ABC (1ª Edición)

Salchichas

Sigue Redondo exhibiendo su nada y la magia de su melena

- ROSA BELMONTE

Un chiste de toda la vida. Una chica guapísima está callada todo el rato en una reunión, una cena, lo que sea. Al final, uno de los que están allí le pregunta por qué no dice nada. Y ella, con voz como de Lina Lamont en ‘Cantando bajo la lluvia’: «¿Pa qué? ¿Pa cagarla?». Iván Redondo tendría que haber sido esa chica, pero sin ser guapa. Aunque está tan pagado de sí mismo, de su persona, que mientras habla yo me lo imagino diciendo: «Mira la magia de mi melena», como el galán de Torre del Mar. Hay una frase de John Godfrey Saxe que siempre se atribuye a Von Bismark. La de las salchichas. Ya saben, «las leyes, como las salchichas, dejan de inspirar respeto a medida que sabes cómo están hechas». Con Iván Redondo, desde que ha empezado a hablar (con Évole, con Griso, en la presentaci­ón de su hagiografí­a el miércoles, ayer donde Alsina), la salchicha es la toma de decisiones políticas. Con Monago y, sobre todo, con Sánchez. Que semejante individuo encuentre un tonto al que colarle su mercancía es su gran mérito. Y que haya tenido el poder que ha tenido. Y que segurament­e tendrá.

Y su «palabra de vasco». Justo después de la palabra de vasco de Otegi. En el caso de Redondo lo de «palabra de vasco» es «hacer el spin». En cuanto a lo serio, que algo hay, en la presentaci­ón de su libro dijo que la «nueva etapa» en La Moncloa posterior a él mismo es «un error». Y otra cosa, ayer donde Alsina: «Es imprescind­ible que crezca Yolanda Díaz para que Sánchez sea presidente». Lo negó, pero no me extrañaría que la esté asesorando por lo bajini.

Con lo de Évole creímos tener bastante, pero si sigue exhibiéndo­se habrá que seguir escribiend­o de este extraordin­ario ser. Además de los anglicismo­s de bote, como un personaje de ‘Queridos niños’, la novela de David Trueba, dice cosas como «soy esclavo de mis palabras y dueño de mis silencios». Un poco a lo Peñafiel y su «valgo más por lo que callo que por lo que digo». O esta otra que le soltó también a Alsina: «La literalida­d de mi respuesta tiene el alma de tu pregunta». Amárrame los pavos. ¿Pa qué hablas? Pa cagarla.

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