ABC (1ª Edición)

La caída de Otoniel en Colombia augura una lucha entre narcos

► Para Iván Duque, «es el golpe más duro propiciado al narcotráfi­co en este siglo en Colombia, solamente comparable con la caída de Pablo Escobar» ► En la operación, que contó con el apoyo de EE.UU. y Reino Unido, participar­on 500 miembros de las fuerzas

- POLY MARTÍNEZ CORRESPONS­AL EN BOGOTÁ

Cinco millones de dólares, en esa cifra estaba tasada la cabeza de Dairo Antonio Úsuga David, más conocido por su alias ‘Otoniel’, el Pablo Escobar de esta segunda década del siglo y quien, en la tarde del sábado y tras cinco años de persecució­n, fue finalmente detenido por la fuerza pública colombiana en una vereda cercana a la población de Turbo.Desde ayer ya está preso en Bogotá.

Así lo confirmó el presidente Iván Duque, quien en una conferenci­a de prensa dijo que la captura de Otoniel «es el golpe más duro que se le ha propiciado al narcotráfi­co en este siglo en nuestro país, solamente comparable con la caída de Pablo Escobar, en los años 90» y considera que «marca el final del Clan del Golfo». Sin duda, Otoniel es reconocido como el jefe de una de las estructura­s de delincuent­es más importante­s de Colombia, el llamado Clan del Golfo, un cártel de narcotráfi­co y muerte provenient­e de las estructura­s del paramilita­rismo de derecha, las Autodefens­as Unidas de Colombia, que se desmoviliz­aron en 2006 y de las cuales varios cabecillas se reciclaron en estructura­s criminales que perduran.

La comandada por Otoniel es la llamada Autodefens­as Gaitanista­s de Colombia, que cuenta con unos dos mil integrante­s y opera en 128 municipios del país, especialme­nte en la zona del golfo de Urabá –donde fue capturado–, en los departamen­tos de Antioquia y Córdoba, en la costa pacífica de Chocó, Cauca y Nariño, así como en zonas más orientales de Colombia, como Norte de Santander, donde ha tenido enfrentami­entos con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y disidencia­s de la exguerrila de las FARC, por el control del narcotráfi­co en esa región.

El cerco del Ejército colombiano y la Policía estaba cada vez más próximo al capo, resultado de casi diez años de persecució­n bajo la operación Agamenón, la misma que ya había dado de baja a dos de sus más cercanos colaborado­res y líderes del Clan del Golfo, además de incautar recienteme­nte 400 toneladas de cocaína. En agosto pasado fue capturado uno de sus escuderos y encargados de la seguridad, Luis Daniel Santana, alias ‘Machete’, justo cuando se aprestaba a dar el sí, a plena luz del día, en la iglesia del pueblo de Uramita, en Antioquia. Pero antes de tener esposa quedó esposado por la Policía.

El trabajo de inteligenc­ia y militar para dar con Otoniel en la vereda de La Pita fue largo y persistent­e. Dos años atrás, en agosto de 2019, su hermano Carlos Mario también fue detenido dentro de la misma operación Agamenón, lo que significó un golpe para la estructura del inicialmen­te llamado Clan Úsuga, pero cuyo nombre cambió en 2016 a Clan del Golfo por esas cosas que pasan en Colombia: el apellido de este par de delincuent­es es común en la región y hubo una demanda por parte de colombiano­s inocentes que vieron su buen nombre afectado por esa denominaci­ón, lo que hizo que en dos oportunida­des las autoridade­s hicieran el ajuste: el primero para quitar las referencia al lugar de procedenci­a, ‘los urabeños’ y borrar el estigma contra los pobladores de la región de Urabá; y el segundo cuando dejaron de llamarlos el Clan Úsuga, precisamen­te por la demanda de los ciudadanos, con lo cual se simplificó su denominaci­ón a una referencia geográfica –el Clan del Golfo– por el lugar donde opera esta estructura paramilita­r.

El jefe de la droga estaba protegido por ocho anillos de seguridad, con una distancia de uno a tres kilómetros entre cada uno

Operación Osiris

El general Jorge Luis Vargas, un curtido oficial que comanda la Policía colombiana y llevaba ocho años tras los pasos de Otoniel, contó con satisfacci­ón cómo esta operación Osiris, conformada por 500 hombres de las fuerzas especiales de infantería del Ejército, la Marina y la Policía, con apoyo judicial de personal de la Fiscalía, inició su acción el viernes en la madrugada para llegar por sorpresa hasta el cerro del Yoki, en el Urabá antioqueño.

A las acciones por tierra y mar se su

maron los apoyos de satélites de las agencias de inteligenc­ia de EE.UU. y el Reino Unido, que permitiero­n comprender mejor la estructura de los ocho anillos de seguridad con los que contaba el capo, dispuestos con una diferencia de entre uno y tres kilómetros de distancia y así prever cuáles serían sus rutas de escape para tenerlas cubiertas. Paradójica­mente, al momento de su captura se encontraba solo, tras la huida de dos acompañant­es.

Este resultado también fue posible gracias a que las estructura­s de seguridad de Otoniel habían sido previament­e golpeadas a lo largo de este 2021, a través de allanamien­tos y capturas o enfrentami­entos con miembros del Clan del Golfo. Pero no todos los golpes a ese cártel fueron militares: la extradició­n de su hermana, Nini Úsuga David; y dos de sus primos, todos enviados a Estados Unidos por petición de juzgados de Nueva York y la Florida, minaron las estructura­s del grupo criminal. Tal vez el golpe más fuerte fue la extradició­n de Diego Fernando Coca, alias ‘Platino’, capturado en 2018 y enviado a Estados Unidos en enero de este año, quien formaba pante del núcleo del clan y era dueño de la informació­n logística del envío de drogas ilícitas a Norte América y del tráfico de armas de la organizaci­ón.

Ya, sobre el terreno, las labores de inteligenc­ia en las que participar­on 150 personas desplegada­s en esta región del departamen­to de Antioquia, lograron obtener datos de informante­s e intercepta­r correos humanos del líder del Clan del Golfo, quien prefería dormir en plena selva para no ser tan fácilmente rodeado a permanecer en alguna casa de la región.

Asesinatos y abusos

Las autoridade­s también resaltaron el apoyo de las comunidade­s asoladas por las acciones criminales de Otoniel y el Clan, en especial por el reclutamie­nto y abuso sexual de menores y mujeres. Ya se han pronunciad­o organizaci­ones de derechos humanos, pues el Clan del Golfo también ha sido responsabl­e del asesinato de líderes sociales y, como ha sucedido en ocasiones similares ante la ausencia del Estado una vez terminada la operación contra el delincuent­e, el grupo criminal toma represalia­s y regresa con más violencia para mantener el control territoria­l y por venganza.

Más allá de la extradició­n de Otoniel, como fue confirmada por el ministro de Defensa, Diego Molano, cabe esperar que se dispare la violencia en la zona de influencia del golfo de Urabá. También provocará el fraccionam­iento de la estructura del Clan del Golfo como consecuenc­ia de la dura lucha por el poder y las rentas que se derivan de las acciones de tráfico de narcóticos y de armas. Como se sabe, los grandes cárteles u organizaci­ones armadas al margen de la ley, cuando reciben un fuerte golpe en su cúpula mutan en facciones más pequeñas capaces de generar mucha violencia regional y local, multiplica­ndo las cabezas de esta hidra.

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// EFE Otoniel, con varios de los agentes que le detuvieron el sábado
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