ABC (1ª Edición)

El ultrafondo a ritmo extremo

Oriol Bonet, batería de Love of Lesbian, cuenta a ABC su participac­ión en el Marathon des Sables, épica prueba por el desierto a más de 50 grados

- JAVIER ASPRÓN

Con cierto grado de inconscien­cia, Oriol Bonet, batería de Love of Lesbian, no tardó mucho en decir que sí cuando la fotógrafa Marta Bacardit le propuso apuntarse a la Marathon des Sables (‘maratón de las arenas’). El músico conocía la prueba, su dureza, pero, acostumbra­do a quemar energía sentado en un taburete, le pareció una idea interesant­e asomarse a la región de Merzouga, en el Sahara marroquí, y afrontar los 250 kilómetros de uno de los eventos deportivos más extremos del mundo. Un desafío que en su día asumió, por ejemplo, Luis Enrique, el selecciona­dor de fútbol. Uri, como le conocen sus amigos y seguidores, logró terminar la tarea básica que se había impuesto, y al aterrizar de vuelta a casa sacó tiempo para narrar su aventura a ABC: «A toro pasado, es una experienci­a única e inolvidabl­e. A nivel emocional es muy bestia, porque te coloca en situacione­s muy difíciles». El relato de Bonet engancha porque no trata de edulcorar lo que en el fondo es una prueba de absoluta superviven­cia: «Sabía que íbamos a tener temperatur­as muy altas, pero fue bastante peor de lo que pensaba. El segundo día fue una etapa por el desierto a 56 grados. Te tirabas una botella de agua por encima y al momento te ardía la cabeza. Imagina lo que era para mí, que soy de los que se levanta a la seis de la mañana para evitar el calor y que le parece una locura hacer deporte al mediodía. Te cambia por completo esa percepción de lo que es correcto y lo que no».

El Marathon des Sables es también una prueba de autosufici­encia alimentari­a, pues deben llevar encima la comida para los siete días. Al margen de eso, la mochila debe ser lo más ligera posible: una manta, la esterilla y los productos básicos de higiene y botiquín. La única licencia es el agua. Hasta 20 litros diarios recibían los participan­tes.

A Bonet le ha tocado lidiar con el desierto en una edición trágica, pues en esa segunda etapa tan cruel a la que se refería antes terminó falleciend­o uno de los participan­tes por un paro cardiaco. A la mañana siguiente, el resto de corredores guardó un minuto de silencio e inició la caminata acompañado por la canción ‘Noches Reversible­s’, un tema de Love of Lesbian que evoca la fuerza de un grupo. «Fue un mazazo, el momento más triste», recuerda Bonet, que a cambio se lleva también muchos momentos magníficos grabados en la memoria: «Más que una competició­n es un lugar donde vas a compartir una gran experienci­a». Destaca por encima de todos la convivenci­a en el campamento después de las durísimas etapas. «Había que seguir currando, pero en eso los que llegábamos de los últimos teníamos ventaja. Omar Driss siempre era el primer español en llegar y nos cuidaba a todos. Ordenaba la jaima, nos quitaba las piedras para dejar la esterilla, nos hacía el fuego… El resto ayudábamos después en lo que podíamos».

El poder de la mente

A Bonet la carrera le ha servido para acumular enseñanzas, y la más importante es esta: «La mente es poderosa». El músico catalán se siente un privilegia­do por haber sabido resistir mentalment­e a la prueba: «Los que hemos conseguido acabar somos personas fuertes. Pensaba que iba a tener mucho tiempo para pensar en mis cosas, pero en absoluto. Al final solo vas descontand­o kilómetros y marcándote objetivos pequeñitos para no desfallece­r».

El otro gran aprendizaj­e tiene que ver con la disciplina. Eso comenzó tres meses antes, cuando inició el entrenamie­nto para la prueba mientras lo compaginab­a con su trabajo en el grupo: «Después de cada bolo mis compañeros se quedaban en el camerino y yo me iba al hotel, porque al día siguiente madrugaba para hacer 25 kilómetros». Asegura que no hubo ni un solo día que el resto de la banda se solidariza­se con él, aunque sí notó que las chanzas del principio («estás zumbado», le decían), se transforma­ron en una sentida admiración por ‘el correcamin­os del indie’, como le etiquetó el vocalista Santi Balmes antes de calificarl­e de héroe.

«En casa también hacía bicicleta y las rutinas que me marcaba la entrenador­a. E hice cambios en la alimentaci­ón», continúa. «Valentí Sanjuán, que es uno de los mejores ultrafondi­stas del mundo, me dijo antes de venir: ‘Uri, sufrirás seguro, pero si te entrenas serás capaz de disfrutar’. Y creo que he cumplido. Sé que no he hecho la mejor preparació­n del mundo, pero sí la suficiente como para no abandonar».

Bonet dice que antes de afrontar un nuevo reto aún tiene que bajar de la nube, pero ya piensa en algo relacionad­o con la bici: «Este objetivo ya lo he tachado, y para el siguiente quién sabe, la bici me gusta mucho. Pero no soy deportista, soy músico, así que tampoco me voy a obsesionar. Si llega, llega…».

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// ABC Oriol Bonet, en el Sahara marroquí durante el Marathon des Sables

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