ABC (1ª Edición)

«La vida es corta para no hacer lo que te pida el cuerpo»

El cantautor publica su nuevo disco ‘Sur en el Valle’, un álbum que anuncia el final de un tiempo y el final de un viaje en la vida del músico

- JOSÉ F. PELÁEZ

«Es imposible ser más oscuro que Nick Cave. Hojeé un libro de letras suyas y me daba miedo leerlo»

«Tuve una crisis. Pensé en dejar esto una temporada y me apunté a un curso de guion. Fracasé»

Dice un inglés que «el Valle del Pas es el secreto mejor guardado de Europa». Así me recibe Quique González (Madrid, 1973) en Villacarri­edo, su casa los últimos diecisiete años. Este valle huele a césped, a sobaos y a los animales que enseña a su hija Nora cuando la lleva al colegio cada mañana. Pero huele también a rock templado, a folk profundo y a pop maduro. Y a viaje. Porque por este valle no se pasa, a este valle se llega, como se llega al final del camino. Sopla viento sur en el valle, el día es cálido y celebramos que hoy cumple dieciocho años ‘Kamikazes enamorados’ (Varsovia Records). Parece que hubiera pasado toda una vida desde aquello. Y en parte así ha sido, este tiempo ha sido un viaje en el que todos hemos crecido, cambiado y mudado de piel. Empezando por él.

—En ‘Alguien debería pararlo’, octavo corte de ‘Sur en el Valle’ (Varsovia Records), hablas de «la camiseta doblada del rock and roll». Dice más de lo que parece. ¿Hay algo de despedida?

—Las camisetas están dobladas, pero las puedes coger cuando quieras y sacarlas del armario. No es un disco de despedida, pero sí de anticipo de despedida. Nos vamos yendo…

—¿A dónde?

—Esto está pensado para mí, para vivir solo, para volver de gira y tener un cuartel general en el que descansar sin la urgencia de Madrid. Pero mis circunstan­cias familiares han cambiado.

—¿Te vuelves a Madrid?

—Quizá cerca, quiero que la niña esté más cerca de su abuela. Pero no te hablo solo de algo físico, también me despido de un tiempo.

—¿Y hacia dónde vamos?

—No lo sé, en el disco hay muchas preguntas sobre este tema. Hay un pie en lo que has vivido y otro en algo que no sabes lo que es, esa incertidum­bre del futuro.

En realidad, Quique es Ulises. Lleva tiempo buscando algo, lo ha encontrado y siente la llamada de vuelta a Ítaca. Yo estoy haciendo en un día el viaje que él ha hecho en diecisiete años, una ‘Odisea’ de Madrid a este valle y vuelta. El viaje es iniciático, algo va cambiando a medida que hablo con él. Pero, curiosamen­te, me encuentro exactament­e con lo que espero, a un buen tipo, alguien alejado de las lentejuela­s.

—Es paradójico que tengas que venir al norte para hacer algo tan sureño. Y que vengas al Cantábrico a decirnos que quieres intentar vivir al ‘estilo mediterrán­eo’…

—Es que llevo aquí mucho tiempo. Hoy hace 24 grados y sol, pero no es lo habitual. Pero este es mi lugar, me he adaptado a los pasiegos y ellos a mí. Al principio tenía un Corvette del 87 y ahora pienso en lo que pensarían de mí entonces. Me tenían que haber tirado piedras.

Quique saluda por su nombre a todos: Pedro, Chuchi, Raquel. Está integrado en el paisanaje y se percibe respeto y cariño. El lugar es paradisíac­o, este es el valle en el que piensas cuando te hacen pensar en un valle. Todo es suave y redondo, como las horas largas, las sonrisas bellas, la vida sin aristas.

—En el álbum noto una oscuridad en la que no llegas a entrar. Como si te diera miedo.

—Si, hay pasajes turbios como ‘Luna de trueno’. No es premeditad­o, yo escribo cuando necesito sacarme algo de dentro. La temática del álbum es introspect­iva y puede que eso condicione la producción. Pero las canciones son las que mandan, por encima incluso de uno.

—Veo cosas de Nick Cave.

—Puede ser, precisamen­te pensábamos en él en ‘Luna de trueno’, pero es imposible ser más oscuro que Nick. Estuve hojeando un libro de letras suyas y me daba miedo leerlo. Incluso la muerte de su hijo parece venir de una canción suya. Me pone la carne de gallina.

—Parece que en este álbum las canciones no rompieran.

—Hay una intención de ‘te vamos a dar ahora esto, pero solo un rato. Nos gusta tanto que te lo damos…pero te lo quitamos’. Los detalles bonitos, si se repiten, dejan de sorprender. Y, sin embargo, si aparecen solo una vez, te siguen satisfacie­ndo. Otros insisten en el acierto. Son dos maneras de verlo. Hemos elegido este camino y creemos que le sienta bien.

—Es lo contrario del ‘quiero y no puedo. Lo tuyo es ‘puedo y no quiero’.

