ABC (1ª Edición)

Vinicius pone la alegría con su alto voltaje

Fue el mejor del Madrid con su rapidez y sus regates y ganó el pulso a Ansu Fati

- TOMÁS GONZÁLEZ-MARTÍN

Cada vez que cogía el balón había peligro. Cada vez que arrancaba sembraba el miedo en el Barcelona. Era el más rápido de la clase. Cazaba balones que parecían claros del defensa de turno. Fue el mejor jugador en el Camp Nou, el único que jugó siempre a encarar, a regatear, a centrar y a disparar. Le derribaron, le agarraron y se levantaba para continuar con la pelota en sus botas. Vinicius fue el futbolista diferente, el animador del partido.

El brasileño se quejó de un posible penalti, por derribo en el área azulgrana. Participó con un buen pase a Rodrygo en el gol de Alaba, quien robó el balón y finalizó la jugada con un trallazo. Desperdici­ó una gran ocasión ante Ter Stegen por esperar demasiado. Disparó otras dos veces y estrelló la pelota en los cuerpos de rivales, que hicieron de muro dentro del área. Combinó constantem­ente con Benzema. Y trajo en jaque a Mingueza, que no podía frenarle salvo con agarrones.

Sus incursione­s por la izquierda eran electricid­ad pura, ahora que está muy cara. Sus penetracio­nes eran verticales, vértigo, ‘jogo bonito’. Le sale o no, pero siempre lo intenta.

Es, Vinicius, un extremo de los que ya no quedan, de los de antes, a la antigua usanza, de los que ataca con su finta al adversario en cuanto posee el balón en sus pies. Es lo que quiere el espectador que disfruta del fútbol de verdad, nada de ‘centrocuen­tismo’, sino jugadores que sean agresivos en ataque, líderes con el balón, directos hacia la portería. Así es el suramerica­no

En un encuentro tan táctico, tan estudiado en la estrategia, Vini jr. se salía del guión. Era como un futbolista individual­ista entre tanto esquema, sin olvidar que debía defender cuando el Barcelona tenía la pelota. Sus incursione­s hasta la línea de fondo, incluso en el área pequeña, hicieron sufrir a Ter Stegen, que veía todo el peligro por ese flanco. Los defensores azulgranas corrían hacia atrás y taponaban, no se atrevían a meterle la pierna porque su gambeteo de la derecha a la izquierda y viceversa era carne de pena máxima.

Rompió las costuras

Fue, el de Vinicius, un espectácul­o en medio de tanto ajedrez. La velocidad entre tanto pase. Es un futbolista distinto. El juego estaba ralentizad­o y de pronto surgía el balón largo y ese número 20 que volaba por la banda. El fútbol del ataque madridista siempre se generó por la izquierda, por la genética de este muchacho que ya destacaba cuando tenía cinco años. Esos genes, ese ADN de alto voltaje, de tantas revolucion­es por minuto, hay que saber dirigirlo para sacar su mayor rendimient­o.

Extenuado de tanta carrera, se quedó tirado en el césped cerca del final del partido, con calambres. No era nada importante, solo que sus piernas dijeron basta de galopar. Marco Asensio le sustituyó y realizó la jugada que Lucas Vázquez remató con el segundo gol. El clásico del Camp Nou era definitiva­mente blanco.

El chico formado por Cacau en la Escuela do Futebol do Sao Gonçalo fue el mejor. La victoria era el premio a su gran partido. Como dijo Courtois, un veterano en estas lides, Vinicius no marcó, pero intervino en el primer tanto y fue decisivo, el hombre que rompió los michelines al Barcelona, el que resaltó sus debilidade­s.

Solo tiene 20 años y ya es una figura, pero en el Real Madrid nunca se lo dicen, ni se lo dirán, para que no se lo crea. El día que se lo crea, con esta edad, se acabó. Carlo Ancelotti, que consiguió su primer triunfo en el Camp Nou, le toma las riendas en corto. Al pura sangre hay que dirigirle bien para que no se a un caballo desbocado.

El ataque madridista se dirigió a sus botas; trajo en jaque a Mingueza y obligó a Piqué y a Eric García a concentrar­se en pararle

Desperdici­ó una gran ocasión, estrelló dos disparos en los defensas rivales y protestó un posible penalti

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