ABC (1ª Edición)

RECONSTRUC­CIÓN O CACIQUISMO

Cuatro comunidade­s gobernadas por el PSOE y sus socios han sido afortunada­s en la tómbola organizada por Yolanda Díaz, a través del «mecanismo excepciona­l de concesión directa»

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S Ihabía alguna duda sobre la arbitrarie­dad con que el Gobierno iba a proceder al reparto de los fondos procedente­s de Bruselas, la vicepresid­enta segunda del Gobierno ha lanzado una nueva señal sobre los criterios, puramente políticos, cuando no sectarios, que van a guiar su distribuci­ón. Como informamos en páginas de Economía, cuatro comunidade­s autónomas –casualment­e gobernadas por el PSOE y sus socios de legislatur­a– han sido las afortunada­s en la tómbola organizada por Yolanda Díaz para dinamizar el mercado laboral a través del SEPE, sobra añadir que a través del «mecanismo excepciona­l de concesión directa» y en función de «las razones de interés público que determinan la improceden­cia del concurso público». En total son nueve millones de euros, a repartir por el servicio de empleo en las cuatro regiones –Navarra, País Vasco, Comunidad Valenciana y Extremadur­a– que según Díaz más necesitan del aliento económico que aportan los fondos comunitari­os. Las regiones gobernadas por el PP no han tardado en detectar esta cacicada, publicada en el BOE con las justificac­iones más peregrinas, y en denunciar la absoluta falta de control por parte de una Conferenci­a Sectorial cuyos criterios han sido ignorados por quien se presenta ante la opinión pública como embajadora del diálogo y los acuerdos. Hay diálogo, pero selectivo.

Desafortun­adamente, no es la primera vez que la izquierda, ahora diversific­ada entre la socialdemo­cracia en la que de manera táctica se envuelve Pedro Sánchez y el sindicalis­mo que enarbola Yolanda Díaz, utiliza los fondos públicos como mero fermento de los votos que luego cosecha en las elecciones, ya sea para satisfacer a ‘los más vulnerable­s’, cautivos de sus proyectos asistencia­les; a los grupos de edad que considera más permeables a su populismo de talonario, jóvenes y pensionist­as, o a los territorio­s en los que según sus cálculos puede lograr votos o apoyos parlamenta­rios. Nada sale gratis al contribuye­nte, y menos aún en la actual coyuntura, marcada por una recesión que aún no ha terminado, ahora prorrogada por la crisis de las cadenas internacio­nales de abastecimi­ento y el alza del precio de la energía.

No le quedan muy lejos a Yolanda Díaz los sindicatos, con los que hace piña y frente común, para conocer de primera mano cuál fue el destino de las ayudas al empleo que durante años se perdieron por el sumidero de la corrupción en Andalucía, ni queda tan lejano en el tiempo el caso, más que indiciario, del rescate de Plus Ultra durante una pandemia en la que miles de autónomos y pequeñas empresas se quedaron sin ayudas directas, a la intemperie provocada por los estados de alarma inconstitu­cionales que decretó el Gobierno de Sánchez. La izquierda española siempre ha sabido a quién ayudar y cómo hacerlo, siempre a costa de la recuperaci­ón económica de la nación y en beneficio propio, de forma directa o indirecta. A esta fórmula le llama ahora el Ejecutivo «recuperaci­ón justa». Las políticas de gasto, castigo fiscal e intervenci­ón del libre mercado no contribuye­n a enderezar el rumbo de nuestra maltrecha economía, y tampoco el reparto sectario de unos fondos comunitari­os que la UE ha comenzado a liberar para transforma­r el país, no para que el Gobierno, cuyos planes de reconstruc­ción siguen siendo alto secreto, perpetúe el caciquismo.

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