ABC (1ª Edición)

Indignació­n por la desidia con el Archivo Vicente Aleixandre

▶ Escritores y académicos denuncian el abandono de las autoridade­s por recuperar los papeles del escritor ▶ El legado del poeta de Velintonia es una «anomalía patrimonia­l» que lastra la memoria del 27

- BRUNO PARDO PORTO

César Antonio Molina Poeta y exministro de Cultura «No hay ni hubo nunca conciencia cultural en este país. Y diría más: ni la habrá. Es una tristeza»

Diego Doncel Poeta y crítico de ABC «No se puede permitir que un fondo tan importante esté todavía sin explorar. Es una anomalía histórica»

Antonio Piedra Director de la Fundación Guillén «Es algo insustitui­ble. Sus cartas, sus intimidade­s… Es uno de los grandes archivos de su tiempo»

Laura García Lorca Presidenta de la Fundación Lorca «Es muy importante lo que se hace con la obra de un autor. Hay que regarla, hay que difundirla»

Pere Gimferrer Poeta y académico «El ‘copyright’ de las cartas a Aleixandre no es suyo y pertenece a los autores de las mismas»

La situación del archivo de Vicente Aleixandre, al que a día de hoy es prácticame­nte imposible de acceder y que no se ha investigad­o en profundida­d, tal y como revelamos en estas páginas el pasado domingo, es una anomalía histórica. Así lo cree el poeta Diego Doncel, premio Loewe 2020, que lamenta que se esté privando a lectores e investigad­ores de una pieza tan fundamenta­l de nuestra memoria literaria. «Es una anomalía histórica, cultural, patrimonia­l. Ese archivo explica la historia de Aleixandre, la historia de la poesía española y, además, la intrahisto­ria de muchas relaciones que tenemos derecho a conocer. No se puede permitir que un fondo tan importante esté todavía sin explorar, que no lo conozcan los escritores, los investigad­ores, la cultura española en general. Es un capítulo importantí­simo de nuestra historia cultural que necesita divulgarse, que necesita ser público. Entre otras cosas para escribir una biografía como la que se merece Aleixandre». Y luego añade: «No podemos estar sujetos a que venga cualquier universida­d extranjera, u otra institució­n privada internacio­nal, y se lleve un patrimonio cultural de este calibre. No podemos correr constantem­ente este riesgo».

Para César Antonio Molina, antiguo ministro de Cultura (2007-2009) y, sobre todo, poeta, este caso revela la desidia pública por la cultura y, además, la falta de herramient­as legales de las que dispone el Ministerio de Cultura. «Todo esto pertenece al patrimonio cultural de este país, aunque sean propiedade­s privadas. De la misma manera que hay expropiaci­ones, podría existir algo semejante cuando el bien patrimonia­l cultural que se pierde es de gran valor. En este caso es un premio Nobel, y no es que España esté muy regada de premios Nobel… El Ministerio de Cultura debería ser más combativo en cuestiones como estas». En su opinión, los juristas de Cultura deberían trabajar para redactar una ley que proteja más el patrimonio y evitar situacione­s como estas, aunque no es muy optimista al respecto. «Seguirán sucediendo cosas como esta y como otros desastres patrimonia­les que ya hemos visto. Como ventas de cuadros de gran valor. Y todo es porque en el fondo no hay ni hubo nunca conciencia cultural en este país. Y diría más: ni la habrá. Vivimos en un país en el que la cultura es una lata, una molestia, una cosa pesada que solo le interesa a cuatro gatos. Es así: una desidia, un desinterés, una tristeza», zanja.

«Todo archivo explica muchas cosas de un autor. Hasta su situación económica. Lo que nos estamos perdiendo es un momento muy importante de la literatura española, de cómo lo vivió un escritor como Vicente Aleixandre, que mantuvo tantas relaciones poéticas. Y eso es insustitui­ble. Su correspond­encia, sus intimidade­s… Es uno de los grandes archivos de su tiempo», afirma, al otro lado del teléfono, Antonio Piedra, director de la Fundación Jorge Guillén. Él cuenta que, por fortuna, estamos ante una excepción, pues el resto de la memoria en papel de la Generación del 27 está a buen recaudo en institucio­nes como la Fundación Gerardo Diego o en la que él mismo trabaja. «Sin contar el de Velintonia, los archivos más importante­s de esta época se han salvado», celebra.

El caso Lorca

Buen ejemplo de esto es el de la Fundación Federico García Lorca (FFGL), que se constituyó, precisamen­te, en 1984, año de la muerte de Aleixandre. «Desde el momento en que fusilaron a mi tío, mi familia se dedicó a la conservaci­ón, a la recopilaci­ón y al cuidado de todo ese archivo. Fue una labor que empezó en el año 36, siempre con la intención de que ese archivo estuviese a disposició­n de los investigad­ores. Mi padre recibió en casa,

sacando documentos de sus cajones, a los primeros investigad­ores en la obra de Lorca», explica Laura García Lorca, presidenta de la FFGL. Ella no duda de que los archivos de los grandes escritores tienen que estar a disposició­n del público, y de hecho cree que si Lorca mueve tantos ríos de tinta es, en parte, porque siempre se han podido consultar sus papeles. «Hay un diálogo permanente de Lorca no solo con el público lector, sino también con los creadores. Y el hecho de que esté tan viva esa relación tiene mucho que ver con la labor de difusión que se ha hecho. Hay que comunicar su obra, lo que contiene, lo que sus papeles comunican. Es muy importante lo que se hace con la obra de un autor. Hay que regarla», apostilla.

Del contenido del archivo, el poeta Pere Gimferrer, que tomó posesión del sillón de Aleixandre en la RAE tras la muerte de este, recuerda que la mayoría de las cartas no son del Nobel, sino de quienes se las enviaban. «Esto es algo imposible de publicar, incluso de citar, porque el ‘copyright’ pertenece a los autores de las cartas», detalla, al tiempo que revela que él mismo tiene setecienta­s cuartillas que le fue enviando Aleixandre entre 1965 y 1984. Y recalca una y otra vez, sobre el caso: «Este es un problema muy antiguo». Y tanto.

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// GYENES Vicente Aleixandre, retratado en Velintonia

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