Salvemos a los enfermos mentales
PSOE y Podemos pretenden que cuando una persona se quiebre nada ni nadie le salve del precipicio
UNA de las personas que más aprecio padece una enfermedad mental. A veces, es el ser más lúcido que conozco. Otras, su cerebro se convierte en su peor enemigo. Con ella me he reído a carcajadas. Pero también se me ha roto el alma. Hay días que ha tenido miedo hasta de sí misma. Otros, es capaz de acabar con cualquier desesperanza. Es bipolar, un término que muchas veces se utiliza para despreciar a quien cambia fácilmente de humor o de carácter. En el caso de mi amiga, su trastorno ha marcado su vida. Nunca la he visto hospitalizada pero me ha contado lo que fue: medicación forzosa que anulaba su mente para salvar su vida. En sus crisis necesita que alguien la proteja de su propio cerebro. Pero si en ese momento le preguntaran, combatiría con todas sus fuerzas contra cualquier tipo de auxilio.
Podemos, con la ayuda del PSOE, quiere que cuando el juicio de una persona se quiebre nada ni nadie le salve del precipicio. Llevando el buenismo –y la ignorancia– al extremo, los morados han presentado una ley con la que pretenden poner fin a las hospitalizaciones y tratamientos forzosos. Dicen que lo hacen para dar voz a los enfermos mentales. ¿Acaso les han preguntado si quieren renunciar a que su espiral destructiva encuentre freno? ¿O esto solo va de ocurrencias para disputarle a Íñigo Errejón la bandera de la salud mental? Como es habitual en todo lo que regulan, Podemos, y el propio Pedro Sánchez, enfocan la nueva ley desde la lucha contra la pobreza y la opresión social sin que exista ningún tipo de dato que lo apoye. ¿O alguien piensa que hay menos trastornos mentales en los países ricos que en los pobres?
El texto propuesto es indignante por lo que revela de inconsciencia, imprudencia e ineptitud. Y da miedo por las consecuencias que puede acarrear para los propios enfermos, sus familias y todos los demás. Es una ley que juega con la salud y la vida de personas especialmente vulnerables simplemente por razones de conveniencia política.
Los enfermos mentales no necesitan menos ayuda médica sino más y sobre todo tener la certeza de que recibirán tratamiento cuando sea preciso. Lo que necesitan son más hospitales, más psicólogos y más psiquiatras para tratarles, pero también más campañas para desestigmatizarles. Eliminar la medicación forzosa y decir que la enfermedad mental es cosa de pobres es hundirles en su propio abismo personal.
Hay un libro que sí da voz a los enfermos mentales y que deberían leer aquellos que de verdad quieran entender cómo ayudarles. «Mi mente rota», de María Ferrero, es la historia de cómo la autora recuperó su vida cuando su cerebro se quebró. Es un relato de superación a costa de lucha interna y tratamiento externo porque la clave para que un enfermo mental sea salvado de sí mismo es recibir ayuda. Y sí, a veces debe ser forzosa.
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