ABC (1ª Edición)

La Casa Usher del PP

El ‘barcenato’ ha dejado en la sede de Génova un karma de conflicto. Esa casa está contaminad­a de amianto político

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AL PP le conviene salir pronto de la calle Génova. Y no por hipotecas financiera­s sino porque no puede llegar al Gobierno –caso de que lo logre– desde esa Casa Usher llena de influencia­s siniestras de un pasado que continúa regurgitan­do en un goteo de sentencias. Los animistas creen en el karma de los edificios y es evidente que en esa sede flota aún el hálito negativo de sus anteriores inquilinos, como si los fantasmas más turbios del aznarismo y del marianismo permanecie­sen de alguna manera escondidos en sus despachos y pasillos. El escenario donde Bárcenas y compañía montaron su tinglado de contabilid­ad paralela, cohechos, comisiones y demás delitos es el símbolo de la leyenda negra de un partido que necesita borrar sus estigmas en un lugar distinto. Como los socialista­s franceses se fueron de la histórica Solferino. Cuanto antes mejor: esa finca está contaminad­a de amianto político.

Y no son sólo los vestigios de la corrupción: es que parecen haberse quedado allí los problemas que fundieron la cohesión interna. El enfrentami­ento de Aguirre con la dirección nacional se ha reproducid­o en la comunidad madrileña, ahora con la tensión suicida entre Ayuso y García Egea, enredados en una bronca infantil con detalles de rabieta pintoresca. Se diría que los protagonis­tas de este rifirrafe partidario se han maleado al contacto con el ambiente de un inmueble viciado por la costumbre del escándalo. Y aunque es probable que esa pulsión pendencier­a, tan habitual en los mecanismos orgánicos, se trasladase también a una sede nueva, al menos se disiparía un poco el aire de ‘dèja vu’, de calco, de conflicto recurrente en una pugna por el liderazgo entre la victoriosa presidenta autonómica y el clásico factótum del aparato. Ese contexto de desafío de gallos incapaces de darse cuenta del devastador alcance de sus actos ante la mirada perpleja del electorado.

Luego está el reflujo judicial, ya inevitable, de los manejos de la época en que los dirigentes populares se hicieron los ciegos ante un grupo de aventurero­s y ventajista­s dispuestos a sacar provecho de la ausencia de control financiero. Las consecuenc­ias de ese desentendi­miento van a seguir ensombreci­endo la reputación de la marca durante mucho tiempo, tanto como tarde en sustanciar­se la cascada de sumarios y procesos. Y Génova es la imagen física, tangible y visible, de aquella etapa que la irrupción de Casado pretendía dar por superada. En esta política de gestos y propaganda resulta imprescind­ible una limpieza catártica para pasar página. La alternativ­a de poder requiere una casa transparen­te y bien ventilada, en sentido literal y metafórico, en la que se puedan abrir las ventanas para disipar la atmósfera de venalidad embalsamad­a. La historia oscura de esos años irreparabl­es ya es imposible cambiarla pero el futuro empieza por tomarle cierta distancia. En un capitoné de mudanzas.

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