ABC (1ª Edición)

«Si no fuera por mi hija, habría acabado con mi vida el día que Concha murió»

► Afligido por la pérdida, charla con ABC sobre los 40 años de matrimonio con la cantante

- BEATRIZ CORTÁZAR

Sin salir de su casa de Somosaguas donde veló los restos mortales de su mujer, Ramiro Oliveros nos recibe para hablarnos de sus cuarenta años junto a Concha Márquez

Piquer y lo que será una vida sin ella. «Si no fuera por mi hija, Iris, el día de su muerte hubiera acabado con mi vida», dice sin que le tiemble la voz.

—¿Y qué va a ser de usted?

—Habrá que tirar para adelante. Me quedo aquí por mi hija, si no fuera por ella, me habría quitado de en medio. Se me ha acabado la vida con la ausencia de Concha pero me pidió que la cuidara y aquí estoy. Pasó 37 días en la UCI. Cuando murió, los médicos me dijeron que había tirado la toalla. Me enfadé pero estaba sedada y debió acabar harta.

—El día que salió de casa para irse al hospital supuso su primera separación física tras cuarenta años juntos.

—Solamente nos separamos dos días y fue por unos problemas de vuelos que hubo mientras rodaba en Italia con Fabio Testi. La condición que puse fue que mi mujer viajara conmigo siempre. Por culpa de una huelga no pudo acompañarm­e dos noches.

—Eran un matrimonio muy bien avenido pero también con mucho carácter.

—Un día me dijo un amigo psiquiatra que cada vez que nos enfadáramo­s nos insultáram­os por lo bajo. Nos decíamos de todo y acabábamos riéndonos. Hemos vivido tanto juntos... Fue horrible la muerte de su hija Coral. Concha estuvo seis años hundida. La saqué de esa depresión rescatándo­la para unos conciertos junto a

José Tamayo, que resultó nefasto. Nos estafó cuarenta millones. No pagaba a nadie y acabamos en los juzgados.

—Si busco no encuentro muchas historias de amor como la suya.

—Muy difícil. El amor no se publicita lo suficiente.

—Esta casa es un museo de las Piquer. ¿Seguirá aquí?

—No se cae porque la he levantado yo y además está cedida en testamento a mi hija. Conchita se quedará con la del Paseo de la Castellana.

—¿Ya lo tenían todo hablado?

—Desde hacía tiempo. Es verdad que Concha no quería hacer testamento pero la insistí. Soy usufructua­rio de todos sus bienes hasta que muera.

—Concha siempre dijo que no tenían problemas económicos y que habían sabido rentabiliz­ar sus propiedade­s.

—No hemos tenido ningún problema. Recibimos unos ingresos de unas eólicas que alquilan nuestros terrenos, de la cantera de la finca de Villacastí­n, y con eso hemos podido vivir pero sin tirar el dinero.

—¿Habrá una guerra entre los herederos?

—No porque está todo bien resuelto. Yo me quedaré a vivir con mi hija. Conchita viene de vez en cuando, pero ella vive en otro sitio.

—¿Los famosos baúles de la Piquer seguirán en el museo que hicieron en Valencia?

—Dejamos todos sus objetos en comodato, eso quiere decir que si un día quiero sacar todo de ahí lo puedo hacer. No dimos la propiedad. Que nadie crea que le pertenece.

—Se afirma que su relación con Conchita no es tan fluida como se cree y que ahora sin la presencia de su madre se distanciar­án más.

—No es verdad, estamos bien. Lo que pasa es que ella vive su vida y nosotros la nuestra.

—¿Cómo se enamoró de ella?

—No fue un flechazo inmediato. La primera vez que nos vimos fue en una fiesta en el casino de Santander. La cena era malísima y animé a un grupo para ir a otro sitio. Ella prefirió seguir en la ruleta, pensé que era muy antipática. Volvimos en el mismo avión y la casualidad que ella lo hacía con un frasco de agua del Cantábrico y yo con un bote de arena de la playa. Aún la conservo. Nuestro siguiente encuentro fue para ir juntos a unos premios Mayte. La recogí en su casa y allí conocí a su hija Coral. En el coche empezamos a reírnos y ya nunca más hemos parado de reír. Esa noche le dijeron que ya estaba divorciada de Curro. —¿Por qué nunca quisieron casarse por la iglesia? El empeño de Concha en no anular su matrimonio lo llevó hasta el final.

—A mí me daba igual porque no soy ningún fanático de la iglesia. Concha se negaba a que sus dos hijas con Curro se convirtier­an en putativas. La ayudé a que no le dieran la nulidad porque no era su deseo. Fíjate que fue Concha quien me pidió matrimonio. Lo hicimos un 31 de diciembre. Lo malo fue que cogimos una gripe enorme y acabamos enfermos en la cama.

—Intuyo que se quedaron sin noche de bodas.

—Ya habíamos tenido muchas noches de boda antes.

—¿Lo suyo fue pura pasión?

—Éramos dos caracteres fuertes que chocábamos mucho pero siempre lo solucionáb­amos. Nunca llegábamos a la cama enfadados.

—¿Qué va a echar de menos?

—Todo.

—¿Qué ha pasado con su teléfono móvil?

—Se lo ha quedado Concha. Cuando murió decidimos velarla en casa. En ese tiempo al menos la besé más de cincuenta veces y jamás ocurrió nada. Pero en el último, se cayó en el féretro sin que me diera cuenta. Como era la despedida le pedí a Iris que me hiciera una foto mientras la abrazaba. Al guardarlo, se resbaló. En el fondo es una anécdota muy de Concha. Es como decirme que sigue ahí a la escucha.

—¿Era muy celosa?

—No lo era porque sabía que siempre le había sido fiel. En 40 años jamás le he traicionad­o y lo juro ante Dios. Me han tirado los tejos muchas pero jamás me mereció la pena.

—Han sabido disfrutar de la vida. No se privaban de sus copitas juntos.

—Le gustaba el gin-tonic y el tabaco, pero lo dejó hace años.

—Tengo la sensación que su retirada de los escenarios no fue como hubiera deseado.

—Con los espectácul­os tan pronto se ganaba como se perdía mucho y encima tuvimos el problema con Tamayo. Un día me preguntó si teníamos suficiente dinero para vivir. Le dije que no éramos millonario­s pero que podíamos vivir perfectame­nte.

—¿Cree que podrá enamorarse de nuevo?

—Jamás. No hay mujer en el mundo como Concha.

—¿Qué era lo que más le gustaba que le dijera?

—¡Te quiero!

«Según el testamento, esta casa es para mi hija. Y la del Paseo de la Castellana para Conchita»

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ABC El matrimonio, en un evento//

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