer una alternativa al nacionalismo, hacer ver a la sociedad, que está anestesiada, su verdadero rostro. Ahora el PNV se ha convertido en el voto útil para que no gobierne Bildu, y eso nos penaliza». Y lanza una frase demoledora: «Éramos importantes porque poníamos los muertos; la memoria de este país es muy débil».
Guerra, que ha dejado la primera línea –«se me ha arrinconado, tras 30 años en la ejecutiva del PP vasco»– asegura que «nadie asume que hemos derrotado a ETA, tenemos unos complejos que no entiendo... No hemos aprovechado nuestras oportunidades, aunque es muy difícil, porque el nacionalismo lo impregna todo. El futuro lo veo muy feo. O damos un puñetazo en la mesa y cambiamos de estrategia o poco podremos hacer. No seducimos a la gente joven».
Manuel Huertas apunta también a otro elemento llamativo en esta década sin terrorismo: «Hay una rivalidad política entre el PNV y Bildu. Es evidente que el nacionalismo moderado no está en el ámbito estratégico de compartir gobierno con los independentistas radicales». Es muy claro en el sentido de que «el PSE no puede cogobernar con los que justificaban la violencia, porque aún les queda un recorrido por hacer». Pero a futuro, cuando eso se produzca, amplios sectores de los socialistas vascos consideran que terminarán pactando con ellos.
Desde un ámbito más académico, Alfonso Ibáñez, consultor político con muchos años de experiencia en el País Vasco, explica: «La clave está en el nacionalismo. El PNV tiene dos almas, una empresarial y otra identitaria, pero quien tiene un peso mayor es la primera, que ni siquiera es abiertamente independentista; más bien al contrario. Con ese perfil, y ante la desaparición de ETA, ha comenzado a aglutinar voto sobre todo del PP, pero también socialista».
«Bien es cierto –añade el experto– que el PNV está perdiendo el voto identitario, que se agrupa en torno a Bildu, un partido que ha pasado de ser el brazo político de una banda terrorista a heredero de algo que no existe... En definitiva la derrota de ETA lo ha blanqueado»
El futuro, para Ibáñez, pasa por «un PNV en clave regionalista, porque quienes le votan ahora, sobre todo el empresariado y todo lo que se mueve en ese ámbito, no quiere oír hablar de la independencia. Bien es cierto que hace algunos gestos, como con los presos, para intentar sellar la fuga de votos hacia Bildu de ese alma independentista, pero no pasa de eso». En este escenario, el PP se queda sin espacio en el ámbito autonómico y local. «El PNV siempre negocia con Madrid el dinero, y lo hace bien, lo que potencia su imagen de buenos gestores».
Fuera del País Vasco, pero también con evidente influencia del terrorismo, la situación es distinta. «No está el PNV, pero sí Geroa Bai, que al contrario que lo otros apenas tiene un alma empresarial, y sí mucho más identitaria. La tendencia allí es que los primeros se disuelvan en los segundos. de modo que las opciones preponderantes serán Navarra Suma, PSN y Bildu».
En la Comunidad foral hay otro elemento interesante: «El nacionalismo hace una presión terrible para que Navarra Suma se rompa. Con eso conseguiría no solo lo evidente, la fragmentación del voto, sino que el votante de centro derecha castigue a esas formaciones y decida apostar por Vox, que en este momento es residual». De todo ello podría beneficiarse Geroa Bai, que podría identificar a la derecha con la formación de Abascal y atraer parte del voto más moderado.