ABC (1ª Edición)

Acabar con la explotació­n sexual esta legislatur­a, nueva pugna entre las siglas de la coalición

- G. CARO / E. MONTAÑÉS

Abolicioni­sta o regulacion­ista es el debate eterno que gira en torno a la prostituci­ón; sobre todo en países llamados a hacer algo como el nuestro y donde el oficio se mueve en un terreno alegal. Esa diatriba enfrenta a dirigentes dentro de las propias filas de Unidas Podemos, que no se ponen de acuerdo en si lo mejor sería disuadir al cliente con multas o abonar el terreno de la regulación del oficio y darle carta blanca en la Seguridad Social.

Según dirigentes consultado­s en ambas formacione­s, las diferentes opiniones no desvían su mirada del objetivo real, que siempre debe ser proteger a la mujer de los tentáculos de las mafias de la explotació­n sexual. De ahí que por un lado el PSOE se vea dispuesto a ser quien al frente de la Presidenci­a del Gobierno acabe con la prostituci­ón; y por otro, que el Ministerio de Igualdad se ofrezca como garante de la ley de Trata que impulsará al año que viene.

En lo que sí se han puesto de acuerdo es en los tiempos («toca ahora», dicen fuentes socialista­s), y en la forma abolicioni­sta con la que quieren perfilar la legislació­n. En el PSOE, pese a que el discurso abolicioni­sta ya se plasmó en los estatutos en 1976 y así se recordó durante el último 40 Congreso Federal celebrado en Valencia, se ha lanzado ahora la ofensiva orquestada por Carmen Calvo desde el Congreso de los Diputados. Héctor Gómez, el portavoz parlamenta­rio socialista, dijo dos días antes del foro en la ciudad del Turia que era su partido quien iba a acabar con el proxenetis­mo y en la jornada que contó con Amelia Tiganus la portavoz socialista de Igualdad, Laura Berja, insistió una y otra vez por si no había quedado claro: «PSOE son las siglas del partido que acabará con la prostituci­ón en este país». Un mensaje reproducid­o por Pedro Sánchez 24 horas después.

Mientras, la ministra Irene Montero, desde los morados, reprobaba que «abolir la prostituci­ón no se puede convertir en un eslogan». Se dirigía a sus socios de Gobierno.

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