Ribera y Greenpeace
La ministra busca desesperadamente gas en Argelia mientras los ecologistas bloquean los barcos en Sagunto
POCAS horas antes de que la vicepresidenta Teresa Ribera viajara a Argelia para asegurar el suministro de gas a España, sus amigos de Greenpeace bloquearon la entrada al puerto de Sagunto del ‘British Merchant’, un buque cargado con 60.000 toneladas de gas licuado, denunciando «el gas no es el futuro». Más allá de las relaciones personales de Ribera con miembros de Greenpeace, esta organización ha celebrado tanto la creación de un Ministerio de Transición Ecológica en 2018 como su ascenso a vicepresidenta en 2020.
Algún día se escribirá la historia de cómo ha degenerado Greenpeace, una organización que hizo mucho por la conciencia ambiental, pero que siempre ha despreciado las consecuencias geopolíticas y económicas de sus fines. Esta falta de comprensión, hija del desprecio hacia las posibilidades de la tecnología y de la hipocresía humana, le han pasado factura a su credibilidad. Pero me sigue asombrando cómo las ideas protoecologistas del romanticismo alemán engancharon con el rechazo a la guerra nuclear y eso contaminó el uso pacífico de esta energía hasta conseguir que un pueblo tan culto como el alemán la rechazara. No hay que olvidar que las campañas ecologistas arreciaron cuando se planteó el despliegue de los misiles de alcance intermedio en territorio alemán en las décadas de 1970 y 1980. No ocurrió lo mismo en otro pueblo tan culto como el francés, que con 56 reactores hoy cuenta con una independencia energética que muchos miramos con envidia.
El asunto es que, quizá, Greenpeace esta vez haya cometido un error. Su acción ha despertado un gran rechazo en las redes sociales. La gente está muy atenta al gas, sabe que dependemos de él para una transición energética que impone las restricciones que existen, entre otras cosas, por la demagogia de algunos ecologistas, e intuye que bloquear su llegada no va a mejorar la situación.
Pero lo más sorprendente, y quizá los lectores no lo sepan, es que desde 2011, Greenpeace comercializa gas en Alemania bajo la marca Greenpeace Energy. Lo hace con la excusa de que es un gas verde (10% biogás y 1% hidrógeno verde) y que emplean los beneficios para invertir en cómo sustituirlo. Pero el 89% de lo que venden es gas ruso, lo que deja su operación en una mera maniobra de blanqueo (‘greenwhasing’) que es lo mismo de lo que ellos acusan a las demás compañías energéticas.
Si Ribera no consigue que Argelia vuelva a utilizar el Gasoducto Magreb-Europa (GME), Greenpeace va a tener mucho trabajo bloqueando puertos porque los argelinos nos han ofrecido enviar por barco el gas natural que no cabe en los gasoductos. El problema es que por GME venían para España unos 8.000 millones de metros cúbicos. Dos mil millones de esos metros cúbicos se pueden desviar a través del Medgaz, el gasoducto directo entre Orán y Almería, pero el resto no cabe y tendría que venir por mar. jmuller@abc.es