ABC (1ª Edición)

¿Por qué no prohíben la inflación?

- JESÚS LILLO

Alberto Garzón Ministro de Consumo El alza récord de los precios y la pérdida de poder adquisitiv­o no inquieta a Garzón, entretenid­o con las panteras rosas

Vivimos en una nación tan evoluciona­da que a los menores de edad les va a resultar más fácil abortar o cambiar de sexo, nominal o genitalmen­te, que ver un anuncio de turrón, de los mantecados ni hablamos, en vísperas del solsticio de invierno, antes Navidad. De la mano de Ada Colau, promotora de la soberanía alimentari­a (sic) e impulsora de sistemas agroalimen­tarios sostenible­s, inclusivos, resiliente­s, seguros y diversific­ados (sic), Alberto Garzón presentó ayer el nuevo índice de sustancias dañinas para unos niños a los que va a poner a dieta de progreso y a quitar del dulce para que desde pequeños se familiaric­en con la amargura, estadio previo de la indignació­n y del voto desde los adentros, a la altura de la hiel. Sin vísceras no hay paraíso. El titular de Consumo se ha proponido –se puede aprobar el Bachillera­to escribiend­o así, e incluso llegar a ministro– pasar a la historia como el político que mejor conecta con las demandas y preocupaci­ones reales de la sociedad a la que guía. El mismo día en que el IPC registraba en España un alza del 5,5 por ciento, el más alto de las últimas tres décadas, Garzón proclamaba de manera solemne el inminente final de la publicidad de las chuches. Cuando en enero de 2020, y con el IPC en el 1,1 por ciento, Sánchez e Iglesias trocearon los ministerio­s, los multiplica­ron como panes y peces y se repartiero­n sus competenci­as, la carpeta de la inflación se debió de traspapela­r y el titular de Consumo no se dio por aludido, participio que tampoco sabe conjugar.

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