«Los mocos en los niños llegan en otoño y no se marchan hasta el mes de mayo»
La pediatra Lucía Galán enumera las tres preguntas para saber si un menor está enfermo
Lucía Galán, más conocida como Lucía mi pediatra, acaba de publicar el primer título de su nueva colección de relatos agrupados por estaciones: ‘Cuentos de otoño de Lucía, mi pediatra’. Asegura a ABC que en estas fechas empatiza mucho con las familias, sobre todo con las que tienen niños más pequeños. «Si la vuelta al cole puede hacerse cuesta arriba en algunas de ellas, mucho más en el caso de padres con niños que se incorporan por primera vez en su vida a la escuela infantil o a centro escolar después de la pandemia. Estos pequeños han estado en sus casas como en una burbuja para huir del Covid-19 y a los padres se les suele hacer mucho más complicado dejarles en clase. A la adaptación a su nueva realidad se suma también la incertidumbre por el coronavirus y la habitual preocupación por otras infecciones que, a partir de ese momento, tendrán».
Explica esta pediatra que, en condiciones normales, los niños suelen tener entre 6 y 7 infecciones a lo largo del año. Aconseja que los padres no duden en acudir a la consulta de su pediatra ante cualquier duda. «No deben tener miedo ni vergüenza por pensar que su médico les mirará raro por hacer preguntas que pueden parecer obvias, sin sentido, exageradas o de principiantes. Es normal que los progenitores, sobre todo los primerizos, se asusten ante cualquier cambio en el estado de sus hijos. Solo en consulta podrán aprender de verdad cómo actuar ante una subida de fiebre, qué hacer si el pequeño tiene tos, mocos... Es la forma de que aprendan a enfrentarse a estas situaciones y a distinguir en próximas ocasiones si deben salir corriendo a Urgencias o no».
Y es que «los mocos llegan en septiembre y se van en mayo. Es una máxima que deben tener bien aprendida los padres. También, que las toses suelen durar entre diez y doce días y la fiebre, al menos, un par de días en un proceso normal».
Señales de identificación
Pero, lo más importante –señala– es saber identificar, a pesar de que tenga fiebre, qué señales indican a unos padres que su hijo está enfermo. Para ello, propone a los progenitores que se se hagan las siguientes tres preguntas:
—¿Tiene temperatura alta, pero está contento y activo? «Bien, pues todos tranquilos no es grave», explica. —¿Tiene buen apetito, hace pis, tiene buen color de piel? «Estupendo, no hace falta llevarle a Urgencias». —¿Respira con normalidad, no de manera agitada? «No hay por qué alarmarse».
Sin embargo, si el niño está decaído, no quiere jugar cuando le ha bajado la fiebre, respira acelerado... «Entonces, en ese caso, es mejor llevarle al pediatra. Es habitual que cuando tienen fiebre se muestren desanimados, pero al bajarles la temperatura suelen volver a su ser y a saltar en el sofá porque se sienten como nuevos, aunque no hayan desaparecido los mocos o la tos. Los padres, además, suelen identificar muy bien cuándo sus hijos, sin tener fiebre, están diferentes a cualquier otro día. Nadie les conoce mejor que ellos».