Vanguardia y tradición en el éxito de la Real
En la cúspide de su proyecto formativo, con su filial en Segunda y con uno de los mejores equipos femeninos del país, los guipuzcoanos encaran el derbi vasco líderes en la Liga
Como todo equipo vasco, la Real Sociedad es un club muy apegado a sus raíces, a su tradición centenaria. Sin embargo, hace décadas que decidió desprenderse del apéndice más retrógrado de su leyenda, la imposición de competir únicamente con gente de la casa, para abrazar a la innovación. La Real, hoy, continúa siendo un equipo cuyo núcleo duro está compuesto por jugadores formados en Zubieta, pero, asimismo, es salpimentado con talento foráneo (como Silva, Isak o Januzaj) que aporta ese factor diferencial que les ha convertido en el equipo de moda en esta Liga. Tras once jornadas, los de San Sebastián dominan en solitario la clasificación y su fútbol alegre y desacomplejado empieza a preocupar a los grandes. Mañana, en el renovado Anoeta (21.00 horas, Movistar), los de Imanol tratarán de mantener el liderato ante su máximo rival, la cruz de su moneda, el Athletic.
Pero esta imagen de una Real líder y autoritaria es producto de una lenta y continua transformación. Desde que en 2011 regresara a Primera división, el club guipuzcoano se caracterizó por su buen trato de balón. Si de algo pecó en la década pasada fue de inmovilista. En aquella época, el corte de sus mejores futbolistas era similar: tipos de gran calidad, pero con tendencia a jugar en corto y al pie. Tanto Xabi Prieto, Illarramendi, Carlos Vela o Zurutuza, leyendas coetáneas de la Real, contribuyeron inevitablemente a un fútbol de control espeso y plano que les impidió asentarse en la zona Champions. «Nos costaba realmente explorar el espacio. Viajábamos juntos, pero el viaje de vuelta era muy jodido», declaró Roberto Olabe, director deportivo realista desde 2016, tras el título de Copa conquistado el curso pasado ante el Athletic. Ante tal carencia, Olabe decidió virar hacía un modelo mixto que mezclara a jugadores de toque, capaces de dar el último pase, con otros caracterizados por atacar el hueco. Así, en las últimas cuatro temporadas llegaron a la Real hombres como Portu, Merino, Silva o Isak; y junto al enorme impacto de Alguacil en la entidad, la Real volvió a conquistar un título 34 años después. Además, el proyecto familiar de este equipo y la idílica relación entre la plantilla, el staff técnico y la afición ha elevado el nombre de muchos de sus futbolistas. Sin ir más lejos, Merino, hoy internacional con la absoluta, llegó a San Sebastián tras sendas temporadas infructuosas en Dortmund y Newcastle. Pero el ejemplo más claro de esta nueva deriva realista es Alexander Isak. El sueco, vendido también por el Borussia (15 millones), aterrizó en Guipúzcoa con 19 años. Hoy, con 22 y tras casi 40 goles en España, es uno de los delanteros más cotizados del panorama europeo.
Zubieta, el epicentro
«Trabajamos de manera diferente a otras canteras, con los niños en su entorno, en su colegio y con sus familias, y con la Real acompañando», explicaba a este periódico Luki Iriarte, director del fútbol base de la Real Sociedad, el pasado mes de abril. En efecto, la ciudad deportiva del club blanquiazul, ubicada en el pequeño barrio de Zubieta, se ha convertido en los últimos tiempos en una mina de futbolistas profesionales. El primer equipo lo demuestra: hasta doce jugadores, incluidos los capitanes Oyarzabal, Illarramendi y Elustondo, se criaron en los prados de Zubieta. Otra evidencia más del éxito de su cantera reside en el Sanse, el único filial de los equipos de la Liga que compite en Segunda división. Además, el jovencísimo equipo entrenado por Xabi Alonso es expoliado continuamente por la primera plantilla, que suele convocar a sus mejores jugadores (Turrientes y Lobete cabalgan ya entre los dos conjuntos). Sin embargo, la Real B está actualmente fuera de los puestos de descenso. Otro orgullo de la entidad es su equipo femenino, que es segundo en la Primera Iberdrola a tan solo tres puntos del líder, el Barcelona.
En San Sebastián tienen motivos para sonreír.