ABC (1ª Edición)

Nos ocupamos del mal

- JOSÉ F. PELÁEZ

El eje del mal se ha dividido la tarea y es tan evidente que no entiendo que la derecha no lo vea

M Egustas parlamenta­rismo, porque estás como ausente. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado. Y parece que un gobierno te cerrara la boca. Pedro Navaja, a lo Neruda, con sus veinte decretos de amor y una legislació­n desesperad­a. Sin dejar a los poetas, recuerdo a Krahe: «Nos ocupamos del mar cada uno según es nuestro talante: yo lo que tiene importanci­a. Ella todo lo importante». Pues esto de la izquierda es parecido, pero en vez del mar, se ocupan del mal. Y también tienen la tarea fragmentad­a: Yoli habla de lo serio y Podemos de bobadas.

El eje del mal se ha dividido la tarea y es tan evidente que no entiendo que la derecha no lo vea. Basta de rimas. Al lío: Yolanda Díaz centra su discurso en la pasta, las prestacion­es, las condicione­s laborales y el sindicalis­mo y mira a parados y beneficiad­os por ERTE. El ámbito clásico de la izquierda, vaya, un programa no ejecutable que tiene como único objeto que gobierne el PSOE, pero notando su aliento en la nuca, una presión constante que le obligue a fracasar en su política económica para que pueda seguir existiendo el comunismo. Entre tanta deriva posmoderna, tiene sentido que alguien ancle a la izquierda a algo no neurotizad­o. Y hay mercado: nada hay tan obsesionad­o con el dinero como quien no lo tiene.

Defenestra­do el ministro de Phoskitos y relegado a Andalucía, los comunistas ya no son tontos. Ese terreno es exclusivo de los podemitas, que se olvidan de las ‘circunstan­cias objetivas’ y acaparan la hegemonía del feminismo, que es ya el único ámbito de su actividad. Ahí están Ione e Irene, sin esconderse, como pollos sin cabeza a por su segmento. Solo hablan de feminismo, de un feminismo delirante y degradante, de un feminismo que criminaliz­a al hombre, pero feminismo al fin y al cabo. Hay mercado, sin duda.

Repartido feminismo y economía. Errejón capitanea los problemas de los pijos urbanos, la jornada de cuatro días, los porros, los perros y ese ecologismo del centro de Madrid que cree que el campo es un zoo. Sumamos nacionalis­tas, golpistas, etarras y resto de identitari­smos y ya los tenemos, un anillo para gobernarlo­s a todos juntos, rentabiliz­ando cada uno su acción política, sabiendo cuál es su terreno, atacando a diferentes segmentos, con diferentes discursos y ofreciendo finalmente todos los votos a Sauron, a Pedro, a ese Saturno que los devorará a todos y que modula su discurso hacia el centro, la moderación, Europa, el ‘establishm­ent’ y la socialdemo­cracia clásica que vino a destruir.

Me recuerda a Las Vegas. No es que mientras juegas, lo que estás bebiendo sea gratis, sino que todo va a la misma caja. Da igual que pagues un whisky o una ficha. Es una abstracció­n. Acaba, físicament­e, en el mismo sitio, pero tú crees que te han invitado. La izquierda funciona igual. Todos trabajan para Pedro, que es el sol. Y, mientras tanto, la derecha, mira al dedo. O a la linde, ya saben.

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