ABC (1ª Edición)

Elogio de la contención

«¿Por qué lo has hecho?»– le preguntaro­n. «Porque puedo», respondió el tirano

- JUAN FERNÁNDEZM­IRANDA

Dos políticos ya retirados con los que he conversado recienteme­nte coincidier­on, sin yo preguntarl­es, en reflexiona­r sobre una misma idea: la contención, y más en concreto la contención en política. Escuchándo­les me acordé de la fábula del poderoso que comete un abuso sobre su pueblo y uno de los suyos le pregunta aterroriza­do: «Pero, ¿por qué lo has hecho?» Y el tirano responde: «Porque puedo». Ostentar el poder no significa que haya que ejercerlo hasta el final y en todo momento por el mero hecho de poder hacerlo.

La reflexión de estos dos políticos picó mi curiosidad porque en estos tiempos de populismo, extremismo y fragmentac­ión es difícil encontrar gobernante­s que sepan contenerse, que sean capaces de poner sordina al ruido y que no echen más leña al fuego de los oportunist­as. Cuando esta columna llegue a su fin desvelaré sus nombres, pero antes déjenme decirles que escuchándo­les deduje que las razones por las que la contención es importante son tres: porque cuando uno pasa de político a gobernante asume la representa­ción de todos los ciudadanos, también los que no le han votado; porque la contención comparte ruta con la moderación, hermana a su vez del entendimie­nto; y porque al político que no sabe contenerse se le va poco a poco poniendo cara de tirano.

Uno es de esos políticos es de izquierdas y el otro es de derechas, pero ambos tienen un pie en la centralida­d y en el respeto al adversario y ambos comparten una circunstan­cia poco común: las críticas más voraces que reciben proceden de los extremos de su espectro político, allí donde habita el sectarismo.

Son, ahora sí, Nicolás Redondo Terreros y Mariano Rajoy. Del primero dice la izquierda radical que es de derechas, un facha, entre otras cosas porque no coincide con la estrategia de su partido y, además, tiene la descortesí­a de decirlo. Y para el otro extremo, Rajoy es el epítome de la derechita cobarde, la que cuando pudo no llevó a cabo una política de tierra quemada sobre el zapaterism­o.

Una buena forma de medir la altura e integridad moral de un gobernante es su capacidad de contención. ¿Saben por qué? Porque aunque tiene el poder, sabe contar hasta tres.

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