«La Selectividad está caduca, como muchas universidades»
—¿Qué es el colegio Montserrat?
—Un laboratorio de creatividad y un ecosistema de confianza.
—¿Qué lo inspira?
—Que cada uno puede descubrir su mejor versión. Todo niño tiene que disponer de un escenario diferente para desarrollar su creatividad.
—A veces, por no decir casi siempre, las normas de carril central de los colegios matan la creatividad.
—En el colegio Montserrat, lo que cada día sucede es distinto, a través de propuestas de aprendizaje que tengan sentidos diferentes.
—Diferentes.
—Aprender vías distintas y complementarias para llegar al conocimiento. Impartir el currículo desde inteligencias múltiples.
—¿Cómo se aplica?
—Cada lunes, el alumno descubre una propuesta: «metas de aprendizaje». —¿Y en qué consiste?
—En lo que el viernes será capaz de demostrar. Es lo que esperamos de él.
—¿Y ahí le dejáis y que espabile?
—No, el equipo de profesores le ofrece una serie de propuestas de investigación, una «play list» con diferentes alternativas para que cada uno elija su itinerario de aprendizaje.
—La evaluación.
—El alumno nos tiene que demostrar que ha alcanzado la meta.
—La meta.
—Cuando la autonomía ya es mayor, el alumno establece sus propias metas. Ayuda mucho la tecnología.
—Las propias metas están bien, pero hay que pasar la Selectividad.
—Evidentemente preparamos a nuestros alumnos para la Selectividad, pero es un clásico caduco, como muchas universidades.
—La Selectividad es caduca.
—Unas pruebas de acceso son un suelo, no un cielo. Prefiero el enfoque competencial. El entorno universitario tiene pendiente una profunda transformación. De todos modos, el nivel de adaptación que han tenido algunas universidades a nuestro tiempo es francamente nulo. Entonces, si no cambia la universidad, ¿por qué tendría que cambiar el acceso?
—¿Cómo ha de ser la universidad?
—Como nuestro colegio. El alumno, con su porfolio, demuestra lo que ha aprendido. Es el modelo de la Facultad de Medicina de Maastricht, basada en el estudio de casos y no tanto en la clase magistral.
—¿Y los grandes profesores?
—En pequeñas dosis. El profesor es el principal recurso del alumno y resulta más interesante como ‘coach’, como acompañante.
—Sólo falta que diga «como amigo».
—No. Sin perder nunca el rol de profesor, pero desde la confianza. El profesor como facilitador, que tiene un punto de ventaja sobre el aprendiz pero no tiene por qué saberlo todo. El profesor tiene que ser un investigador en acción que pueda evolucionar profesionalmente con lo que descubre. Pero no da igual quién manda, no. Hay un rigor. Y no todo es válido.
—Lo que sucede en el aula.
—Es importante y tiene que ser imprevisible. Si genero un escenario de aprendizaje y planteo retos es normal que salgan nuevos interrogantes.
—¿Cómo se llevan los «nuevos interrogantes» con un colegio religioso?
—Los interrogantes son imprescindibles para aprender. Luego están los valores que nos vertebran como institución titular de las Misioneras de Nazaret, y que son el respeto, la equidad y la inclusión. Nuestro modelo de persona es Jesucristo.
—Niñes.
—No hemos tenido ningún caso de cambio de identidad sexual, pero cuando veo lo que sufre un adolescente que no encuentra su lugar en el mundo, no le puedo sacar un esquema moral que no le dé respuesta. Hay que acompañar, no estigmatizar. A pie de aula se percibe el sufrimiento. ¿Quién soy yo para decirle a un alumnos cómo se tiene que sentir?
—Hay un criterio.
—Y cuando no hay criterio, cualquier cosa vale, esto es cierto. Y a veces hay que reivindicar ciertas posiciones, pero desde el respeto para todos.
—¿Dónde está la línea?
—No lo sé. En el colegio intentamos formar a personas éticas, excelentes, comprometidas, vinculadas al que necesita algo de ti.
—Pasar con mil suspensos.
—¡Lo lejos que aún estamos de la educación por competencias! Aún sancionamos el error y no acompañamos al alumno en su desarrollo.
—El aprendizaje que merece la pena.
—Es el que sirve para entender y mejorar el mundo en el que vivimos.