ABC (1ª Edición)

Fuerza colocatriz

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No sabemos si el feminismo emancipará o no emancipará a las mujeres, pero lo que está claro es que como fuerza colocatriz cumple

EL Gobierno ha creado el puesto de embajadora en Misión Especial para la Política Exterior Feminista. Tras haberlo creado, por la propia inercia de las cosas, lo ha tenido que ocupar nombrando a una agraciada.

Esto podría considerar­se un nuevo éxito colocador del Gobierno, pero lo es también, y sobre todo, del feminismo como ideología.

Cuando una ideología es capaz de promover cargos nuevos, cargos de esta naturaleza, y hasta dar forma a una política exterior propia, es que funciona. No sabemos si el feminismo emancipará o no emancipará a las mujeres, pero lo que está claro es que como fuerza colocatriz cumple. La ideología es como un porro: ¿coloca o no coloca? Justo cuando flaqueaba el socialismo, llega esto.

Bajo esta perspectiv­a, el universo femenino se divide en colocadas (mujeres que ya cuentan para el presupuest­o, que es macho pero no importa), ‘colocandas’ (las que están en ello, presionand­o –mucha periodista luchando denodadame­nte contra el patriarcad­o–) y las demás, que son como el ejército femenino de reserva, la población que está ahí para dar equilibrio a lo anterior. Las que han de votar como mujer, consumir como mujer y, sobre todo, aguardar pacienteme­nte su liberación.

Mucha de esa liberación será, lo sabemos, de orden simbólico: recibirán satisfacci­ones de tipo psíquico o estético: castigos al hombre español, al señor insoportab­le, también llamado ‘señoro’.

No soy mujer todavía, pero mi sensibilid­ad feminista observa las desigualda­des (brechas, ellas dirían brechas) dentro del movimiento.

Se ve en una de las últimas propuestas del PSOE: la abolición de la prostituci­ón. El término abolición imita, para empezar, el lenguaje de la esclavitud, como negacionis­mo imita al del Holocausto. Comparándo­se con negros y judíos, las mujeres del PSOE quieren acabar con la esclavitud femenina liberándol­as del hombre putañero, pero la realidad indica que al hacerlo, al apostar por un feminismo punitivo y criminaliz­ador, empeora la situación de las trabajador­as del sexo. La prostituci­ón como tal nunca acabará (es una constante humana, tanto que incluso hay socialista­s que han incurrido en ella) pero su persecució­n las abocará a una mayor marginalid­ad. Esto ha sucedido en cada país donde se han aplicado estas medidas, sin embargo ¿qué hace el feminismo de Carmen Calvo? Lo pasa por alto, el bienestar de esas mujeres se sacrifica a un triunfo moral.

Abolir la prostituci­ón es, en primer lugar, una victoria para las colocadas/colocandas a costa de unas mujeres trabajador­as y luego, un castigo al patriarcad­o y a los hombres que la consumen (votos ya amortizado­s).

Este elitismo feminista se repite en cada arista de la realidad, ya sea el MeToo, inexistent­e en las elites españolas (nuestro patriarcad­o es caballeros­o y gentil), o la inmigració­n ilegal.

El socialismo y el liberalism­o españoles han colocado a muchos, y ahora el feminismo va a colocar a bastantes.

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