Una historia de superación y confianza
«Reconocer esa excelencia y difundirla, contribuir al aliento de pautas ejemplares de grandeza ética y creadora, para estimular las mejoras emulando a los mejores, es la hermosa tarea de la Fundación Princesa de Asturias. No concibo ocupación más ilusionante. Cada Premio que se concede nos convierte en portavoces de excepción de la obra de mujeres y de hombres que, desde la fuerza de la inteligencia, del talento, de una sólida voluntad por edificar sociedades buenas y justas, continúan aportando al mundo instantes excepcionales»
LA capacidad de pensar, crear y trabajar juntos en un mundo en el que, como nos enseñó Heráclito, nada es permanente excepto el cambio, nos ha permitido superar muchos desafíos, y así estoy seguro que lo seguiremos haciendo. Es la historia de nuestra especie. Una historia de superación en la que la inteligencia humana ha señalado nuevos rumbos y abierto espacios tan insospechados como maravillosos. Logros que, como tan bien expresara Stefan Zweig, constituyen los «momentos estelares de la humanidad». Y es, también la nuestra, una historia de confianza. Cuando la confianza habita nuestra vida nos conecta con el otro, nos fortalece como sociedad y como individuos; en definitiva, nos hace mejores.
En la perfección de una obra de arte que nos impulsa a contemplar el mundo casi como si lo descubriéramos por vez primera, en la esperanza que insufla un hallazgo científico, en el arrojo intelectual que nos impele a mirar lejos y, al mismo tiempo, a percibir al otro con cercanía, se revela lo mejor de nosotros mismos. Reconocer esa excelencia y difundirla, contribuir al aliento de pautas ejemplares de grandeza ética y creadora, para estimular las mejoras emulando a los mejores, es la hermosa tarea de la Fundación Princesa de Asturias. No concibo ocupación más ilusionante. Cada Premio que se concede nos convierte en portavoces de excepción de la obra de mujeres y de hombres que, desde la fuerza de la inteligencia, del talento, de una sólida voluntad por edificar sociedades buenas y justas, continúan aportando al mundo instantes excepcionales.
Este año hemos constatado, una vez más, el valor de la cooperación, de la razón científica y de su compromiso con la vida, que proyectan aliento y esperanza. El pasado se inició con una pandemia que, no solo puso en riesgo la salud global, sino que alteró de forma radical nuestra cotidianeidad, nuestra convivencia. Los galardonados con el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2021 son protagonistas de uno de los acontecimientos más destacados en la historia reciente de la ciencia, la elaboración de las primeras vacunas contra el Covid-19, que han contribuido a la protección de la salud en todo el mundo y nos están permitiendo, poco a poco, recuperar nuestros hábitos, nuestra añorada vida pretérita.
Y es en buena medida, gracias a este esfuerzo colectivo, por lo que hoy regresamos con renovada ilusión, y estrictas medidas de seguridad, a nuestro querido Teatro Campoamor, en Oviedo. El pasado año, por vez primera en la historia de la Fundación, celebramos, a causa de la alerta sanitaria, la entrega de nuestros Premios en la antigua capilla del Hotel de la Reconquista, en un acto sin público. Su Alteza Real Doña Leonor, Princesa de Asturias, realzó aquel instante único y de gran emoción con alentadoras palabras: «Cuando en momentos como estos intentamos ser responsables y solidarios, nos aseguramos un futuro mejor. Por eso nuestros premios nos transmiten esperanza, porque son un reconocimiento para quienes, con su dedicación, trabajan sin descanso para lograr, entre todos, el progreso y el bienestar de toda la sociedad».
Esta tarde, junto al elenco de científicos galardonados –Katalin Karikó, Drew Weissman, Philip Felgner, Ugur Sahin, Özlem Türeci, Derrick Rossi y Sarah Gilbert– honraremos a esta luminosa representación de la humanidad que conforman los Premios Princesa de Asturias 2021, en sus diferentes categorías. Todos ellos vinculados por los principios de la dignidad y la excelencia.
El compromiso social y la audacia, está en la base de la defensa del principio de igualdad de derechos entre hombres y mujeres ejercido con tenacidad y rigor por la periodista Gloria Steinem; en el mismo ámbito, pero con la compleja realidad del África subsahariana como trasfondo, Camfed, Campaign for Female Education, desarrolla una labor imprescindible en favor de la educación, la inclusión y el liderazgo de niñas y mujeres. Igualmente, desde su inquebrantable compromiso con los derechos humanos, con especial atención a los países más desfavorecidos, el economista y filosofo Amartya Sen ha forjado una obra extraordinaria que ha inspirado algunos de los planes de desarrollo más notables de las últimas décadas. Excepcional y valiente es el ejemplo de Teresa Perales. De su trayectoria de superación personal y deportiva ha dado prueba una vez más en los recientes Juegos Paralímpicos Tokio 2020. Sus triunfos, no exentos de sufrimiento, nos conmueven. De carácter original, profundo y experimental son la literatura de Emmanuel Cárrere y la entrega al arte absoluto que nos ha brindado Marina Abramoviç. Ambos han diluido las fronteras entre obra y existencia, ofreciéndonos experiencias tan insólitas como emocionantes y nos han aproximado, en ocasiones, a realidades incómodas. La vida es, en definitiva, un lienzo con luces y sombras, y en las formas de enfrentar esa dualidad se reconoce a los mejores. De este modo, lo expresaba el chef José Andrés el pasado mes de junio al serle concedido el Premio Princesa de Asturias de la Concordia junto a la organización World Central Kitchen: «Un plato de comida es el comienzo para crear un mundo mejor, hay que creer en mesas más largas y muros más bajos».
Nuestros premiados simbolizan, como subrayó Su Majestad el Rey en la ceremonia de 2019, a «personas, instituciones y entidades que han marcado la historia de los últimos decenios y cuyo legado será fundamental en el futuro. Personas que abren nuestra cultura y trazan nuestro rumbo hacia nuevos horizontes. Por eso, esta ceremonia, tan llena de emoción y de sentimientos nobles que reviven cada año, es, sobre todo, un homenaje y tributo a la ejemplaridad. Movidos por ella, nuestra gratitud se reafirma y surge en nosotros una fortaleza que nos mueve a llevar a cabo las acciones más elevadas, a afrontar las empresas más arduas».
La dura experiencia vivida, y aún no del todo superada, nos ha enseñado con su enorme sufrimiento que tenemos que reaprender a confiar, observar nuestra humanidad compartida y proseguir en lo emprendido para continuar alumbrando instantes decisivos. Que el ejemplo de nuestros galardonados, renovado cada otoño en la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias, señale una vez más nuestro camino.
«No dejes apagar el entusiasmo, virtud tan valiosa como necesaria; trabaja, aspira, tiende siempre hacia la altura»
Rubén Darío