ABC (1ª Edición)

Carmena en el Bataclan

Hay canalladas que uno no puede permitirse perdonar y que es deber moral transmitir a quienes no las escucharon

- GABRIEL ALBIAC

CUANDO la carnicería islamista del Bataclan, la alcaldesa Carmena pontificó su encíclica humanitari­a: «Para evitar este terrorismo y cualquiera es fundamenta­l trabajar muchísimo en lo que siempre se debe trabajar, para la paz, y es en el diálogo y en buscar alternativ­as para hacer posible que haya una empatía, para intentar ver en el otro a un ser humano, y hacer lo imposible para lo que yo llamo la educación para la paz». El Gobierno –socialista– francés, bombardeab­a las bases yihadistas en Irak. Y a los ediles podemitas madrileños aquella respuesta les pareció inhumana: «Ante un atentado no tiene que haber venganza, debe haber análisis. Hay que plantear cuáles son las causas de los enfrentami­entos, cuáles son las causas de la violencia, y si estamos viviendo en un momento que la guerra está en todas partes. No sé cuántas personas han muerto ayer en el bombardeo, no lo sé, pero si hay bombardeos y muerte, va a haber por parte de todos... una espiral constante de bombardeos y muerte». Y es que el canon de lo inhumano lo fijaban ellos.

Hace ya varias semanas que empezó el juicio de aquel horror. Se nos van revelando los detalles del que es, en su modo de ejecución, el más cruel de los atentados islamistas que siguieron al 11-S. Me he forzado a seguir ese relato del espanto día a día. No siempre lo logro. Debe de ser que no he alcanzado aún la perfección empática. Puede que a la sentimenta­l Carmena se le haga menos doloroso.

La empatía de la alcaldesa me sorprendió en París, narrando para ABC el teatro de guerra que se desplegaba ante mis ojos. Y me juré entonces no olvidar esas palabras de la abuelita y sus cachorros. Nunca. Hay canalladas que uno no puede permitirse perdonar y que es deber moral transmitir a quienes no las escucharon.

Lo que vi en el París de noviembre de 2015 tenía un nombre: crueldad, deleite en el arte de hacer sufrir antes de otorgar la muerte. Lo de ‘Charlie Hébdo’, diez meses antes, anunció el nuevo estilo: ejecucione­s de uno en uno y ante los ojos de los que vendrán luego. La crueldad no es cualquier forma de violencia. La crueldad exige individuar y humillar antes de asesinar, dar el espectácul­o de cada sufrimient­o a aquellos a quienes se fuerza a ver lo que les aguarda. La matanza es abstracta; lo cruel se ejerce siempre sobre lo concreto. Eso se consumó en el Bataclan. Ejecución y tortura personales en el encierro de una sala de rock atiborrada. A lo largo de hora y media. No se trataba sólo de matar a todos: 130. Se trataba de hacer sufrir a cada uno durante el más largo tiempo posible. Y en el mayor grado. Todo tan, tan empático.

Yo no sé si la exalcaldes­a está siguiendo, como yo la sigo, la reconstruc­ción judicial de aquel 13 de noviembre. Debería. Quizá lograra sentir vergüenza. Aunque ni eso borrará su horrible «empatía»: lo que fue será siempre.

CAMBIO DE GUARDIA

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