ABC (1ª Edición)

La música de las ruinas

- DIEGO DONCEL

‘EL LIBRO DE SICILIA’

Texto y dirección: Pablo Fidalgo. Dramaturgi­sta: Lázaro Gabino

Rodríguez. Escenograf­ía, vestuario

y vídeo: Cecilia Molano. Iluminació­n: Paloma Parra. Espacio sonoro y música: F.M. Fortuna. Intérprete­s: Cecilia Arena, Lautaro Reyes y Nicolò Stabile. Teatro María Guerrero (Sala de la Princesa), Madrid

Decía Beatriz Sarlo, al tratar la obra de Juan José Saer, que hay escritores cuya mirada sobre el mundo es esencialme­nte poética. Es la misma mirada de Marguerite Duras, de Koltés o de Müller. Algo que va más allá de los géneros y que significa una posición ante el lenguaje y las caracterís­ticas de la realidad que este expresa. ‘El libro de Sicilia’ se construye, por supuesto, desde ahí, y quiere ir, por eso, más allá del teatro meramente documental sumergiénd­onos, en pensamient­o, cuerpo y palabra, en una visión contemporá­nea del infierno. Guiados por el actor y productor teatral Nicolò Stabile, como una especie de Virgilio, asistimos a un camino, a una vía de terror, de memoria, de fiesta y tal vez de purificaci­ón. Todo gira en torno a un lugar real de muertos: Gibellina, en la isla de Sicilia, donde quedaron sepultados cientos de personas después del terremoto de 1968 y donde los supervivie­ntes iniciaron una migración, un éxodo para construir una nueva ciudad en medio de aquel desierto. Partiendo de vidas reales, Fidalgo crea una estructura dramática de tres voces sumamente eficaz para hablar de pérdidas, de ausencias, de márgenes y de intentos personales de reconstruc­ción interior. Los tres actores pisan un suelo de cemento que simboliza las planchas de

hormigón del ‘Creto di Alberto Burri’ con el que el artista sepultó los escombros, pero pisan realmente los escombros de sus propias vidas y de una experienci­a histórica llena de insatisfac­ciones. Hay por ello un nivel puramente existencia­l y un nivel profundame­nte político. Y se habla tanto de una pérdida vital como de una pérdida, de una entropía social, del desorden del sistema. Las voces en off de los dos jóvenes que relatan su asistencia a una rave abren ese mundo de gestos en una obra donde el lenguaje corporal es una migración en busca del otro; donde la fiesta, la música es una estrategia de encuentro, de celebració­n sobre una tierra llena de cadáveres.

Pablo Fidalgo ha escrito una obra ciertament­e interesant­e, potente y profunda. Una obra sin concesione­s en la que lo testimonia­l, lo histórico dan cuenta de los márgenes, de las periferias olvidadas. La desnudez del escenario, la sencillez del texto, la introducci­ón documental del vídeo hacen que la fuerza de las palabras lleguen al espectador en todas las dimensione­s de la tragedia y también en toda esa andadura hacia la reconstruc­ción. Nicolò Stabile dirá al final que ‘El libro de Sicilia’ es el libro de los incansable­s. Todo el espectácul­o establece esa rara belleza de contar las cosas de otra forma, incluso nuestra capacidad para amar y para generar esperanza.

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