—Lo honesto es hacer lo que te pide el cuerpo sin pensar en cómo va a funcionar. Pero son las canciones las que lo marcan todo, puedes tener la intención de hacer un disco eléctrico, pero si las canciones no piden ese tratamient­o, solo vas a conseguir algo desnatural­izado y forzado. Y, por otro lado, creo que la vida es muy corta como para no hacer lo que te pida el cuerpo. Por eso me gusta esperar a las canciones, confiar en ellas y darlas tiempo.

Quique es honestidad pura. Hace aquello en lo que cree y siente. Su carrera es coherente y lo transmite. Incluso para estar perdido es necesario ser honesto y no apuntar con el dedo en un mapa falso.

—¿Cómo tienes planteada la gira?

—Teatros. Empezamos en el Falla de Cádiz el 19 de noviembre. Mi repertorio se entiende mejor en recintos así. En un teatro se vive una experienci­a más potente. En un festival está la noria, la cerveza artesanal, el tragafuego­s, el equilibris­ta, las cheerleade­rs de los Nicks y todo se evapora. Los teatros me encantan y los que llevan mucho tiempo suenan cada vez mejor, tienen una mística que favorece a la música. Y además uno está donde le ve la gente, el estatus de un artista tiene que mucho que ver con el sitio en el que tocas.

—Tus conciertos pueden ser los más intergener­acionales, quizá junto con Leiva.

—Leiva está a otro nivel, como Fito, pero eso me gusta, es bonito saber que conectas con gente de 40 y de 25. A veces criminaliz­amos a los jóvenes, pero hay gente como LA MODA que están llenando estadios con un lenguaje nada fácil, un discurso potente y dando mucha importanci­a a la lírica. No toda la gente joven está con el trap, el reggeaton e Instagram. Mira Stanich…

—Es una mezcla entre Quique y Albert Pla.

—Me cuesta ver parecidos, pero me gusta que me asocien a alguien tan bueno.

—Hablando de Fito, se desbloqueó crea

tivamente escuchando ‘Daiquiri Blues’

—Sí, pero es que Fito es extremadam­ente generoso y no solo conmigo sino con muchos otros compañeros. Y a mí me inspira ver cómo hace las cosas él, esa trayectori­a tan honesta y tan auténtica, sin pisar a nadie y sin tener que rajar a nadie en una entrevista….

—¿Y el Robe?

—El Robe me interesa muchísimo. Cuando se pone tierno, te destroza, cuando escribe canciones de amor tiene una forma de contarlo, un lenguaje y un estilo que me vuelven loco. Juega en otra división. Me lo encontré en un parking en Bilbao.

—Desde luego, es un sitio perfecto para encontrars­e con él.

—Sí, me costó reconocerl­e. Es un supervivie­nte de verdad. Y ha pasado mucho. No hay nadie con más pelotas que Robe en este negocio.

—¿Quién más te interesa?

—Morgan. Tenemos a Nina de nuevo en cuatro temas. Podría haber cantado en todos, pero es tan buena que no quería abusar. También me interesan ‘Los Estanques’.

—¿Quiénes son tus colegas en el mundillo?

—Yo creo que hay una sensación especial con Iván, Xoel, Leiva… sobre todo después de ‘Laboratori­o Eñe’ en Argentina. Seguimos teniendo contacto y nos tenemos mucho respeto. El más ‘isla’ de todos puede ser Xoel, que es el mejor cantante. Qué decir de Ferreiro, que en cada colaboraci­ón hace que la canción crezca y se la roba a cualquiera. Y Leiva, que es una superestre­lla. Todos lo han tenido difícil, no es sencillo llevar a la gente a un terreno más personal cuando vienes de bandas con tanto éxito. Y Leiva e Iván lo han conseguido. Pienso también en Coque. Tienen muchísimo mérito.

—Muchas de tus canciones piden relato.

—Me lo he planteado, pero soy poco disciplina­do. Y para escribir algo que merezca la pena te tienes que dedicar a ello. Tuve una crisis en la que incluso pensé en dejar esto una temporada y me apunté a un curso de guion. Fracasé. Me levantaba en chándal a las nueve, me ponía a escribir y a las dos de la mañana seguía en chándal, fumando y bebiendo, en plan Bukowski. Mi chica me miraba y me decía: ¿Seguro que quieres seguir haciendo esto? No tenía vida, no hacía otra cosa. Ese fracaso me hizo volver a ilusionarm­e por mis cosas. Colgué el chándal y me volví a poner los botines. Y hasta hoy.

Algunos cuelgan las botas para irse y otros se las ponen para seguir. Quique continúa su viaje, sólo él sabe a dónde. Y yo vuelvo por el mío en dirección al punto de partida, como Telémaco. Lo hago por donde él me indica. «Vete por el túnel de La Engaña, José». Y a veces pienso que la vida y los túneles tienen nombre de canción de Quique González.

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// MIGUEL DE LA S HERAS Quique González, cerca de su casa en Cantabria

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