ABC (1ª Edición)

El diálogo entre la izquierda y la derecha ‘made in Portugal’

- F. CHACÓN

A diferencia de España, la idiosincra­sia política portuguesa se beneficia de la inexistenc­ia de barcos que remen a la contra… por lo cual el sentido de Estado prevalece.

Olvídese usted de trabas nacionalis­tas al cruzar la frontera… y también de agitar fantasmas franquista­s porque a nadie se le ocurriría decir en Lisboa que los conservado­res del PSD resucitan los valores dictatoria­les del salazarism­o. Nada que ver con el recurrente miedo neofranqui­sta que los socialista­s españoles (y adláteres) esgrimen con inusitada frecuencia, incluso aunque no venga a cuento.

Así las cosas, el primer ministro luso, el socialista António Costa, no ha perdido el diálogo con el flanco de la derecha: al menos con el PSD y con el CDS. Otra cosa es Chega (parecido a Vox) e Iniciativa Liberal, a los que no suelen hacer demasiado caso, entre otras razones porque los primeros son mucho más chirriante­s que la formación de Santiago Abascal.

El actual líder de la oposición, Rui Rio, hasta presume de buenas relaciones con los socialista­s y se caracteriz­a por una estrategia contemplat­iva que no exhibe ninguna beligeranc­ia y exaspera a un sector de los militantes del partido. Pero ahora todo puede dar un vuelco. Justo unas semanas antes de las elecciones anticipada­s de enero, la formación celebra unas emocionant­es primarias, pues a Rui Rio le ha salido un competidor de peso: Paulo Rangel. Su estilo claramente contemporá­neo está ganando adeptos y, en la misma línea, sale a la luz otra figura con bagaje: Carlos Moedas, flamante alcalde de Lisboa.

Hasta el punto de que este último declaró en una entrevista con este diario: «Hemos demostrado que es posible derrotar a los socialista­s», en referencia a las dos legislatur­as consecutiv­as de Costa en el sillón del poder.

Hoy, sin embargo, la amargura se ha instalado en los jardines de Sao Bento, donde reside el primer ministro, ya que en menos de dos días todo ha dado un vuelco de 360 grados.

Con todo, los españoles ni pueden vislumbrar una distensión de estas caracterís­ticas entre Pedro Sánchez y Pablo Casado, con la excepción del reparto acordado de ciertos órganos.

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