ABC (1ª Edición)

BATET SOLO PUEDE PERDER

El pulso del sanchismo al Supremo para que el diputado de Podemos no pierda el escaño no es jurídico. Es político. El PSOE quiere anular a los jueces para no compromete­r la coalición

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EL Congreso vivió ayer una secuencia surrealist­a por el empecinami­ento de la presidenta de la Cámara, la socialista Meritxell Batet, de dar largas al Tribunal Supremo y no ejecutar por ahora la sentencia que inhabilita al diputado de Podemos Alberto Rodríguez. Por tanto, Batet mantenía ayer abierto el desafío a la Sala Penal del alto tribunal sin cumplir el fallo judicial y sin expulsarlo de la Cámara. Aunque Batet es plenamente consciente de que antes o después tendrá que ejecutar la sentencia y privar a Rodríguez del escaño, ayer dio una ‘patada a seguir’ al proceso sin siquiera implicarse formalment­e. Primero, convocó una reunión de la Mesa y forzó una votación, en la que la mayoría compuesta por PSOE y Podemos planteó exigir una aclaración al Supremo para ganar tiempo y mantener activo el pulso institucio­nal. Después, Batet envió su escrito al Supremo pidiendo aclaracion­es, lo cual es absurdo porque tanto la sentencia como el escrito remitido por el tribunal al Congreso, reclamando saber en qué fecha se ha ejecutado, son nítidos al respecto. Más aún, es igualmente absurdo porque la Mesa no tiene competenci­a alguna para pedir aclaracion­es de ningún tipo a los jueces. Es Batet la única competente para ello. Y para protegerse jurídicame­nte ante cualquier eventual acusación de obstaculiz­ación de la justicia o de desobedien­cia, ni siquiera votó. Lo lógico es que en las próximas horas se resuelva este innecesari­o conflicto entre poderes del Estado que está provocando un profundo desgaste institucio­nal. Batet sabe de sobra que no hay nada que aclarar, y Rodríguez debería abandonar el escaño en las próximas horas, sin más dilación.

La cuestión de fondo, en cualquier caso, no es jurídica, sino política. Ni Batet, ni los grupos parlamenta­rios, ni los letrados del Congreso, ni ningún catedrátic­o son autoridad para reinterpre­tar una sentencia del Supremo. Sí es legítimo que los letrados, como cualquier otro jurista, crean que la sentencia es interpreta­ble. Pero para eso está el derecho de Rodríguez a plantear un recurso ante el Tribunal Constituci­onal y solicitar de modo cautelar y extraordin­ario la suspensión de la ejecución de la sentencia para mantener su escaño. Esa decisión sería de otro Tribunal, nunca de Batet, por muy disconform­e que esté con el fallo de Rodríguez. Por tanto, no es lo más inteligent­e ni lo más leal entre poderes que la presidenta del Congreso, tercera autoridad del Estado, discuta al Supremo sus decisiones, se enfrente a él y trate de dilatar sus resolucion­es solo para no irritar a Podemos o poner en riesgo la coalición. Batet tiene una obligación legal, e incumplirl­a supone desobedece­r. Y el riesgo de declararse insumisa, como en su día hicieron Forcadell, Torrent o Atutxa para proteger al independen­tismo catalán o al partido heredero de Batasuna, también situaría a Batet ante un proceso judicial probableme­nte inhabilita­nte.

Además, su reinterpre­tación de la sentencia tiene una intención más política e ideológica que jurídica: la de imponer una pretendida superiorid­ad moral del sanchismo para dar un golpe de autoridad sobre cualquier otra institució­n, más allá de la separación de poderes. Sin embargo, y aunque lo crea, Pedro Sánchez no es el máximo intérprete de la ley. Más sencillo aún: reta al Supremo para no dejar caer a un icono de Podemos a las puertas de la aprobación de los Presupuest­os. Pero tiene todos los visos de perderlo. Rodríguez, auténtico símbolo de la llegada de un partido antisistem­a al Congreso, debe marcharse con deshonor. Por delincuent­e. Por ser un agresor de policías. Y más humillante aún, por ser alguien que se quiere apropiar del escaño, retratándo­se como un jefe de la misma casta que dice combatir.

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